No hace mucho (julio–diciembre 2010) se pudo ver en Madrid, en la sala de exposiciones que la fundación de la Caixa tiene en la capital del reino, una exposición sobre Federico Fellini, sorpresivamente nada, o poco y negativo, se decía de su militancia comunista, nada de su compromiso intelectual con los intereses de la clase obrera en sus películas, nada de sus apuestas en cientos de campañas desarrolladas por los trabajadores italianos contra el capitalismo. Lo más curioso es que utilizaron imágenes de esas películas donde se critica sin miramientos a la iglesia, a la democracia cristiana, y se ensalza la organizaciones de los trabajadores y las huelgas, para mediante los textos que las acompañan en las paredes, manipular y darles un significado completamente contrario al que políticamente tenían.

Estéticamente lo que se veía en la exposición era Fellini, con toda su grandeza, con toda su belleza, si no paras a leer esos textos que acompañan toda la exposición, hasta puedes salir satisfecho de lo que has visto. Pero si te paras a leer esas blancas paredes rotuladas de letras, sales de la exposición, indignado, y angustiado de imaginar que pensaría Fellini, y que haría se pudiera defender. Lo más seguro es que hubiese corrido a “mamporrazos” al mal intencionado comisario Sam Stourdzé1 y a su adjunto Alexander Thervath2. No sólo Fellini, deja de ser, por arte de magia, militante comunista, es que lo convierten en ferviente cristiano, y todo ello en base a una carta, una, que escribió a un cura, jesuita y posiblemente comunista como él, (nada de ello se dice, salvo que era cura), y culminan la burda manipulación, haciendo el cartel de la exposición, con una fotografía de Fellini, mirando al cielo con las palmas de las manos juntas, seguramente en señal de “Mamma mia”, pero que con un pie de pagina que resalta una supuesta ambigüedad religiosa. La sensación, de no conocerlo, es que esta rezando a la virgen santa.

El acto en sí, para el público en general puede pasar desapercibido, pero al escuchar a la propia coordinadora de la exposición Montse Sánchez en la rueda de prensa de dicha exposición que puede escucharse en:

Oído, uno despeja todas sus dudas, y encuentra cual es el fin de exposiciones como ésta, que organizan las obras sociales de las cajas de ahorro, cuando escucha a la coordinadora de la exposición decir textualmente, la exposición tiene como fin, “hacer una revisión global del universo felliniano”, es evidente, y hay que denunciarlo. La democracia cristiana catalana, el socialchovinismo catalán, y la izquierda pseudoverde , utilizan la caja que era de todos los catalanes, para revisar la historia y la biografía de todos los intelectuales comunistas que necesiten según ellos una relectura de su vida y obra, y por supuesto alejándola de su compromiso militante, y de su ideología confesada, no imaginada. Seguramente se pueda especular sobre la ambigüedad religiosa de Fellini, entrar en lo que pudo sentir en su foro interno es un ejercicio meramente especulativo, lo evidente es que fue militante comunista, sin duda, les guste o no a los enemigos de esa ideología y a sus fundaciones pagadas con nuestros impuestos.

Pero lo que pudo ser una situación casual del momento, un acto de revisionismo histórico pagado con dinero público, se convierte en método cuando en el momento actual, en otra sala de exposiciones de la capital del reino, otra caja la propietaria de la Casa Encendiada, Caja Madrid, realiza otra exposición, esta si, con menos miramientos, y descaradamente anticomunista, titulada “La Caballería Roja. Creación y poder en la Rusia Soviética”, donde a través de la misma técnica que la de la Caixa, con imágenes reales, en este caso también de artistas comunistas, que expresan lo que expresan, muchas de ellas de manera realista, haciendo una utilización de los textos de las paredes, y de los pies de las obras, se ataca sin decencia al pueblo ruso, al partido bolchevique, y a todo lo que tenga un olor de poder popular, con el solo fin de revisar la obra de la revolución de octubre, y de el ejercicio real del poder de la clase obrera.

En este caso la manipulación es más burda e histriónica, la personalidad de Fellini es menos conocida que el mundo soviético, si no leemos los textos, la exposición nos evoca el momento creativo tan importante que se dio cuando el pueblo tomó el poder y se dispuso a gestionar su destino, como las energías creativas surgen sin freno, en lo político, en lo militar, en lo artístico, como el pueblo, y los elementos que les acompañan en el mismo fin, alcanzan objetivos inimaginables para cualquier empresa privada o fundación bancaria, una realidad que a fecha de hoy, solamente se intenta desprestigiar o en el mejor de los casos ocultar.

Pero como las obras de arte, o de otro tipo, si son físicas son difíciles de destruir, lo mejor que se puede hacer es manipularlas, darles un significado distinto del que tienen. Todo lo malo de la época lo hizo Stalin, lo bueno, prácticamente también, al menos él decía que había que pintar y como, y el que no pintaba como él quería o escribía lo que él quería, pues era un autor perseguido y esclavizado. Menos mal que como puede verse en la propia exposición, allí se pintó de todo, vanguardismo, realismo, de todo, y se escribió de casi todo, como en todas partes, es evidente que en la dictadura del proletariado nadie puede hacer odas a la explotación del hombre por el hombre, ni elogiar el trabajo del terrateniente, pero claro, utilizando obras de autores reconocidos militantes comunistas, junto a valoraciones anticomunistas, hacemos una exposición que ridiculiza o minimiza el esfuerzo realizado por el pueblo soviético en su revolución como intento de superar el capitalismo, y de su experiencia de gestión durante los años posteriores.

