Tres proyectos de clase
Nos encontramos con varios proyectos que se confrontan y que podrían resumirse de la siguiente forma:
Un primer proyecto de carácter continuista, donde cabría incluir al empresariado tradicional español de sectores como el inmobiliario, el turístico o de restauración. A nivel de geografía electoral su apoyo se concentra en las provincias del interior, zonas de agricultura subvencionada por la UE y sector servicios tradicional. La prioridad política de dicho proyecto es constitucionalizar las políticas de austeridad, y en especial, la adopción de una reforma electoral de cara?cter mayoritario.
Existe un segundo proyecto de carácter regeneracionista definido como la necesidad de asumir cambios superestructurales sin modificaciones en la estructura económica y laboral del país. Proyecto regeneracionista que necesita una especie de Segunda Transición para justificarse y que tiene fuertes bases de apoyo en sectores empresariales transnacionalizados. El elemento central de dicho proyecto es la reforma constitucional.
Un tercer proyecto vendría definido por la defensa de la ruptura democrática bajo la forma de proceso constituyente. Su más genuina expresio?n política es IU-UP y algunos sectores de la izquierda nacionalista. Sus bases electorales han quedado reducidas. Sin embargo, su base social puede ser más amplia sobre todo en las zonas de las periferias urbanas más afectadas por la precariedad laboral, sectores que son la base de una nueva expresión del conflicto social como el caso de Coca-Cola en Lucha o Movistar.
En estos momentos es evidente que las fuerzas políticas mayoritarias se sitúan entre el primer y segundo proyecto, buscando la síntesis entre ambos, nuestro reto es saber ver las contradicciones que estos posicionamientos pueden producir entre sus bases sociales para conseguir variar la correlación de fuerzas desde la presión social y el trabajo político.
Construcción de un nuevo país
La construcción de un nuevo país pasa por el cambio de estructura social y la derrota del bloque de poder responsable de la actual crisis, bloque formado por la alianza del capital financiero internacional con la clase empresarial de nuestro país. Sin la derrota de este bloque de poder es imposible la construcción de un nuevo país, lo que hace incompatible dicho proyecto con la modalidad de “reforma constitucional”, lo que lleva a afirmar la necesidad de impulsar un proceso constituyente que haga posible el programa de la revolución democrática en nuestro país.
Revolución democrática
Por tanto la cuestión social y condición periférica marcan las tareas prioritarias de la revolución democrática que se pueden resumir en impulsar un proceso constituyente para la construcción de un nuevo país en torno a tres pilares básicos: soberanía, derechos y trabajo garantizado.
A modo de resumen se puede plantear que para superar nuestra problemática social requiere afrontar el debate de la desigualdad y el debate de la desigualdad requiere superar nuestra condición periférica. Ambas tareas solo se pueden afrontar a través de la ruptura democrática con el marco social e institucional, claramente supeditado a intereses internacionales ligados con un sector empresarial nacional que es hoy hegemónico en nuestro país.
Desigualdad, precariedad, modelo productivo
La crisis ha evidenciando que nuestro país se sustenta en una serie de déficit históricos que hacen de la desigualdad el principal problema de nuestra sociedad.
Es imposible dar solución al gran problema de la desigualdad a través de una economía periférica y carente de capacidad de decisión en los elementos fundamentales que permitirían el impulso de un nuevo modelo de desarrollo en nuestro país, tal y como estamos definiendo en las propuestas que referenciamos en el programa electoral y en el discurso político de Izquierda Unida-Unidad Popular y que debemos profundizar en la segunda fase del Congreso en la elaboración de un Manifiesto Programa del PCE para este momento político. Al mismo tiempo la recuperación de nuestra soberanía económica es condición fundamental para poder afrontar con éxito la superación del principal problema de nuestra sociedad contemporánea: la precariedad laboral como realidad estructural.
La desigualdad social en nuestro país tiene su fuente principal en la precariedad laboral como realidad estructural y permanente en nuestra sociedad actual, en especial para sus generaciones más jóvenes. Esta situación de precariedad estructural es consecuencia de un modelo económico, de relaciones laborales, de modelo de estado y de toma de decisiones que es el causante principal de nuestra crisis actual, realidad que marca el fracaso de la economía de mercado y de la patronal como las instituciones rectoras de la sociedad española.
Soberanía y ruptura con la Europa del Euro
Es imprescindible tener claro que en el marco de la Europa del Euro, es imposible una salida social de la crisis, es imposible avanzar hacia el menor grado de justicia social, de distribución justa de la riqueza en un marco que no solo consolida el neoliberalismo, sino que pretende entregarse a los EE.UU. mediante un Tratado de Libre Comercio que acabaría definitivamente con la posibilidad de construir un espacio social en Europa.
Se trata por tanto de plantear las formas de romper esta Europa del Euro y construir con otras fuerzas y colectivos una alternativa para plantear una integración europea desde la horizontalidad, la solidaridad y la justicia social, la cuestión es plantear la puesta de los recursos de Europa al servicio de conseguir mejoras sociales, económicas y de todo tipo para la mayoría social, y conseguir la hegemonía de la clase obrera y sectores populares de la sociedad en la construcción de una Europa de los pueblos.
Centrar nuestra acción en el conflicto
Los resultados del 20-D parecen dejar la confrontación entre los proyectos de reforma y ruptura, ya que la simple continuidad del sistema parece imposible, por lo que nos debemos situar en un escenario de confrontación entre reforma y ruptura.
