Se ha cumplido recientemente el centenario de la Conferencia de Berlín (1884-1885), en la que las potencias coloniales europeas diseñaron con escuadra y cartabón sus dominios sobre todo el continente africano. ¿Qué se deriva hoy de aquel acuerdo europeo?
Todo, porque estableció un marco con unas consecuencias totales. Lo más obvio, que las fronteras africanas son diseño de la Conferencia de Berlín; también el haberse insertado en un determinado mundo tras la independencia en los años sesenta del pasado siglo ya que los líderes independentistas no tenían nada más que dos modelos: la economía de libre mercado o la de planificación socialista. Es decir, modelo de estado, fronteras que se heredan, modelo económico y vida social que mira hacia fuera, hacia la metrópoli. La Conferencia de Berlín es la culminación de un proceso y el inicio de un periodo colonizador fundamental en el desarrollo de Africa.

Hoy se habla de la neocolonización de Africa por parte de las empresas multinacionales. ¿Está usted de acuerdo?
El término no me gusta. Me dan miedo los términos que se vacían de contenido y que nosotros, progresistas de izquierda, repetimos porque no tenemos otros términos nuevos. Si entendemos ‘neocolonización’ como una etiqueta, más vale que la revisemos; si es un insulto, nada que ver tampoco; si es un concepto a desarrollar, vamos a discutirlo. En contra de la neocolonización hablan dos realidades. Por un lado, la creciente marginación de Africa en la realidad internacional, es decir, no nos importa lo que les pase a esta gente o sí nos importa en cuanto a catástrofe, por ejemplo, la muerte por SIDA. Es un proceso en aumento de marginación política y económica de Africa.

Segundo, que hay un proceso de explotación de los recursos africanos por parte de las economías internaciones y de los líderes políticos de los países africanos. ¿Eso cuaja con el concepto de neocolonización? Pues yo no lo veo claro porque la colonia era un sitio donde las elites blancas traídas de fuera controlaban todos los parámetros de estos territorios. Hoy no son sólo las elites blancas. Y estoy en contra de la utilización de eslóganes como éste a modo de bandera sin entrar a ver su análisis. No niego la verdad, niego la parcialidad.

¿Por qué la discusión de la deuda externa de los países africanos ha ocupado un espacio tan amplio en el Foro Económico de Davos y en la reunión del G-7 de este año?
Veamos. Deuda externa hay; pobreza hay; pandemias, hay. La visión africana en occidente a través de los medios de comunicación es Africa como catástrofe: asesinatos, difusión a tope del sida, miseria, etc. Esa es nuestra visión, pero no es toda Africa. ¿Alguien se acuerda hoy de Somalia? Pues Somalia ocupó la portada de los periódicos hace siete años; hoy, ha desaparecido. ¿Sudán? Ahora aparece, pero es que llevan en guerra veinte años. Es noticia lo que es catástrofe, lo que es dolor. Cuando hablamos de cooperación, no es tal. Es ayuda como caridad.

Podría ser más claro.
Estamos hablando de ayuda porque no hay ningún interés en creer en la justicia internacional. Hablo de ayuda como un sentimiento de caridad hacia Africa como fracaso; interés comercial revestido de ayuda. Y, ¿por qué Africa? Porque si hablamos de los 20 países más pobres del mundo, 13 son africanos; si hablamos de sida, Africa se lleva la palma; si de conflictos cruentos, también. Por eso Africa está en el centro de la caridad internacional.

Pobreza, deuda y sida… Alguien lo ha calificado como una combinación mortal.
Sí, eso hay. Pero hay más cosas. Hay una sociedad viva, capacidad de autoorganización fuertísima, una economía informal muy boyante, elites corruptas que se quedan con la riqueza nacional. Los discursos de los líderes africanos señalan determinadas realidades para conseguir objetivos políticos: más ayuda económica, por ejemplo.

¿Es la cancelación de la deuda la medida primordial para sacar a Africa de esa combinación?
La condonación de la deuda no se va a producir. No puede haber una correlación directa. La condonación de la deuda ni elimina el efecto empuje de salida ni el efecto tirón o llamada desde Europa. Tenía que ser un mundo distinto y eso a corto plazo no se ve.

¿No está detrás de este debate el asunto de la emigración a Europa?
Sin duda. Aparte de las zonas estratégicas de Africa que contienen petróleo u otros minerales, un problema obvio es la emigración. Los ejemplos los tenemos cada día: las pateras a Fuerteventura, los que intentan saltar la alambrada de Ceuta. El reciente acercamiento del gobierno español a Marruecos algo tiene que ver.

¿Qué es lo que no nos llega de Africa, qué nos estamos perdiendo?
Todo, incluso los conflictos porque no entendemos nada de lo que allí ocurre. Nos estamos quedando con la foto fija; no somos capaces de darle a la moviola para saber por qué ha pasado tal o cual cosa, qué es lo que pensaba aquél del machete, por qué lo hizo, qué pensaba aquél que acabó en el campo de refugiados. Hablo de comprender y no quedarnos con el titular periodístico de tantos muertos por el odio ancestral.

¿Y en la universidad?
En la universidad, la importancia de los estudios del Africa subsahariana en los países europeos es directamente proporcional a la importancia de su pasado colonial. Es decir, muy importante en Francia, muy importante en Gran Bretaña, bastante en Portugal, relativamente en Bélgica. Poco importante en Alemania, poquísimo en Italia e inexistente en España. En la universidad española estamos hablando de cinco asignaturas de licenciatura en todo el sistema académico del Estado que tratan el Africa subsahariana. En doctorados, uno. Los africanistas, o sea, personas especializadas sobre todo en el Africa subsahariana, pues no más de veinte. Y eso es muy poco.