La franja de Gaza tiene una superficie de 306 kilómetros cuadrados. En ella viven casi un millón y medio habitantes. Más del 75% son refugiados que tuvieron que abandonar sus casas a raíz de la guerra de 1948 y de la creación del Estado de Israel. El 52% de la población son menores de 15 años (según las estadísticas del Cantor Palestino de estadísticas). Desde que los israelíes destruyeron el aeropuerto local, Gaza tiene una única salida al mundo, que es el Cruce de Rafah en la frontera de Egipto. Pero este cruce lleva cerrado desde hace más de 6 meses.

Eso significa que no es posible ni entrar ni salir de Gaza. En el resto de sus fronteras, Gaza está delimitada por Israel y por el mar Mediterráneo, controlado también por el ejercito israelí.

La actual situación en Gaza no es nueva, sino un paso más de lo que viene acumulándose desde la ocupación israelí de la Franja de Gaza en 1967.

Pero después de la llegada democrática de Hamas al poder en Palestina la situación empeoró mucho. Desde entonces los israelíes están imponiendo un embargo sobre la Franja de Gaza
Mundo Obrero me ha pedido que les cuente cómo es el día a día en Gaza, así que les invito a acompañarme e intentaré hacerles de guía. Las carreteras están en mal estado y no es fácil circular por ellas… Aquí entraron los tanques y los buldózeres israelíes y lo han roto todo…

Allí queda la huella de los misiles que cayeron sobre una coche y mataron a varias personas en un proceso de asesinato selectivo…Mas allá, la carretera está cortada por obras, pero no es posible arreglarla por falta de materiales que no llegan por culpa del embargo. Arriba, en el cielo, se escucha el ruido de aviones israelíes de todo tipo (F.16, Hilicoptar, espionaje, etc.) vigilando la vida diaria de la población local.

La caída de misiles y el asesinato selectivo ya es algo cotidiano en la vida diaria de Gaza. El sonido de fondo es el de las balas pesadas de la artillería israelí castigando las zonas fronterizas con Israel. Los niños de Gaza ya saben diferenciar el sonido de un misil o de una bala de artillería. También saben que los misiles y las balas matan por error: muchas veces han caído en casas matando a gente inocente. No se libran ni las playas, que son el único lugar en el que los habitantes de Gaza pueden disfrutar de algo natural. Allí también hubo matanzas a base de balas y misiles.

Llegamos a un mercado. La mitad de las tiendas están cerradas. Y las que permanecen abiertas están casi vacías. Es de nuevo el resultado del embargo que no permite la entrada de productos a Gaza. Lo único que queda en las tiendas es el resultado de la escasa producción agrícola local y el resto de las cosas almacenadas, desde años o meses, antes del embargo. Los precios han subido más del 200% y aún están subiendo más y más por la falta de alimentos. Hay muy poca gente en el mercado, y los que compran, compran muy pocas cosas. Me he acercado a un hombre que acaba de comprar un pan, le he preguntado por la situación, y me ha contestado que ya sólo le da para comprar pan. Es el padre de una familia de seis personas. Al igual que casi el 75% de la población en Gaza, está en el paro (aquí los desempleados no reciben ningún ayuda estatal), y depende en gran parte a la ayuda humanitaria que recibe de las ONGs internacionales, tales como la UNRWA, Acción Contra el Hambre, Media Luna Roja, etc., que aún funcionan en Gaza.

Pasamos por una farmacia. También sufre el embargo. Faltan muchos medicamentos. Pregunto por las reservas de insulina para diabéticos, y me contestan que cuando se termine lo que tienen almacenado (se estima que eso pasará dentro de una semana) no habrá más, a no ser que entre algo. Al final de la calle, llegamos al hospital SHIFA, el más grande en la Franja de Gaza. A la entrada se escucha un ruido impresionante; es el generador que suministra la electricidad para el hospital, porque aquí la luz se corta durante horas y horas, y hasta a veces durante semanas como consecuencia del embargo israelí. Israel es el principal proveedor de electricidad para la Franja de Gaza. Más de 80% de la electricidad suministrada en Gaza, viene de Israel, y las autoridades israelíes la cortan diariamente… cuando quieren. El hospital SHIFA dispone de cuatro salas de operaciones. Tres de ellas están cerradas y la cuarta funciona a medias debido a la falta de los elementos necesarios para realizar las operaciones. Al preguntar al director del hospital sobre otras carencias que sufre el centro, respondió que más de la mitad de los equipos médicos ya no funcionan por falta de mantenimiento, y el número de los que van quedando inoperativos aumenta cada día. La lista de pacientes en espera de una intervención quirúrgica ya es muy larga, y solo se realizan las operaciones urgentes, el resto se aplaza.

