En un chiste que ha circulado por Twitter alguien le pregunta a Urdangarín. “¿Cómo ha ido la declaración?” Y Urdangarín responde: “Como siempre, a devolver”. Quizás, a estas alturas, habría que enfocar, junto a lo ocurrido, cuál es la estrategia para salvar al soldado Rayan. Porque el sistema nunca abandona a los suyos y la justicia, si le hacemos caso a Galeano, es como una serpiente (con todos mis respetos a los esfuerzos del juez Castro), que sólo muerde a los que van descalzos. Y Urdangarín, aunque le recomendaran que había que mantener las formas y que debía aparecer en un coche de gama media (un utilitario hubiese sido una especie de provocación), cuando, al final, todos los testigos desaparecen, se calza las botas de las siete leguas.

La estrategia que más usualmente está utilizando la sociedad del espectáculo que sufrimos, es la de la burbuja mediática. La imagen de la burbuja es bien conocida: se hincha, y se sigue hinchando, hasta que estalla, y aquí acaba todo. Y la memoria colonizada de la gente desparece: hay un fundido en negro, y empiezan automáticamente otras historias, otras imágenes, otros coches de gama media, otros gestos altivos preñados de desdén real, y otros chismorreos en el patio de monipodio del “belénestebanismo” nacional. Es decir, por muy escandaloso que sea todo, una vez que ha llegado al grado máximo de inflación, se presentarán, en forma de escudos mediáticos, los minuciosos tertulianos de charlaterios mil, en forma de cortesanos de una supuesta objetividad, que irán desmontando sin descanso la imagen negativa del yerno del Rey, hasta integrarlo, tarde o temprano, en la cuestión de estado en forma de “normalización” superadora de exageraciones, partidismos y sectarismos. Es decir, las aguas volverán a su cauce, aunque haya que ahondar y drenar ciertos cauces que han podido presionar demasiado sobre las aguas de la actualidad. Pero cada cosa requiere su tiempo: Maria Antonia Iglesias se ha adelantado en exceso, y el pastel de la “normalización” es de todos.

Actualmente, siguiendo una adivinación lógica, pueden estar considerando (los mejores asesores del reino del espectáculo) dos facturas: de un lado, la factura no leve de que se condene a un miembro de la casa real; de otro lado, la factura, tampoco leve, de que el vulgo piense que la justicia, tan influenciable, efectivamente solo muerde a la gente descalza, y naturalmente la casa real tiene zapatos de todos los modelos. Al mismo tiempo, los más sesudos juristas deben estar barajando estrategias de prescripción, de meros problemas administrativos, reglamentarios, de la necesidad, eso sí, de devolver algún dinero, de la posibilidad de que el socio no cante demasiado…

Yo cada vez añoro con más fuerza al Gallego Hiperbólico. Hagan la siguiente mezcla: los juicios a Garzón y la inhabilitación final, producida el día del Tejerazo; la presencia, entre los defensores de Garzón, de quienes concibieron una ley de memoria anoréxica; el patriotismo recortador de ZP (“lo más importante hoy es la E de España”); la aniquilación en un pis-pas de los sindicatos por parte del PP… En fin, no sigo: sumen, en todo caso, para completar la escena, los epifenómenos del modelo de crecimiento español (Gürtel, EREs y Urdangarín). ¿No les sale un esperpento? Y que conste que el exagerado no soy yo, es la realidad “normal”.