Desde los últimos años, la espiral en ascenso del independentismo y el denominado “procés” (proceso) soberanista ha dominado por completo la política en el anteriormente conocido como “oasis catalán”. Cualquier otro ámbito ha sido supeditado o escondido detrás de la bandera del nacionalismo, con la ayuda de los medios de comunicación favorables al proceso, tanto privados (Grupo Godó, La Vanguardia…) como públicos (TV3, Catalunya Ràdio…).
Las políticas neoliberales de los gobiernos de CiU, en los últimos años con la total complicidad de ERC, encaminadas a la privatización de los servicios públicos, los recortes en materia de dependencia o cooperación, han dejado de ser noticia. La conflictividad social ha descendido al pasar a un segundo plano las reivindicaciones sociales pese a ser Catalunya líder en desahucios, en número de hogares que sufren pobreza energética, pese a haber congelado en los últimos presupuestos las partidas dedicadas a combatir la emergencia social que sufre el país, el 20% de población en riesgo de pobreza o el 26% de pobreza infantil. Tampoco tener la sede embargada por los numerosos casos de corrupción que afectan al corazón mismo de la formación nacionalista, a sus fundadores durante años idolatrados, parecen generar en las filas independentistas el rechazo que cabría esperar.
Sin embargo, y afortunadamente en este caso, Catalunya nunca ha sido ajena a los cambios que se han producido en el resto de España. La ola de nuevos gobiernos surgidos de las confluencias locales, formadas por diferentes fuerzas de la izquierda (básicamente alrededor de IU y Podemos), también ha llegado a Catalunya, no sólo a Barcelona, de la mano de Barcelona en Comú y Ada Colau, también en numerosas ciudades del territorio catalán, especialmente en el área metropolitana.
El éxito de las confluencias no ha pasado desapercibido para los brillantes artífices de las estrategias electorales de CiU. Es en este contexto de nuevas elecciones anticipadas donde el espectro político actual que representaba el proceso soberanista (CiU-ERC) va a quedar camuflado tras unas nuevas siglas, instrumentalizando la idea de confluencia impulsada y llevada a cabo por la izquierda, para dar credibilidad al mantra de las elecciones plebiscitarias, repetido hasta la saciedad. Es en este escenario, por tanto, donde se dan lugar los dos principales actores de esta encrucijada catalana: Junts Pel Sí y Catalunya Si Que Es Pot.
A parte de la derecha unionista representada por el PP y Ciutadans, Junts Pel Sí es la unión de Convergència Democràtica de Catalunya (ya sin sus históricos socios de Unió Democràtica de Catalunya) y de ERC, junto un cabeza de lista que fue eurodiputado de ICV, Raül Romeva, y una serie de independientes de la autodenominada “sociedad civil” (Assemblea Nacional Catalana, Omnium…) todos ellos satélites sobradamente conocidos de CiU y ERC. Junts Pel Sí se presenta sin más programa que el sí a la independencia y sin haber hecho balance del gobierno anterior, con un candidato que, en caso de ganar, deberá investir como President a, exacto, Artur Mas. Una jugada perfecta y un perfecto sinsentido. A cualquiera con un poco de sentido común le resultará sencillo darse cuenta de que la independencia no puede ser un objetivo programático porque no es posible de forma unilateral sin unas consecuencias nefastas y porque tampoco es realizable a corto plazo. Las personas que voten Junts Pel Sí, empujadas por un legítimo y respetable sentimiento independentista, ¿sabrán lo que están votando, qué modelo educativo, qué sanidad, qué proyecto político?
En el otro lado nos encontramos con la coalición formada por ICV, Podemos, EUiA, Equo e independientes, Catalunya Sí Que Es Pot (Catalunya Sí Se Puede) con el activista del movimiento vecinal Lluís Rabell al frente, que pretende corregir el sesgo que Junts Pel Sí está provocando en la forma de entender estas elecciones y de vaciar la campaña de contenido político. Catalunya Sí Que Es Pot denuncia lo que Junts Pel Sí se empecina en ocultar, a riesgo de ser tachados sistemáticamente de unionistas. Denuncia el empobrecimiento de las clases populares catalanas durante los gobiernos de CiU, y ERC como socio complaciente, la instrumentalización del independentismo con el único objetivo de desviar la atención de la corrupción que azota a CiU y de las consecuencias que han provocado las políticas regresivas que ha apoyado en el Congreso y Senado. Catalunya Sí Que Es Pot, en definitiva, juega en un tablero en el que la batalla se da entre clases y no entre pueblos, donde el enemigo es el mismo a un lado y al otro del Ebro: el capitalismo y sus élites.
Pase lo que pase el 27-S, es imprescindible que todo el abanico de la izquierda que se reclama transformadora confluya en un programa social contra los efectos de la austeridad y de la crisis capitalista en la mayoría social. Debemos evitar que esta encrucijada a la que nos han llevado nos deje ante una sociedad con identidades enfrentadas mientras las políticas neoliberales continúan avanzando sin freno. Esa también es la labor de los y las comunistas en el escenario que se vislumbra en Catalunya.
Secretario de Acció Política del PSUCviu