El futuro de Izquierda Unida puede verse aún con optimismo, pues en el contexto de la VIII Asamblea, hemos abierto una vía de esperanza. Frente al declive mantenido en la última época, la militancia vuelve a levantar su voz exigiendo el mantenimiento de un movimiento político y social capaz de ilusionar con un proyecto plural, impulsor de la democracia participativa y con un programa de transformación socialista de la sociedad. Y que esta esperanza se mantenga se debe, en primer lugar, a una militancia que ha aguantado el chaparrón, que ha reaccionado para defender lo que tanto esfuerzo nos ha costado construir, consciente de que nuestra lucha tiene un futuro que conquistar.

La expectación ante la Asamblea Extraordinaria de Izquierda Unida ha demostrado estar justificada. La imagen que se ha transmitido es la de una dirección que ha fracasado de nuevo; no ha dado respuesta a las aspiraciones y esperanzas de la militancia, ni ha cubierto sus propios objetivos. La coyuntura en la que nos ha colocado este nuevo intento desnaturalizador del proyecto de IU es la más crítica desde los inicios de nuestro movimiento.

La teorización del fracaso

Con los matices propios de la pluralidad que, a pesar de todo, ha sobrevivido en IU, podemos centrarnos en los dos bloques que se han perfilado en este proceso. Uno de ellos, el del llamazarismo, ya estaba consolidado de antemano. Más que un proyecto es la confirmación de un fiasco, la teorización del declive de IU, su justificación política, la resignación ante la ausencia de proyecto. La ya famosa consigna de «oposición influyente y exigente ante el gobierno de ZP», parecería un chiste de no ser porque tiene muy serias repercusiones. Refleja el patetismo de un sector que ha renunciado al proyecto de luchar por la hegemonía de la izquierda, que no aspira a la transformación socialista de la sociedad, que tiene puesta la vista en la administración del PSOE en lugar de en aquellos sectores sociales cuyos intereses representamos, en definitiva han renunciado al proyecto de IU como Movimiento Político y Social. Lo único que han hecho es teorizar el fracaso, y revestir con el nombre de proyecto lo que no pasa de ser una claudicación ante la presión del gobierno del PSOE.

El grupo PRISA ha contribuido a despejar cuál es la postura en la que algunos quieren ver a IU: «El Gobierno y otras fuerzas de la izquierda tenían mucho interés en que ganara Llamazares, porque él, entienden, garantiza el entendimiento con José Luis Rodriguez Zapatero – su relación personal es extraordinaria – y compromete el apoyo de sus imprescindibles diputados.» (El País, 13/12/04).

Pretender que la crisis es debida a una coyuntura electoral, y buscar la solución en terminar de dar el giro hacia la subsidiariedad del PSOE, son dos incongruencias encadenadas que conforman la huida hacia delante del llamazarismo. No sólo eso, aún es mucho más grave el intento de negar la realidad, de prescindir de que la mayoría de IU Federal se ha opuesto a esta pirueta. Nos oponemos al abandono del proyecto, a una política que supone poner los intereses particulares por delante de los intereses del conjunto de IU, que no son otros que los de los sectores de la sociedad que esperan de nosotros una alternativa: las familias obreras, los jóvenes, los sectores que luchan contra las discriminaciones de lo diferente, aquellos que se oponen a las guerras imperialistas…

Lo que ha representado nuestra candidatura es la necesidad de una reacción ante esta perspectiva. El resultado de las elecciones del 14 de marzo no fue la causa de la crisis, pero jugó un papel de catalizador que puso al descubierto los errores y debilidades. Todas las luces de alarma se encendieron: si la organización no era capaz de reaccionar en esta coyuntura ya no lo haría nunca.

En ese momento eran pocos los que apostaban por nosotros como lo que éramos: la expresión de una necesidad, un movimiento sólido de respuesta desde la base, capaz de aglutinar la sana reacción ante los derroteros por los que era conducida IU. Y ahí ha residido la clave de nuestro apoyo.

