«La obra escrita de Tomasa Cuevas arranca en 1974, cuando pone en práctica una idea que a nadie se le había ocurrido, como era recorrer España e ir grabando los testimonios de mujeres que habían estado con ella en diversas cárceles. Lo hizo por su cuenta, con sus modestos medios económicos, con un magnetófono. Contrario al ‘pacto de silencio’ de la transición, ella decide publicar todo el material recogido en esas cintas. Y lo hace en tres volúmenes en la editorial barcelonesa Siroco, con el apoyo de Manuel Vázquez Montalbán y Teresa Pàmies. Los libros apenas tienen difusión, pero para los investigadores eran un incunable.
Cuando yo empecé a documentarme para mi libro sobre las mujeres en la República (de próxima aparición), me topé con el primer volumen en la Biblioteca Nacional. Entonces localizo a Tomasa y le pido autorización para reeditar este material. Ella, al principio, es muy reacia porque está cansada de que la gente la utilice; eso no va con su carácter fuerte y militante.
En el Archivo del PCE encuentro los tres tomos, facilitados en fotocopia por su directora, Victoria Ramos (para quien hay un agradecimiento muy sincero en la introducción del libro). Ya con el propósito de su reedición, obtuve los libros originales de manos de Manolita del Arco y Josefina Amalia Villa, que viven en Madrid. Es un pena que pasaran tan desapercibidos en su día.
Y es una pena porque recoge testimonios impresionantes. Por ejemplo, la propia Manolita del Arco, que pasó casi 19 años en la cárcel, con una pena de muerte luego conmutada. Muchas mujeres no eran del Partido Comunista, sino que eran detenidas por ser madre, hermana o mujer de los ‘maquis’: las detenían para forzar la entrega de éstos, e incluso llegaron a fusilar a alguna de ellas, como fue la abuela Canuta. Ella, una mujer campesina, el día en que vinieron a fusilarla, la funcionaria le pide que se vista deprisa; entonces, ella le contesta ‘No te das cuenta, hija mía, que me estoy amortajando en vida’.
A Tomasa le dieron tantas y tantas mujeres su testimonio porque la propia Tomasa Cuevas había demostrado una lealtad enorme. Sin estas mujeres no hubiera sido posible la resistencia a la dictadura. Dentro de la cárcel, llegaron a organizar una biblioteca con dinero en común; las labores en los talleres de ropa, de donde sisaban tela para hacer ropa para los maquis que luego sacaban clandestinamente. O como había una red de comunicación impresionante entre las mujeres de una cárcel a otra y con el exterior.
Hay más de 300 testimonios de mujeres de todo el arco político de la izquierda. El régimen franquista se ensañó con ellas, sobre todo con las más jóvenes, algunas de 16 ó 17 de años, es decir, casi unas niñas. Fueron muy crueles, de una crueldad extrema. Hay testimonios como el de esa madre que tenía seis hijos y a los que recupera pasados 20 años; porque también en España hubo miles de niños que han tardado más de 50 años en volver a ver a sus familias.
Sin embargo, algo muy notable en todas ellas es que mantuvieron la dignidad en el trato con las funcionarias, con las instituciones. Se negaron a ser humilladas en público. Y todo este sacrificio no se ha visto nunca reconocido. ¿Por qué? Primero, porque no interesaba por ese ‘pacto de silencio’. Muchos resistentes hombres fueron luego diputados; muy pocas mujeres resistentes del interior -del exilio sí- llegaron a ocupar cargos públicos. Muy pocos han pensado cómo fue la vida de estas mujeres dentro de la cárcel y luego fuera de ella; muchas han arrastrado lesiones vitalicias físicas y del alma. Otras perdieron la oportunidad de ser madres debido a las torturas. Y también está el machismo dentro del Partido.
A pesar de todo, no hay resentimiento».