Je suis Charlie, porque hay que levantarse contra la infame masacre de los periodistas y caricaturistas del consejo de redacción de Charlie Hebdo. El 11 de enero cuatro millones de personas tomaron las calles de Francia en nombre del derecho a la libertad de expresión, pero también de la paz y la convivencia. Estuvimos allí, en las calles de París, con Cayo Lara, con José Antonio García Rubio, con Manolis Glezos -lápiz en la mano- y sus compañeros de Syriza en el Parlamento Europeo, con Pierre Laurent y Melenchón, con todos los camaradas del PCF y el Front de Gauche, con la izquierda europea. Fueron millones los que se solidarizaron desde todo el mundo.
Pero también hay que levantarse contra cada uno de los crímenes que han sesgado la vida de 2.271 periodistas durante los últimos 20 años cuando cubrían noticias en todo el mundo, según un informe de la Federación Internacional de Periodistas (FIP). El asesinato de los profesionales de la comunicación es una realidad demasiado cotidiana y silenciada… porque nos pilla lejos o porque miramos a otra parte.
Francia, el Reino Unido, Alemania, España, Italia, cuyos jefes de Estado y de gobierno se hacían la foto en París, en nombre de la libertad de expresión, son miembros de la OTAN que bombardeó la sede de la televisión pública en Bagdad, en Belgrado (murieron 16 personas) y en Trípoli. Europa ni se inmutó. Je suis todos ellos. Eso también fue un atentado criminal a la libertad de expresión, porque no puede ser secuestrada por el bando de los que tiene las bombas.
Je suis Jose Couso, el cámara de televisión asesinado por los soldados estadounidenses cuando cubría la guerra de Iraq. Los soldados sabían que el hotel Palestine era donde se alojaba la prensa internacional, los ojos del mundo. Aún así un tanque les puso en su punto de mira y les disparó matando también al periodista ucraniano Taras Protsyuk. No fue un accidente. Fue una advertencia. Simultáneamente las fuerzas militares estadounidenses atacaron, en el plazo de tres horas, las tres grandes sedes de la prensa internacional en Bagdad. Otro periodista perdió la vida y otros muchos resultaron heridos. Casi 12 años después nadie ha sido juzgado. Estados Unidos ha presionado al gobierno español para cerrar el caso.
Tampoco se juzgó nunca a los fascistas de la Triple A que hace 33 años atentaron contra otra revista satírica, El Papus, esta vez en Madrid. Un artefacto explosivo, que pretendía una matanza como la de los abogados de Atocha, 9 meses antes, acabó con la vida del conserje y dejó a 17 heridos. Por eso Je suis el Papus, como lo dice Dolores de Redondo en las páginas de opinión de este número.
Y Je suis todos y cada uno de los periodistas que cada día se juegan la vida y la de los suyos por creer y ejercer honestamente y desde la profunda convicción y vocación, su profesión. El año pasado fueron asesinados 128 periodistas en 32 países. Muchos más son los extorsionados, amenazados y agredidos.
En Colombia, desde 1977 hasta la fecha se han asesinado a 142 periodistas. Sólo en 19 casos se han presentado condenadas, todas de autores materiales. México es otro de los países más peligrosos, junto a Brasil y Honduras, donde han aumentado los asesinatos a periodistas desde el golpe de Estado a Zelaya. Casi todos los crímenes quedan impunes.
El periodismo es una profesión de alto riesgo cuando se investiga en las trastienda del poder. En España, en Europa, no se mata, se despide. El caricaturista Maurice Sinet, uno de los fundadores de “Charlie Hebdo” fue uno de ellos. En 2008 publicó una sátira sobre el futuro matrimonio del hijo de Sarkozy con una rica heredera judía diciendo que el joven se iba a convertir al judaísmo para poder “tener una larga vida”. Le criticaron por antisemita, el entonces director, de Charlie Hebdo, Philippe Val, le pidió que presentara disculpas, el autor se negó y fue despedido. En España también hay ejemplos y Vázquez de Sola lo sabe bien.
Salud democrática
El derecho a la información es tan esencial para la democracia como lo es la educación para la emancipación, y la sanidad para la cultura. Aunque sea intangible y no tenga mareas que salgan masivamente a la calle. Si se recorta ese derecho se debilita la información, la conciencia y la capacidad de respuesta. Lo están intentando aprovechando la ola de la sociedad del acontecimiento y del espectáculo. La prueba es que cada vez hay más gabinetes de comunicación y menos periodistas, más plasma y menos preguntas, más entretenimiento y menos periodismo.
Defender el derecho a la información es defender una radiotelevisión pública al servicio de los ciudadanos. Y Ecuador es un buen ejemplo a seguir, como lo es Argentina en su apuesta por ese modelo de reparto de los medios de comunicación en tres tercios: un tercio para los medios privados, un tercio para los públicos y un tercio para los comunitarios.
Mientras eso llegue el derecho a la información pasa por defender y recuperar la democracia en los canales públicos, en RTVE, en la reapertura de Canal Nou, en la democratización y readmisión de los 861 trabajadores despedidos de Telemadrid. Syriza, en su primer consejo de gobierno ha decretado la apertura de su televisión pública porque sabe que es vital.
¿QUÉ HAY DETRÁS DE ESE ASESINATO TERRORISTA?
Los 56 jefes de estado y de gobierno que fueron a hacerse la foto el 11 de enero en Paris lo saben bien, aislados en una calle cerrada y cercada sólo para ellos. Saben que recogen las tempestades que han sembrado sus guerras imperialistas para quedarse con los recursos energéticos de los países a cualquier precio, pasando por el fomento del terrorismo. ¿Qué hacía ahí Rajoy defendiendo la libertad de prensa mientras impone la ley mordaza en España? ¿Qué hacía Netanyahu hundido hasta el cuello con la sangre de 2.000 palestinos masacrados este verano en la Franja de Gaza, de los niños bombardeados mientras jugaban en el parque, y los palestinos que caen en un goteo diario y silencioso en esa gran prisión rodeada y atacada por tierra, mar y aire? Por cierto, 16 periodistas fueron asesinados durante la ofensiva a Gaza. Y un avión de combate israelí bombardeó las oficinas de Al Yazira y de la agencia AP. ¿Qué hacía el presidente ucraniano mientras recorta la democracia y asfixia la vida de los ciudadanos de Donbass, donde vive un octavo de los habitantes del país? 13 periodistas fueron asesinados el año pasado en Ucrania.