Mientras, mucha gente puede morirse esperando el día de la operación que parece que nunca llegará.

También nos informan de las limitaciones del tipo de intervenciones que se practican en los hospitales locales. Muchos pacientes tendrían que ir a otros países, sobre todo a Egipto y Jordania, para ser operados. El problema es que con el embargo y el cierre de las fronteras no pueden salir. Según las estadísticas de Ministerio de Salud palestino, ya han muerto 45 personas por no poder salir de Gaza para recibir tratamiento médico o ser operados. Y la lista de condenados a muerte aumenta cada día.

En mi camino de vuelta paso por la zona de la Universidad. Necesito una fotocopia de mi DNI.

Entro en todas las librerías de la zona y en todas, sin excepción, recibo la misma respuesta: no es posible hacer fotocopias porque ya no queda papel.

Los restaurantes han cerrado sus puertas por falta de alimentos y de clientes. Yo traigo un bocadillo de casa. Dos niños me ven y se acercan: «Dame algo por favor». Llevan dos días sin comer, así que repartimos el bocadillo y el hambre.

Al caminar por la calle, se ven muchas cosas que te dan una verdadera imagen de lo que es la vida en Gaza. Hoy es el segundo día de la fiesta musulmana del Sacrificio, cuando los niños juegan por las calles estrenando ropa y la ciudad se llena de alegría. Pero este año no veo nada de todo aquello: ni niños jugando en las calles, ni alegría. Hoy todo es gris. La gente ya no tiene recursos para comprar ropa ni juegos para sus hijos. Son cosas que hoy ya no existen en las tiendas. Solo puedo ver a unos niños llorando por la calle pidiendo a sus padres que les compren algo pero la única respuesta que reciben es que ya no hay dinero para comprar nada. En otros rincones hay gente pidiendo limosna.

Por fin llego a donde dejé mi coche. Vivo en el centro de la Franja de Gaza a 20 Km. de la ciudad. Me queda muy poco gasóleo, pero en todas las estaciones de servicio por las que paso recibo la misma respuesta: ya no queda ningún derivado del petróleo. No entra nada desde hace dos semanas. El carburante se acaba a 4 km. de casa. Dejo el coche a un lado y camino durante casi una hora. Ya es casi de noche. No hay luz eléctrica ni en casa ni en toda la zona. Mis hijos estudian a la luz de la vela. Llego a casa cansado, me tiro en el suelo del salón y de pronto retumba en una fuerte explosión. Mis hijos de 6, 9 y 12 años, saltan gritando con mucho miedo. Todo el vidrio de la casa, se ha caído por el efecto de la explosión. Un misil ha estallado contra un coche, frente a mi casa.

Otro asesinato selectivo. Esta vez mató a tres personas: un niño de 8 años que pasaba por la calle, su madre de 47 años y la persona que estaba en el coche; otras nueve personas que andaban por la calle en ese momento resultaron heridas.

También dejan daños colaterales: los daños ocasionados en varias casas, incluida la mía. Lo peor es que no queda vidrio para poner remplazar el roto y estamos en invierno. Hace frío y en Gaza no hay ni luz para calentar la casa. Hay que buscar algún remedio para protegernos. La única opción es tapar las ventanas con el plástico que queda en casa. Pero ¿quién protege a los niños del miedo? Mis hijos, como el resto de los niños de Gaza viven bajo el temor. Yo paso la noche con los míos intentando aliviarles del miedo que les dejo el misil sorpresa israelí.

Mañana nos espera otro día de sufrimiento.Espero que no sea peor que el de hoy. Esta es la vida diaria de quienes vivimos en Gaza. Una pesadilla que se repite cada día. Y cada día se hace mas dura que el anterior. Y, sin embargo, nunca perderemos la ilusión de tener una vida mejor.

* Catedrático de Economía
financiera en la Universidad
Islámica de Gaza