En coincidencia con el desmembramiento de la Unión Soviética, la Guerra del Golfo (1991), primera acción directa sobre Iraq tras la ocupación de Kuwait por el régimen de Sadam Husein, proporcionó a Estados Unidos la posibilidad de rediseñar el mapa de sus bases militares. Era evidente que la ‘Guerra Fría’ había acabado y que la garantía de ser la única superpotencia militar radicaba en el control absoluto del lubricante económico mundial: el petróleo. Tras la Guerra del Golfo, los EE UU establecieron bases militares en Arabia Saudita y Kuwait, más derechos de asentamiento en los estados del Golfo de Bahrarin, Qatar, Omán y los Emiratos Arabes Unidos. Parte de las principales fuentes de crudo yacían a su alcance y las otras, en referencia a las iraquíes e iraníes, tampoco estaban lejos de su punto de mira. No hay que olvidar que, a tenor de los estudios de futuro, con una proyección hasta 2025, indican que el consumo de petróleo, gas y carbón va a experimentar un crecimiento muy elevado, sobre todo por el fuertísimo tirón de dos economías emergentes: China e India.
Después, en 1995 en Bosnia y 1999 en Kosovo, de la intervención norteamericana se derivaron nuevas bases militares en cinco territorios, a la sazón Hungría, Albania, Bosnia, Macedonia y en Kosovo. La zona caliente europea ya no tenía su epicentro en Occidente pues la caída del muro de Berlín fue el símbolo de un cambio histórico. Ahora, ambas orillas del Mediterráneo y el prolongamiento de su influencia hacia el corredor entre Palestina y China obligaban a remover las fichas para un nuevo tablero.
Es por eso que en 1994 la OTAN y siete países del Mediterráneo crearon un foro de encuentro denominado Diálogo Mediterráneo en el intento de unificar intereses. A principios de diciembre pasado, en conmemoración de su décimo aniversario, los ministros de Exteriores de la OTAN y de estos países -Israel, Jordania, Egipto, Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania- tuvieron una cena en Bruselas, donde el secretario general de la Alianza Atlántica, Jaap de Hoop Scheffer, recalcó la necesidad de «construir confianza». O es también el llamado ‘Proceso de Barcelona’, que tendrá su cumbre en noviembre de este año, en el cual la Unión Europea quiere asentar los pilares de una economía de mercado en la zona del Magreb a cambio de la concesión de préstamos. Algo parecido a la creación de un gran mercado bajo los principios del neoliberalismo.
En línea con esta estrategia, Estados Unidos aprovechó la independencia de las otroras repúblicas soviéticas para sellar relaciones políticas y militares, ya que desde el punto de vista económico el aliado insustituible es la Federación de Rusia, que es su principal fuente de suministro energético y hacia donde se dirigen sus exportaciones. Este proceso se inicia en 1999.
De este modo, adquieren derecho de uso de las bases aéreas de Uzbekistán, la base del aeropuerto de Manas en Bushkek, capital de Kirguizistán, y los derechos de vuelo en Kazjstán y Turkmenistán. La situación geográfica, por ejemplo, de Turkmenistán es de un peso fundamental: país vecino de Irán -el que ahora se perfila como el nuevo enemigo de la pza mundial, kilómetros y kilómetros de costa en el mar Caspio, el cual alberga ingentes bolsas de petróleo, y, por si acaso, también comparte frontera con Afganistán.
Un poco más abajo en el mapa, vemos a otro país situado a medio camino entre Oriente Próximo y el sudeste de Asia,Paquistán, cuyo gobierno se esfuerza sobremanera por mantener unas relaciones muy cordiales con la administración estadounidense. Baste señalar que Paquistán limita con Irán y con Afganistán; la frontera con éste último se ha convertido en uno de los lugares de combate contra los miembros de Al Quada. En Paquistán hay destacados 18.000 soldados de Estados Unidos, según fuentes oficiales paquistaníes, y tres bases militares.
