Se acercan las Navidades, tiempo de Amor y Paz en su imaginario, y no la veo a usted tan tranquila como le corresponde por tradición.

Motivos no le faltan, desde luego, pero, como no es por culpa nuestra, yo le ruego que nos declare un alto el fuego unilateral, aunque sea una tregua-trampa, y nos deje pasar estos días en relativa calma hasta que los Reyes nos pongan el carbón que nos toca por haberla disgustado tanto sin apenas darnos cuenta.

Resulta que sus más conspicuos representantes de la globalización se dan el bacatazo financiero, que los gurús que jugaban con sus ahorros se desvelan como vulgares chorizos y usted, como si no tuviera bastante con el fracaso capitalista, vuelve a las andadas de una pelea barriobajera con los peores discursos posibles sobre materias tan sensibles como el terrorismo, los nacionalismos y como el mismísimo mayo del 68, que ya es un tema pasado pero que nos sigue diciendo cosas a muchos de sus supervivientes.

Comprendo que le horrorice la foto de los niños vascos recibiendo regalos en un ritual relacionado con gente que tira de pistola.

Nosotros, como estamos acostumbrados a buscar la playa bajo los adoquines y a nuestros muertos en las cunetas, y siempre sufriendo la incomprensión de muchos, hemos tenido que aprender a desvelar muchos trucos despistantes y, entre otros, sabemos que lo de explotar la imagen de los niños es cosa de siempre, con distintos grados y motivaciones pero con la misma intención publicitaria. Ya sabe usted que los niños y las mujeres son los «daños colaterales» favoritos de toda ofensiva que quiera arrasar al enemigo y también sabe usted que a los niños se les cambiaba de padres, por asesoramiento estratégico de psiquiatras, para extirpar la transmisión de pensamiento revolucionario. Y esto ocurrió cuando ya el enemigo estaba vencido militarmente. La Biogenética en sus manos tendría, claro está, siempre que la Patria estuviera en peligro, inquietantes aplicaciones.

Le horrorizan a usted esos niños «manipulados» por los «terroristas y sus adláteres». Bien. En materia de niños que las pasan mal, o que están en peligro, podría usted investigar con premura la situación de los que tiene usted alojados en Centros de Acogida de alguna Comunidad dirigida por «Dama, Dama, que hace lo que le viene en gana». O la formación que, en pleno uso de sus libertades de conciencia, tal y como usted la entiende, se imparte en exclusivos colegios de vinculación religiosa que enseñan que la homosexualiodad es una enfermedad, o el caso de esas niñas a las que dan cursos para no mostrar las bragas por delante aunque la moda que usted practica con «femenina» coquetería, las enseña por detrás.

Por desgracia, querida señora, lo de manipular niños es vieja costumbre del Poder. Algunas veces con resultados ridículos: No hay más que ver esa secuencia de Don Francisco Franco con su hija Carmencita emitiendo un mensaje urbi et orbi, para todos los demás niños (ya no me acuerdo si de España o del Mundo). Pero los resultados, por ridículos que sean, no quitan gravedad ni a la intención ni a la hipocresía del que denuncia en los demás lo que está practicando en beneficio propio. Y usted, señora, que tanto habla de que cualquier intento de Educación Cívica es un adoctrinamiento intolerable, tendría que demostrar que la Libertad que usted reclama para sí nos pueda servir, también, a los demás.