Para llegar a buen fin es fundamental saber hacia donde queremos partir, es decir, cual es la meta por la que iniciamos un viaje. E iniciarlo con total convicción de que es posible llevarlo a cabo.
En segundo lugar es necesario trazar la ruta por la que transcurrirá el viaje hasta su fin.
En tercer lugar proveernos de las herramientas, útiles y demás que faciliten el trayecto.
En cuarto lugar encontrar el marinero ideal que ejerza como capitán y que cuente por su forma de proceder con el respeto, la confianza y la admiración del resto de la tripulación.
Y ya por ultimo, una Nao en perfecto estado y por la que derrocharemos el máximo cuidado para que su casco, tanto externo como interno, no sufra el más mínimo daño. Si no fuera así, tentamos la suerte de ser tragados al fondo de las más oscuras profundidades del océano.
Teniendo en cuenta estas cinco recomendaciones elementales, podríamos ponernos en marcha y emprender el viaje. Y muy probablemente cruzaríamos el océano con todas sus adversidades.
Cuando a mediados del 86 se inicia este nuevo recorrido sin trazar una ruta firme y clara a seguir…, donde se comienza a atajar según el momento o se cambia de rumbo dando bandazos…, solo para aprovechar la orientación del viento, muy difícilmente será posible continuar en la misma trayectoria.
Cuando se comienza a sembrar dudas entre los que conforman el pasaje, del puerto final a donde queremos llegar…., porque cada cual tiene previsto un fin distinto, estamos alentando un motín a bordo.
Si como motor que lance nuestra nave lo que aprovechamos es el rebufo de un trasatlántico…, creyendo que nos beneficiará con el vaivén de las corrientes marinas.
Y resulta que cada ola (a veces impulsada por el mismo trasatlántico) nos golpea, desquebraja y quiebra el casco de nuestra Nao IU, malos augurios le espera a este viaje.
Y si Colón por último hubiera dudado antes de ponerse en marcha…, si cada día en su diario de abordo hubiera marcado un objetivo distinto de dicha campaña…, si por encontrar tripulación cualquiera le hubiera valido…, (incluso los interesados en el fracaso de su conquista…).
Y si ante tantas dudas y contradicciones, perdiera Colón la confianza, el respeto, la admiración, la ilusión y la esperanza de toda su tripulación … ¿Creéis que lo hubiera conseguido?
Probablemente hoy nuestros hermanos latinos estarían celebrando el haberse librado de la conquista de los españoles en el nuevo continente, por no haber llegado nunca.
Habrían quedado perdidos, abandonados a la deriva en la inmensidad del océano, sin rumbo, sin norte, sin motor, sin recursos, amotinados contra un capitán a punto de ahorcar y con una Nao, que hace agua por todas partes de su casco.
¿Qué probabilidades les queda de sobrevivir a semejante travesía?
La única esperanza que les queda está atada a su babor olvidada, con un motor viejo, pero fuerte y capaz de ilusionar de nuevo a todos sus hombres y mujeres, la lucha de la clase obrera.