A por Afganistán
Restaba por domar a la díscola Afganistán de los talibanes. La excusa perfecta para avanzar sus posiciones se la ofreció el atentado del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York. Los talibanes eran los culpables de acoger en suelo afgano a los terroristas de Al Qaeda; el mismo régimen apuntalado por los Estados Unidos cuando el talibán luchaba por expulsar a los soviéticos de este país, ahora había que derrocarlo. Y a fe que lo consiguieron y, de nuevo, la circunstancia fue propicia para albergar nuevos destacamentos militares. En esta guerra ya se usaron las nuevas instalaciones antes señaladas en las ex repúblicas soviéticas, Golfo Pérsico y Oriente Próximo. Ahora, una vez tomado el mando sobre Kabul (capital de Afganistán), cuatro nuevas bases operan en sus suelo: Baram, Kandahar, Khowst y Pul-I-Kandahar.
En las elecciones presidenciales del 9 de octubre, Hamkid Karzai resultó elegido presidente de la República Islámica de Afganistán, un hecho que ha sido saludado por los políticos de la Casa Blanca como la muestra concluyente de que su modelo de estado es exportable a países en los que antes jamás se habían celebrado unas elecciones. El 7 de diciembre, Karzai tomó posesión de su cargo ante varios centenares de políticos y autoridades locales y unos 150 representantes internacionales. Entre éstos, dos de relevancia: el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
Las declaraciones de Karzai, presidente interino desde diciembre de 2001, en su puesta de largo casi son calcadas a las que reiteran las autoridades paquistaníes: «Nuestro combate contra el terrorismo no ha terminado. La victoria requiere una cooperación seria y continua a nivel regional e internacional».
Ahora, la guerra se libra en Iraq. Algunos expertos internacionales consultados, no creen que Estados Unidos tenga interés en dejar bases militares cuando se retire de este país, porque, como ha quedado suficientemente claro en la exposición anterior, tiene minada la zona con suficientes destacamento, además de que su tecnología militar les permite alcanzar objetivos de larga distancia. Eso, sin contar con el potencial de su gran amigo en la zona, Israel.
En Iraq, las pretensiones son las mismas que en Afganistán. Derrocó al régimen de Sadam Husein en 2003. El 1 de mayo de ese año se dio por finalizada, oficialmente, la guerra, cuando, en realidad, comenzó ese día. Las bajas de población iraquí son incalculables, porque unas se contabilizan, otras se ignoran. En todo caso, estamos ante decenas de miles de muertos en una guerra ilegal para mayor gloria de Estados Unidos, y más en concreto, su presidente, George W. Bush, quien desesperadamente vende en su propio país el que la guerra en Iraq es el precio a pagar para mantener la seguridad interna.
Muertos y protestas
Empero, cada día son más las voces internas que ponen en cuestión la intervención norteamericana en Iraq. Cada vez es más difícil ocultar el dolor de los familiares de sus soldados muertos en un ‘acto patriótico’. Desde el Pentágono informan, a modo de cuentagotas, del número de bajas entre sus filas. A medias del mes pasado, habían superado las mil y sobre los 10.000 heridos. Esos datos también están falseados, porque no estiman los fallecidos y heridos que no disponían ni disponen de pasaporte estadounidense.
Por ejemplo, uno de los periódicos más importantes de Colombia, El Tiempo, que es además el único de tirada nacional, incluyó el siguiente anuncio el mes de diciembre: «Oficiales, suboficiales del Ejército de infantería de marina y Fuerza Aérea. Habilidades de comando de tropa y seguridad. Cursos de combate en ejercicio indispensable. Buen estado físico. Máximo, 37 años. Se proporcionará visa». El reclutamiento de mercenarios colombianos obedece a la triste realidad de su país, el que lleva más años de guerra civil de toda América Latina, lo cual les otorga el lamentable bagaje de ser unos expertos en la lucha cuerpo a cuerpo, en la estrategia de guerrilla y en la protección de zonas e instalaciones sensibles para la economía.
En Iraq su servicio se requiere en la vigilancia de oleoductos y gaseoductos; como escoltas de los ejecutivos de las multinacionales. El contrato es de un año, con posibilidad de ser renovado por otros seis meses; el salario es jugoso: 7.000 dólares mensuales (tres veces superior a lo que podrían cobrar en su país), un seguro de 70.000 dólares y la promesa, si sobreviven, de vacaciones cada tres meses en la ciudad europea que elijan.