Un resultado extraño

Y este movimiento DE RENOVACIÓN Y CAMBIO GENERAL que representamos es el que ha ganado la VIII Asamblea, aunque no se haya reflejado en la elección del Coordinador General. ¿Qué ha pasado para obtener un resultado tan extraño?

En primer lugar debemos dejar claro que se han precipitado al proclamar a Gaspar Llamazares como Coordinador General de IU, en una situación en la que había obtenido 54 miembros en el Consejo Político Federal, mientras que las otras dos listas, partidarias de un cambio de Coordinador que simbolizase una renovación y una recuperación del proyecto, sumábamos 56.

Si habitualmente el control de los resortes de la organización proporciona ventaja para la obtención de apoyos, no ha sido suficiente en esta ocasión y han tenido que recurrir a dos métodos que provocan un serio déficit democrático en la decisión anunciada.

Por un lado el incluir la votación de los coordinadores de las Federaciones, apoyándose en una enmienda a los estatutos aprobada ad hoc, como medida para blindar su mayoría burlando la decisión de la Asamblea y violando el Reglamento aprobado y que se mantenía en vigor hasta la clausura. Por otro, la vulneración de los estatutos, que establecen que para un tercer mandato en un cargo interno es necesario ser elegido por un 60% del órgano correspondiente.

Es penoso que se hayan llevado las cosas a este terreno, aplicando métodos que harían que cualquier jurista se sonrojase. Pero sobre todo porque se lleva al terreno de los estatutos y la vulneración de la legalidad lo que es en primer lugar y fundamentalmente un problema político, de vulneración de nuestras tradiciones y de la ética de la izquierda. Habiendo perdido el apoyo de la mayoría de la Asamblea Federal, se enrocan en sus posiciones, ignorando la voluntad de la militancia, demostrando nula capacidad de integración y de dirección colectiva.

La actitud del sector de Gaspar Llamazares, en su mayoría, era rupturista. Rechazaron un preacuerdo para dejar en suspenso la elección del Coordinador, hasta el Consejo Político Federal que se convocará próximamente, y que, mientras tanto, se mantuviese Gaspar Llamazares con carácter interino. En ese contexto sólo nos dejaban dos opciones: la ruptura, abandonando la reunión, o lo que hicimos, aplazar la candidatura de Enrique Santiago hasta el próximo CPF. Y esto debe quedar muy claro; no retiramos la candidatura, la aplazamos hasta la celebración del próximo CPF, que como prevén los estatutos fija la elección definitiva del Coordinador General.

Mantenemos la candidatura

Se escuchó muy claro el grito de ¡Unidad! ¡Unidad!, al término de la Asamblea. Y lucharemos por la unidad, sabiendo que no puede construirse sobre las cenizas de la democracia interna.

En primer lugar volveremos a presentar la candidatura de Enrique Santiago a Coordinador General en el próximo Consejo Político Federal, y si sale elegido ofreceremos lo mismo que exigiremos en caso de no ser así: responder al mandato de una Asamblea que sólo puede interpretarse como capacidad de integración y corresponsabilidad en la dirección de IU, pero esa corresponsabilidad sólo puede venir del cogobierno entre todos los sectores de IU, y de una necesaria síntesis que nada tiene que ver con la uniformidad o la imposición.

Es un momento que exige la implicación activa de todas las compañeras y compañeros, que debe convertir a las Asambleas de base en la piedra angular sobre la que se construya IU, porque sólo podemos ser un movimiento político y social si tenemos raíces en los movimientos reales que impregnan de vida la sociedad, y eso no se puede hacer sólo ni principalmente desde las instituciones, sino desde la militancia de base.

La candidatura de Enrique Santiago quiere representar la vitalidad de la base, y eso significa también pluralidad, y renovación, no sólo generacional sino de dar paso a los cuadros intermedios, y a la juventud, es decir a las personas imprescindibles para nuestro proyecto, sin lo que lo demás (apoyo social, representación institucional…) no sería viable en nuestra organización. Representamos pues, como ha demostrado el desarrollo de la Asamblea, una posición cuantitativamente decisiva, pero, más aún, cualitativamente imprescindible para el proyecto de transformación social, porque, nadie lo dude, somos el futuro.