El autor de Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas, Ray Bradbury, falleció el pasado día 5 de junio en su casa de Los Angeles tras una larga enfermedad a la edad de 91 años. Con su muerte se va, sin duda, uno de los grandes nombres no sólo de la ciencia ficción sino también de las letras anglosajonas del siglo XX.
Bradbury nació en 1920 en el estado norteamericano de Illinois pero vivió en Los Angeles desde 1934 hasta su fallecimiento. Completamente autodidacta, se empapó de grandes como Shakespeare, mitos de la ciencia ficción como Wells o Verne, pero sobre todo reconocía su devoción e influencia por ese auténtico genio llamado Edgar Allan Poe.
Su primera gran obra, Crónicas marcianas, se publicó en 1950. Con un acentuado poso romántico y una gran carga social, aquel compendio de relatos reconvertido en novela narraba la conquista de Marte por parte de la raza humana y su consecuencia para los nativos del planeta rojo: la extinción.
Pero sin duda su obra culmen, o la que acabaría dándole el renombre mundial, fue Fahrenheit 451, publicada en 1953. En ella nos encontramos un mundo disutópico en donde el gobierno utiliza al cuerpo de bomberos para organizar quemas sistemáticas de libros, pues estos “impiden a los ciudadanos ser felices”.
En 1989 fue nombrado Gran Maestro de la SFWA (Asociación de autores de ciencia-ficción norteamericanos) y en 1999 recibió el SF Hall of Fame por toda su carrera. De todos sus libros se han vendido más de ocho millones de copias en 36 lenguas.
Su nombre pasará a la historia de la ciencia ficción como uno de los grandes escritores del siglo XX, junto a autores como Asimov o Conan Clarke.