Se ha ido sin ruido, sin provocación. La gran artivista visionaria Shangay Lily que ruborizó a Rajoy acusándolo frente a frente de liderar un partido homófobo, que acusó a Esperanza Aguirre de censora nada menos que en su controladísimo TeleMadrid, en directo, se ha marchado en silencio, como una vieja gloria que no era, pues a penas contaba con 53 años. Cuando adolescente, en su Málaga picassiana, irrumpió en el mundo del espectáculo y advirtió que la senda por la lucha de los derechos humanos y de los derechos de los homosexuales en particular, no iba a ser un camino de rosas. Lo contaba sin ambages, con esa fluidez verbal que le caracterizaba en la noche madrileña, mientras los demás bebíamos cerveza y él pedía un vaso de agua de “El Aaiun” (“del ayuntamiento”, se apresuraba a corregir tras su guiño al Sáhara).
Shangay desprendía primaveras pero se ha ido en un abril luctuoso que nos ha privado también de otro grande como Paco Algora. Lo conocí gracias a la editorial Atrapasueños y a Joaquín Recio, su coordinador, hace cerca de diez años. Admiré enseguida su lucha, su trayectoria, su determinación. Coincidimos en varias fiestas del PCE e incluso presenté uno de sus libros insistiendo en la necesidad de artistas comprometidos con su tiempo y los más desfavorecidos, y en esta empresa Shangay era sin duda uno de los más destacados. Nos paseó muchas veces por La Latina y Lavapiés contando mil anécdotas de cada rincón. Un día subimos a conocer su estudio, Joaquín Recio y un servidor, nos había invitado a cenar para hablar de los pormenores de su próxima publicación y escalamos el cielo de Madrid por las alturas del barrio de la Latina hasta un palomar reconvertido en estudio-hogar, lleno de libros, cuadros, dedicatorias, sus extravagantes trajes que nos enseñaba con orgullo, los últimos artículos publicados, apuntes para obras próximas, su faralae, sus accesorios de actor… Todo su mundo en apenas 30 metros cuadrados. Sencillez y disciplina, así era Shangay en su mundo privado; extravagancia, provocación y humor a raudales, cara al público.
Había viajado por el mundo entero, conocía los secretos de la idiosincrasia de muchos países y sobre todo, era un interesante conocedor de las naciones que maltratan a los homosexuales en todas las formas de maltrato que nos podamos imaginar. Rechazaba el machismo hasta en el más minúsculo goteo, y por este motivo discutimos sobre las películas de Woody Allen, pero él estaba en lo cierto, cuando alguien toma una determinación su caminar debe ser como la “palma en verano”, que se mantiene firme aunque la bamboleen los vientos. Era un crítico feroz con la fiesta del orgullo gay por la mercantilización de la misma, por la podredumbre capitalista que la ha corrompido frente a su cariz reivindicativo.
Autor de libros como “Escuela de glamour”, “Machistófeles”, “Hombres y otros animales de compañía”, “Mari, ¿me pasas el popper?”, “La vida en rosa, rojo y violeta”, “Uterolandia” o “Burgayses”, había comenzado en el cine de la mano de Bardem y Aitana Sánchez Gijón. Participó en programas de televisión que lo llevaron a ser conocido en la pantalla “Esta noche cruzamos el Mississipi”, de Tele5, “Esta noche, sexo” de Antena 3 o “La Granja”. Dirigió su obra más conocida “Santa Miguel de Molina” cuando se cumplían 10 años de su debut en el cine. Era colaborador en prensa, actualmente en el diario Público, tanto en papel como en la actual versión digital, una voz particularmente definida por su poder contestatario y su crítica a la sociedad neoliberal y sus decadentes valores.
Su muerte nos deja huérfanos de compañero. Se ha ido un icono cultural y un icono de la lucha por los derechos humanos. Estaba especialmente involucrado con el caso del joven “Alfon”, y denunciaba lo injusto de esta condena cada vez que un foro se lo permitía. Alguien ha escrito por las redes sociales que gracias a personas como él, el mundo era un poco mejor, y estoy totalmente de acuerdo. Su lucha, mientras nos queden “uñas, salivas, y dientes”, como diría Miguel Hernández, nunca será en vano. Aprendimos mucho de él, de su postura y coraje, de su humor e inteligencia.
“A las aladas almas de las rosas, del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero” Que la tierra te sea leve querida Shangay Lily. DEP.