El título de la exposición, inspirado en la obra de Kazimir Malévich, la Caballería Roja de 1930, obra que se encuentra en el inicio de la exposición, y que normalmente está expuesta en el Museo Estatal Ruso de San Petesburgo, para la comisaría de la exposición, Rosa Ferré3, parecen ser no mas que manchitas rojas sobre rayas paralelas de colores, pero para su autor, que la tituló, Caballería Roja, fue y es la vanguardia del pueblo, que va a enfrentarse con la caballería blanca, a cuerpo descubierto, contra la misma caballería que poco tiempo antes, había masacrado a ese mismo pueblo, cuando hacía huelgas y se manifestaba contra el Zar y los explotadores patrios y foráneos. Ese cuadro es un orgullo para cualquier obrero consciente, y no creo que Stalin tuviese nada que ver en su realización.

Pero lo más burdo de la exposición, se encuentra en un descansillo, antes de bajar al espacio E, en el mismo se recrea, de nuevo en letras pegadas en la pared, un texto recurrente del anticomunismo a lo largo de la historia, lo que se ha venido en llamar por los autores antisoviéticos el “testamento de Lenin”, (que por cierto aparece un retrato suyo vivo, que estremece). En la pared puede leerse, que aunque Lenin eligió a Stalin como sucesor, en su “testamento” lo define como bruto, y que entre comunista valía esta manera de comportarse, pero no como secretario general. Este supuesto testamento fue escrito entre el 23 diciembre de 1922 y 5 de enero de 1923, son notas dictadas, y un post-scriptum. En mayo de 1922 Lenin había sufrido su primer ataque de parálisis.

No entraré en profundidad, en una crítica exhaustiva sobre este supuesto testamento, y en las condiciones en que supuestamente fue redactado, el XIII congreso del partido bolchevique ya lo trató, y así lo recogen sus actas, y en resumen Gerard Walter, en su obra Lenin, ed. Albin Michel, 1971.

En lo que sí entraré, es en lo obvio, “Lenin eligió a Stalin ….” Es evidente que la comisaría de la exposición, confunde el estado soviético nacido de la revolución de octubre, con la monarquía juancarlista, en lo que se refiere a la sucesión del jefe de estado. Lenin no tenía entre sus potestades, como Franco, elegir a su sucesor. La realidad es bien distinta, Stalin desde 1919, fecha del VIII congreso era miembro del Buró político, al lado de Lenin, Kamanev, Trosky y Krestinki. Cualquiera que conozca el funcionamiento de un partido comunista, y tras una guerra civil como la que había vivido Rusia, el llegar a un cargo de esa responsabilidad suponía tener el respaldo, y el voto de miles de militantes obreros/as, campesinos/as, y militares. Al mismo tiempo, junto a otros cuatro miembros del Comité Central, fue miembro del Buró de organización. En el XI, Congreso, el 23 de abril de 1922, sobre la propuesta de Lenin, fue nombrado Jefe del Secretariado y Secretario General. Las actas del Congreso como todas, están publicadas, y pueden consultarse en ellas los votos a favor y en contra.

El personaje, nos podrá gustar más o menos, pero que fue elegido democráticamente por el instrumento con que los revolucionarios se habían dotado para dicho fin, es más que evidente. Estamos hablando del año 1922, las supuestas matanzas y las deportaciones no habían comenzado aún.
Por lo tanto, Lenin no eligió a su sucesor, así no se hacían las cosas, Stalin no dibujaba, y visto tanto ímpetu creativo en la época, literario, musical, pictórico, cinematográfico, etc., parece mentira la conclusión de la exposición en la que se encasilla y califica a todas las organizaciones de artistas de la época de organizaciones sectarias del régimen estalinista. En el mismo sentido parece desproporcionado, resaltar , del modo que se hace, el papel de los artistas que según la exposición fueron reprimidos en las brutales purgas promovidas por Stalin a finales de la década de los 30. (sic.)

Insisto, si uno no lee los textos de las paredes y pies de obra, comentarios totalmente subjetivos sobre las mismas y la época en que fueron creadas, la exposición estéticamente, como el retrato de Lenin estremece. Si hacemos lectura de cada uno de los ideológicos enunciados en dichas paredes, nos encontramos con una exposición revisionista de la historia, que ridiculiza por minimizar, el papel jugado por los obreros y campesinos soviéticos, por sus estructuras políticas, por sus líderes, dejando en una anécdota individualista todas y cada una de las obras realizadas entre 1917 y 1945. Y lo peor de todo es que se hace con dinero público, y en instituciones, donde supuestamente los trabajadores y los comunistas tienen representantes. No obstante, y teniendo en cuenta estos postulados, la exposición debe ser vista, y que cada uno juzgue en conciencia lo que desde estas líneas he querido expresar. El retrato de Lenin, en el que aparce vivo, es estremecedor, su mirada debe ser mirada, y que comunique a cada uno lo que logre comunicar. Lo cierto es que quien lo hizo, consiguió su fin, aunque otros intenten ahora ocultarlo.

Ni que decir tiene que ninguna de estas exposiciones tienen libros de visita, donde los espectadores podamos dar nuestra opinión, ni los comisarios direcciones donde poder “felicitarles” por su trabajo.

1. Sam Stourdzé: Director del museo del Elyseo, Lausanne. Suiza. En el mismo se exponen fotografías. Y es autor de una obra sobre Chaplin, basada en fotos del mismo y de su obra. En Internet, no se le conocen más méritos.

2. Alexander Therwath: Autor del otro Chaplin, exposición de fotografías sobre el mismo. En Internet tampoco se le conocen más méritos.

3. Rosa Ferré: Escultora catalana.