Parafraseando al crítico literario de MO, Antonio José Domínguez, en entrevista realizada en enero de 2003, Dulce Chacón destierra la frialdad del lenguaje en ‘La voz dormida’ para nombrar, a través de los personajes, las peripecias de unas mujeres protagonistas de su historia y de la Historia. Esta obra, acierta a explicar, es más que una apuesta moral: es un grito para despertar a olvidadizos y desmemoriados.
La novelista y poetisa extremeña falleció el pasado año a los 49 años de edad.
El escritor tinerfeño, Juan Cruz, amigo de Dulce Chacón y seguidor de su obra desde el inicio, describe así su carácter: «Era mujer habitada por las horas de los otros. Su conversación era acerca de los demás; recordaba a todos por sus nombres, por sus necesidades. Ella siempre hablaba de las necesidades de los otros, no de las suyas. Tenía una verdadera vocación de apoyo a los demás, enorme solidaridad. Su familia empezó a ser la humanidad; su alma está en sus poemas».
Añade que «para Dulce, la novela fue el descubrimiento del universo con ojos teñidos de melancolía y desengaño; en el teatro, redescubrió la pasión por tener aún más cerca el concepto de familia, su tierra. Se preocupó de la Guerra Civil, del exilio, de las personas que sufren en soledad. Esas historias las hizo suyas. Ahí se reveló como un ser total, como persona y como escritora. Sus primeros y últimos pensamientos fueron a favor de la gente, a favor de todos».
Otra persona muy cercana a Dulce Chacón fue el cantautor y colaborador de MO, José María Alfaya, amigo entrañable de toda la familia Chacón: «Dulce y su familia convierten lo sencillo en anécdota jocosa, incluso en sus momentos duros, porque los tuvo».
Inquietud personal
Meses antes de fallecer, la escritora describía de este modo -en entrevista con MO- su forma de contar historias: «Escribo siempre por una inquietud personal, y en esta ocasión (en referencia a ‘La voz dormida’) necesitaba conocer la parte de la historia arrinconada y que no conocíamos. Sin embargo, durante la investigación tuve la certeza de que era una inquietud generalizada. Esto me permitía dar voz a gentes que no habían podido hablar hasta entonces. Por eso, ‘La voz dormida’ no es un libro solo mío, sino también de los hombres y mujeres que me dieron con total generosidad sus testimonios» (MO, enero 2003).