Este mes está señalado en todas las agendas internacionales porque el 30 se celebrarán las elecciones presidenciales, un punto de inflexión semejante al sucedido en Afganistán. El país, se reconozca o no, está en guerra; en guerra contra el ejército invasor; en guerra entre chiíes y suníes; en guerra entre facciones muy diversas por hacerse con el poder.
Las equivocaciones estadounidenses en este conflicto se suceden. Lo primero, es que no cumplieron con la teoría militar del ex secretario de Estado, Colin Powell: primero, identificar el objetivo; segundo, anulación de ese objetivo empleando todas tus fuerzas; tercero, antes de entrar en el núcleo del conflicto hay que tener diseñada una estrategia de salida. Hoy, todas las fuentes militares del Pentágono reconocen que sólo se cumplió con la primera premisa; no contaron con la resistencia iraquí: suníes, chiíes, la base islámica y la resistencia nacionalista. Creyeron que para estas fechas ya presumían que el bastión fundamental de la seguridad en el país recaería sobre soldados iraquíes, pero no es así. Sólo el elevado desempleo, más del 60%, obliga a muchos jóvenes a alistarse en el ejército, pero sin entusiasmo. Muchos de ellos luego se pasan al bando contrario y sirven de fuente de información a la resistencia.
Más y más dinero
La incógnita subyacente a todo este caos es hasta cuándo resistirán las tropas de Estados Unidos el acoso de las guerrillas, una táctica militar para la que no están preparadas. La factura bélica asciende, desde el inicio de la guerra, a 230.000 millones de dólares. Las estimaciones de nuevos fondos superarán, más que posiblemente, los 80.000 millones, donde se incluyen los 25.000 millones de dólares solicitados como ‘crédito puente’ en agosto del 2004 ante la imposibilidad de cubrir todos los costes. El déficit reconocido, a fecha de 29 de noviembre del año pasado, era de 422.000 millones de dólares. El déficit exterior del tercer trimestre de 2004 equivalía al 5,6% del PIB, frente al 4.2% de principios de 2002.
Así, la cuestión es ¿podrá soportar su economía este gasto?; ¿cómo reaccionará el pueblo norteamericano, el mismo que reeligió el 4 de noviembre a George W. Bush como presidente, a medida que avance este nuevo año y la guerra no vea su fin?; ¿podrá mantener Estados Unidos a esos 150.000 soldados en Iraq otros seis meses, como se cree que sucederá?
Mientras el panorama no esté despejado en este país, no habrá nuevas aventuras militares, por mucho que amenacen a países como Siria e Irán, aunque ambos están dentro del plan elaborado en 1997 por algunas de las cabezas pensantes de la política exterior estadounidense. El programa titulado ‘Proyecto para el nuevo siglo americano’, de ese año, tiene como firmantes a Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jef Bush, Zalmay Khalilzad, Elliott Abrams y Dan Quayle, la mayoría de ellos famosos muy a nuestro pesar.
En ese momento, la Guerra Fría ya era historia y se abría una nueva fase histórica con coordenadas diferentes. Parte de su contenido era el siguiente: «Parece como si hubiéramos olvidado los elementos esenciales del éxito de la Administración de Reagan: un ejército fuerte y dispuesto a afrontar los desafíos presentes y futuros, una política exterior que promueva audaz y decididamente en el extranjero los principios estadounidenses y un gobierno nacional que asuma las responsabilidades globales de Estados Unidos» (Tariq Ali, revista New Left Review).
Sí intentarán traer a su dominio la Oficina Internacional de la Energía Atómica, dirigida en la actualidad por el egipcio Mohamed el Baradei, un personaje que no gusta en la administración Bush, a quien se le cuestión su celo en el control del armamento iraquí cuando Sadam Husein todavía estaba en el poder.
Y, para finalizar esta ronda por el paisaje de Oriente Medio, deberíamos prestar un poco de atención a Turquía, país que ha recibido el plácet de la Unión Europea para comenzar unas largas negociaciones que conduzcan, ya veremos, a su ingreso en la misma. Turquía firmó en 1963 un acuerdo de asociación con la Comunidad Europea, pertenece a la OTAN, a la OSCE y al Consejo de Europa. Es un país mimado por los prestamista internacionales, el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien en diciembre último aprobó una línea de crédito por valor de 10.000 millones de dólares para los próximos tres años, más otra cantidad igual entre 2007 y 2010.