Escoréu, 24 d’Avientu de 1937
Ramón Lluís Bande

Título original: Escoréu, 24 d’Avientu de 1937.
País, año: España, 2017
Director: Ramón Lluís Bande
Productora: De la Piedra Producciones.
Género: Documental.
Duración: 67 minutos

—-

Título original: Ni siquiera una rosa.
País, año: España, 2016
Director: César Martínez Herrada
Música: Javier López de Guereña.
Fotografía: Satur Beltrán
Género: Documental.
Duración: 22 minutos

El 19 de noviembre en el marco del Festival Internacional de Cine de Gijón tuve la oportunidad de ver un filme excepcional por varios motivos contradictorios: Escoréu, 24 d’avientu de 1937. La enorme sala de un complejo de multicines, Yelmo, estaba llena a rebosar, lo que no parecía congruente con la naturaleza de lo que se iba a proyectar, un documental sobre la Memoria Histórica, algo que estaba muy lejos de los mundos que habitualmente llenan de palomitas este tipo de locales, frecuentados por adolescentes en busca de aventuras generalmente irreales. El público no era, claro está, el acostumbrado en ese tipo de sesiones.

En ese magma humano solidario y predispuesto a sintonizar con la película yo me sentí extraño cuando las luces se encendieron. Lamentablemente no pude permanecer allí durante el coloquio, anunciado por el propio director, Ramón Lluis Bande, en la presentación, que habría de celebrarse al término de la proyección, por motivos profesionales; básicamente porque tenía que marcharme a otro lugar muy alejado para asistir a otra. Esto me impidió despejar algunas de las inquietudes y dudas que me habían atenazado mientras intentaba dejarme llevar por la propuesta del cineasta. Mi reflexión es, por lo tanto, ajena a las razones y desconocedora de las intenciones que Bande hubiera explicado o no en aquella ocasión.

Cuando escribo este artículo la casualidad ha querido que el diario Público.es colgara en una de sus páginas (http://goo.gl/dN7JQp) un cortometraje de 22 minutos de duración que coincide plenamente con el tema que aborda el filme que vi en Gijón: Ni siquiera una rosa, realizado por César Martínez Herrada. En ambos casos emerge la dignidad de unas personas que tienen a familiares asesinados durante la Guerra civil enterrados en algún lugar impreciso, aquéllos en una cuneta, éstos al parecer en una esquina del cementerio, no se sabe si dentro o fuera de la tapia. En ambos casos, el dolor de unas personas que han tenido que esperar ochenta años para conseguir remover la tierra con la esperanza de traer a su abuelo o padre a la luz, aunque sean sus huesos roídos por la tierra lo único que quede de ellos, para darles noble sepultura. El tratamiento cinematográfico, sin embargo, aplicado a ambos trabajos es muy diferente.

Ramón Lluis Bande arroja una mirada rigurosamente austera y respetuosa sobre la ceremonia que tiene lugar delante de su cámara; exageradamente austera, a fuer de no querer contaminar la escena del crimen con nada artificial y ajeno al procedimiento de exhumación de las víctimas. Los hermanos Manuel y Ángel Fernández fueron asesinados por un grupo de falangistas la noche del 24 de diciembre de 1937 a un kilómetro y medio escaso de la casa en la que vivían en Escoredo, parroquia del concejo de Pravia en Asturias (77 habitantes en 2011), y enterrados allí mismo, en el bosque, a un palmo de la carretera. Bande planta el trípode y no se permite ni el más mínimo movimiento de cámara, ni siquiera una rectificación del encuadre. Los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica entran o salen de cuadro y comienzan a desbrozar la maleza del lugar en el que se va a excavar durante interminables minutos. Como si cualquier pequeño recurso narrativo fuera una violación de la intimidad de los muertos que allí yacen, Bande nos exige una paciencia en la contemplación de aquellas faenas que, por desgracia, no atesoramos. Hemos comenzado la proyección sobrecogidos y al cabo de un tiempo, que parece haberse detenido, nuestras emociones mutan hacia el cansancio.

