Estamos muy disgustados los rojos con la marcha de nuestros asuntos y los de la res publica. Lo del fracaso electoral se podía suponer, aunque no quiero hacerme el listo ni disfrazarme de Casandra, pero eso, con ser grave, me importa menos que el agotamiento de todo un estilo y de la fuerza vital que lo sustentaba. Ya no quedan, orgánicamente operativos, suficientes comunistas de pelo en pecho capaces de sobrevivir en los años cuarenta en un pueblecito de Toledo, escondiendo el Mundo Obrero bajo las piedras de las lindes de los marjales. Y los que sobrevivieron a eso no han podido aguantar entre los anaqueles de las grandes superficies. Ya quedan pocos que se sientan encarnación del Partido en la más absoluta soledad física y sin que ésta se les traduzca en un sentimiento de minoría política, porque los de antes sabían y creían que estaban con el pueblo y los de ahora han pasado por tantos posibilismos impuestos por dirigentes propios e intereses ajenos, que la misma posibilidad se ha quedado reducida a un azaroso cálculo de probabilidades. Ya parece que hay menos militantes que socios, con más rituales que fe y con más fe que manejo del marxismo-leninismo. Podíamos dedicarnos entonces a lo de la Fe, la Esperanza y la Caridad, pero tampoco: la Caridad estaría reñida con el cainismo que nos caracteriza en este no reconocido decaer de la Esperanza. Ni siquiera hay dolor de los pecados (perdón, autocrítica) que debió siempre ser algo más que asumir responsabilidades.

No voy a competir con los camaradas o compañeros que, en estos días, llenan los buzones de los correos electrónicos con análisis y conclusiones provisionales sobre lo que pasa y lo que debe pasar. Yo, más que análisis, tengo preguntas a medio contestar:

1) ¿Dónde está el proletariado que busqué en mi (ya lejana) juventud pequeño burguesa porque era el protagonista de la revolución?
2) ¿Dónde está la vanguardia de ese proletariado?
3) ¿Dónde se manifiesta el pensamiento marxista-leninista?
4) ¿Dónde ese pensamiento se hace programa y acción que sirva de ejemplo?
5) Sabiendo dónde están los que administran situaciones, ¿dónde están y cuántos son los que trabajan para transformarlas?
6) ¿En qué agenda de reuniones del subcomité de la coordinadora se han perdido los militantes que llevan la franquicia de la izquierda transformadora en los movimientos sociales?
7) ¿Por qué ya no se habla de revolución para nosotros? ¿Por qué visualizamos la revolución como un resultado en vez de como un proceso permanente de perfeccionamiento?
8) ¿Por qué la revolución es cosa de otros, a ser posible con más apariencia de pobres que nosotros?
9) ¿Por qué nos parece de izquierda reivindicar la democracia burguesa?
10) ¿Por qué hablábamos de revolución cuando teníamos capacidad de ahorro y no ahora cuando sólo nos queda capacidad de endeudamiento?

No me contestes, Derecha, que tampoco sé por qué te escribo tantas cartas, como no sea para explicarme en tu naturaleza e intereses mis propias contradicciones. Pero entiende que, por lo menos, mientras te refocilas en tus verdades tan absolutas como obsoletas, yo siga poniendo dudas a todo lo que hago. Hace tiempo que sé que me moriré en ello como el poeta Carlos Alvárez trataba de ver el mar, sabiendo que si él no llegaba, alguien lo podría ver encaramado a su espalda.