A partir de este análisis, es fundamental tomar en cuenta los profundos problemas derivados de la construcción de una sociedad basada en la precariedad y desigualdad como realidad estructural, realidad que nos abre la posibilidad de una reconstrucción de nuestro proyecto en torno a este nuevo asalariado urbano, con una realidad muy diversa y diferenciada según sexo y origen, resultado de una década de crisis, de retroceso de derechos y de políticas de recortes, siempre que seamos capaces de explicar cómo desde la simple reforma del sistema no tienen solución los problemas que sufre la mayoría social trabajadora, y que solo una ruptura con las reformas y recortes puede conseguirse una salida social, justa y democrática de la crisis.
Para ganar posiciones en la confrontación entre Reforma y Ruptura, planteamos centrar el eje de gravedad de nuestra actividad en la calle, en el conflicto, en la lucha, en la realidad cotidiana de la vida de la gente para desde ahí, construir un proceso de Unidad Popular en torno a un proyecto rupturista y de revolución democrática y social para confrontar con la ofensiva del sistema que busca su propia regeneración mediante la construcción de una nueva forma de representación política y social que se expresa bajo la idea de una segunda transición.
Segunda transición y ejes de consenso
La segunda transición, como la primera, plantea la sustitución de la idea de conflicto por la idea de consenso. Con ello se pretende sustituir –de momento con éxito– el ciclo de movilizaciones desde el que se impulsaba el cambio político en nuestro país, por una fase donde la idea de pacto pasa a primer término y las instituciones se convierten en el ámbito privilegiado de la vida política formal, y los pactos con los poderes económicos, la expresión de la vida política material, demasiados parecidos con la primera transición.
En este marco de recuperación de consensos, las clases dominantes pretenden ofrecer un pacto a las capas medias hegemónicas en las fuerzas políticas emergentes, que pasa por la inserción plena de dichos sectores sociales en la estructura política y de representación del país a cambio de mantener intactos los ejes centrales del régimen: la monarquía, la filiación atlántica y la OTAN como marco referencial de la política internacional, la aceptación de la Europa del euro, el turismo y los servicios como modelo económico, la precariedad laboral y la reprivatización de los cuidados con la vuelta a casa de las mujeres como realidad estructural y la centralidad del sector financiero como articulador político del países.
Construir un sujeto político para el nuevo tipo de conflicto social
Es necesario, por tanto, situar las prioridades políticas del PCE dentro de los tiempos políticos y las posibilidades que ha abierto el conflicto social en forma de disyuntiva: o bien entender que estamos en un ciclo corto, lo que supone tras las elecciones, recambio de actores, nuevos pactos y la vuelta de la “presunta normalidad” derivada de un cierto pacto institucional; o bien estamos en un ciclo largo, lo que nos plantea la necesidad de construir un sujeto político nuevo y de ruptura en torno al ejercicio de un nuevo tipo de conflicto social. El debate sobre la Constitución refleja esta bifurcación con todo su dramatismo: una reforma para la continuidad del régimen o un proceso constituyente para la construcción de un nuevo país.
La segunda transición parte de asumir el marco de la necesaria reforma de la Constitución, con las que participar de dinámicas continuistas, estabilizadoras de los elementos centrales del sistema, con el que se pretenderá enterrar el potente ciclo de movilización vivido en estos últimos años.
Segunda transición que pretenderá reeditar una dinámica de pactos y consensos de estado, que a diferencia de la década de los setenta y ochenta del pasado siglo, se darán en medio de una tormenta que viene empujada por el neoliberalismo financiero, la descomposición de Europa y la crisis terminal de sus clases medias, esto es, sin los marcos de estabilización e inserción social que hicieron posible la primera transición, es decir si la primera Transición se sustentó en la ilusión de conquistar la democracia y conseguir la entrada en Europa, esta segunda se trata de sustentar en el miedo y la desesperación de la mayoría social trabajadora.
Si, por el contrario, se rechaza participar en el marco de reforma, nos enfrentamos a un reto más interesante. Nos vemos obligados y obligadas a pensar un proyecto político a medio plazo, a tomarnos en serio la posibilidad de una ruptura democrática con el marco de dominio de las clases dominantes y a esforzarnos en configurar organizaciones fuertes y consistentes, en otras palabras, a organizar la máxima Unidad Popular.
La política de alianzas desde una perspectiva de clase
Para avanzar en cualquier propuesta de ruptura es fundamental definir una política de alianzas que nos permita sumar a quienes estamos por situarnos en el lado de la ruptura para la construcción de una nueva sociedad frente a quienes plantean la reforma del actual régimen para mantener el sistema varias décadas más, en este sentido planteamos una serie de cuestiones a debatir y concretar.
Articulación de un Bloque alternativo
Una de las principales conclusiones para la acción, tanto de la Conferencia Política como del XIX Congreso, fue que los comunistas debíamos contribuir a la organización de las víctimas de la crisis. Hoy podemos decir que este objetivo no ha sido alcanzado. Y la pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuál ha sido la razón? La respuesta a esta cuestión debe ser construida colectivamente para extraer las medidas organizativas a adoptar para lograrlo. La construcción de un bloque social y político de carácter alternativo pasa necesariamente por la consecución de este objetivo.