El paso de 2010 a 2011, no significa otra cosa, aparte de buenos deseos, que continúan los mismos problemas sociales y que éstos exigen soluciones que no llegarán con el gobierno del PSOE, y menos con el del PP. Problemas graves que exigen soluciones urgentes, inmediatas, y otras a medio-largo plazo para las cuales son imprescindibles políticas radicalmente diferentes a las actuales.
Y nos encontramos con un gobierno y con un PSOE enfangados en la entrega, claudicación, mediocridad y engaño permanentes. Con un PP dispuesto a recoger la herencia de una política impuesta por el sistema de poder y sus representantes financieros y usureros, para que le sea más fácil clavar el último clavo al féretro del moderado estado de bienestar parcial y actual. Unos nacionalistas que defienden identidades falsas y obsoletas pasadas por el imperativo de los «mercados» y de Wall Street, exactamente igual que el PP y el gobierno, como se pone de relieve con el triunfo de CIU en Catalunya y sus planes de privatización y reducciones sociales. Una IU que consolida su política y avanza gradualmente, a pesar de las quintas columnas que intentan otra cosa y con una dirección que debe solucionar los problemas de las expulsiones para lanzarse a fondo a la conquista de un amplio espacio, posible y necesario. En este marco, los sindicatos deberían jugar un importante papel de explicación, organización y coordinación de los esfuerzos y acciones, encabezando socialmente la movilización frente a las políticas neoliberales en empleo, pensiones y derechos sociales, del gobierno, criticadas alguna de ellas con la boca pequeña por el PP y nacionalismo de derechas, pero satisfechos de que los haga un partido de teórica orientación de izquierdas, ya que así es más fácil su imposición.
La situación no da más de sí y se hace necesario un verdadero cambio con medidas concretas, ahora, para mitigar y reducir las graves carencias elementales de mucha gente en trabajo, vivienda, pensiones y comida diaria garantizada, y para ir construyendo pacientemente una alternativa de futuro.
Y las cosas no están fáciles. La sociedad está en gran parte desmovilizada. Durante un largo periodo en este país, y en otros, se ha creído en milagros económicos y de enriquecimiento fácil que eran puros espejismos creados y amoldados por el capitalismo neoliberal para adormecer a la clase trabajadora en su conjunto. Y esto pesa. La responsabilidad es compartida por el movimiento sindical y por la izquierda, aunque la principal responsabilidad política recae sobre un gobierno y un partido que desde el año 2004, después de que el PP saliera derrotado, se dedicó a continuar con la misma política practicada por éste durante 8 años, sin intentar siquiera cambios progresivos en la estructura económica y financiera y, sobre todo, en la mentalidad de la gente, potenciando la cultura de la participación y del compromiso permanente y otros principios y valores que no fueran cambios periféricos de las costumbres. Ahora, ante la continuación de las agresiones sociales y económicas a la mayoría de la clase trabajadora, asalariada y autónoma, no cabe otra posición que la resistencia y la defensa de propuestas diferentes. La reforma laboral aprobada hace unos meses está actuando ya negativamente sobre los asalariados y asalariadas. La reducción de salarios de los funcionarios y de las pensiones, también. Viene el pensionazo, ante el cual, con más razones y argumentos que el 29 de septiembre, debe haber una respuesta lo más contundente posible. No hay todavía en el momento de escribir estas líneas una convocatoria de movilizaciones y de huelga general. Debería haberla.
Afrontar la realidad exige, hoy más que nunca, de convicción, programa y propuestas de cambio, inteligencia para defenderlas y compromiso solidario de la gente y con la gente que no abdica de luchar y de cambiar las cosas. Y esperanza en la posibilidad de hacerlo. No es momento de falsos optimismos, sino de la razón como elemento imprescindible para enfocar el presente y construir el futuro. Frente a los integristas del mercado y de la servidumbre al capital, la defensa de los derechos económicos y sociales conquistados con la lucha, la planificación democrática de la economía, y no perder en ningún momento el horizonte de democracia participativa y total, también y especialmente en la economía y en las finazas, orientada al socialismo. Actuar y educar con el ejemplo. No hay otra alternativa, salvo que nos adecuemos al capitalismo y al neoliberalismo.