Cuando aparecen en pantalla los hijos y se escuchan algunas de las voces que recuerdan los hechos nuestro corazón vuelve a agitarse. De repente, la más atroz de las historias se representa con espeluznante realismo en la pantalla únicamente gracias a la fuerza de un relato que nadie, ni el enemigo más acérrimo, podría negar o contradecir. La sinceridad, la verdad, son tan poderosas que nos encogen el estómago y elevan al documental al cielo. ¿Por qué se ha ocupado tan poco el cine español en contar estas historias de la guerra, al contrario del tópico tan extendido? Los personajes que aparecen en las brumas de esos recuerdos son un material de valor incalculable para cualquier recreación ficcionada: el matón asesino, la cuadrilla de guardias civiles, el miedo de toda una población, la venganza contra el miserable, el suicidio arrepentido… aquella tragedia es la síntesis de todas las tragedias que asolaron España y dejaron miles y miles de cadáveres negados a sus familiares, despreciados como solo el ser humano sabe despreciar a sus semejantes.

No recuerdo cuántos planos distintos utiliza Ramón Lluis Bande para levantar el acta notarial de esa exhumación, pero no creo que sobrepasen la decena. Con un afán testimonial que sobrevalora la supuesta objetividad del procedimiento y minusvalora la necesidad de dar respiro al espectador, el realizador se permite añadir solo una canción, a capela sin instrumentos musicales, y la única imagen ajena a los trabajos sobre la tierra, como digo, contemplados desde tres o cuatro únicos emplazamientos, además de los testimonios hablados, es la de un hijo caminando durante un lapso que se me hizo eterno, por la carretera que se supone debió caminar tantas veces su padre antes de que le arrebataran la vida una nochebuena de 1937.

Cuando hablan los familiares, Escoréu, 24 d’avientu de 1937 me zarandea. Cuando no aparecen, sólo durante algunos segundos consigue emocionarme. El rigor de la propuesta me sobrepasa. Salgo confundido. Si en lugar de tener la duración de un largometraje, ésta se redujera a un tercio creo honestamente que la película sería mucho más impactante. Que me perdone Ramón Lluis Bande si no le he entendido.

César Martínez Herrada sigue una estrategia narrativa mucho más convencional. Narra prácticamente lo mismo que Bande: un nieto y su prima van a ver por fin satisfechos sus anhelos de buscar los restos de su abuelo, fusilado en septiembre de 1936 junto a la tapia de un cementerio en Zamora. De nuevo con la ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Jesús Rodríguez, el «Chuchi» y su prima Genoveva ponen todas sus esperanzas en honrar a sus familiares y poderles dar por fin descanso. ¿Por qué hay gente que no entiende esos anhelos y se empeña en negarle el pan y la sal a los descendientes de aquellos asesinados? se interroga un especialista en exhumaciones. Una pregunta que se nos antoja ingenua.

Martínez Herrada dispone sus elementos fílmicos con total sencillez y honestidad. Se maneja como en un reportaje televisivo, combinando las imágenes del desenterramiento con los testimonios de los familiares y del especialista, con música y planos del pueblo, sin hacer alardes artísticos, sin buscar ningún lucimiento. Sólo pretende contar una historia brutal de una manera sencilla. Una historia que alcanza un punto de emoción contenida en los planos en que el «Chuchi» y su prima Genoveva se vierten en lágrimas. Pero no cansa. Su duración seguramente es la adecuada.

¿Por qué el cine español de ficción no se ocupa con más frecuencia de estas vidas truncadas? Sería el único modo de que pudieran traspasar el muro de silencio que todos los gobiernos desde la transición han mantenido levantado ante ellas.

RECOMENDACIONES

PERFECTOS DESCONOCIDOS. Álex de la Iglesia. 2017. Remake de la comedia italiana –más bien seria- Perfetti Sconosciuti, de Paolo Genovese. La pareja puesta en solfa por el teléfono móvil con gracia y sin hacer demasiada sangre.

EL ORDEN DIVINO (Die göttliche Ordnung). Petra Biondina Volpe. 2017. Suiza concedió el voto a la mujer en 1971, por sorprendente que pueda parecer. Petra Volpe narra esta anomalía en un tono costumbrista, amable pero atrevido y agridulce.

MEDIDAS EXTREMAS (Eiðurinn (The Oath). Baltasar Kormajur. 2016. Filme islandés que comienza como un drama familiar y deriva en un thriller –dubitativo- con enseñanzas morales acerca de la legitimidad de tomarse la justicia por su mano.

ORO. Agustín Díaz Yanes. 2017. La sombra de Werner Herzog y de Carlos Saura con Aguirre o la cólera de Dios y El Dorado, se ciernen sobre esta nueva incursión en los tiempos de la conquista de América. No sólo no las mejora, sino que se queda lejos de alcanzar su nivel.