De manera cíclica vuelve a salir a la luz el conflicto laboral del Servicio de Limpieza de la Universidad de Huelva. Cada cambio de empresa adjudicataria del servicio se viene traduciendo en una reducción de la plantilla vía despidos o jubilaciones sin reposición de los puestos de trabajo, y una precarización creciente de las condiciones laborales del personal.

El último episodio que estamos viviendo es a cargo de la empresa PALICRISA S.L. que concluía su contrato en la Universidad de Huelva en junio y que debía ser sustituida por otra empresa. PALICRISA se niega a abandonar el contrato, coincidiendo con la entrada de ésta en Concurso de Acreedores y el inicio de un proceso de litigio contra la Universidad que provoca que la nueva adjudicataria se niegue a asumir las deudas contraídas por la primera con la plantilla y con la Seguridad Social entre otros. Como siempre el eslabón débil de la cadena, el personal, es el que sufre las consecuencias de toda esta situación viéndose obligados a seguir trabajando incluso sin cobrar sus nóminas, convirtiéndose en rehenes para no perder los derechos de subrogación.

Por poner un ejemplo, desde 2006 hasta hoy hemos pasado de 114 puestos de trabajo a los 80 actuales. A esta reducción de plantilla que se ha perpetrado concurso a concurso hay que sumar que, hoy en día, muchos de los puestos de trabajo ya no lo son a tiempo completo y fijos sino a tiempo parcial y/o discontinuos, precarización de las condiciones (en una situación tan lamentable que en algunas ocasiones tienen que comprar los productos de limpieza para no sentir vergüenza de su trabajo) y un aumento de más de un 40% de los metros cuadrados a limpiar por parte de la plantilla debido al incremento de las instalaciones de la propia Universidad. Es decir, los precios de adjudicación bajan, aumenta la carga de trabajo, baja el número de personas y el número de horas efectivas trabajadas, con lo que el resultado de la ecuación es lógico: se mantiene el margen de beneficio empresarial a costa de un aumento de la explotación y de la presión social, laboral y salarial sobre la plantilla.

La cuestión de género en el conflicto laboral

Hasta ahora todo lo que hemos definido de este conflicto que se mantiene en el Servicio de Limpieza privatizado de la Universidad de Huelva no es diferente a cualquier otro conflicto laboral de nuestro país, a saber, precarización, disminución de plantillas y despidos, impagos, aumento de la productividad y de la explotación. Pero este es diferente, y lo es como lo son todos aquellos que afectan a las mujeres y a sectores de la producción profundamente feminizados como son los de la limpieza y los cuidados.

Además de los problemas comunes que nos afectan a toda la clase trabajadora, en nuestros conflictos comparecen elementos absolutamente diferenciales que agudizan lo injusto y trágico de nuestra situación laboral.

Actualmente en la plantilla de PALICRISA en la Universidad de Huelva quedan 72 trabajadoras y 8 trabajadores con unas relaciones con la empresa profundamente conflictivas.

La precarización de nuestras condiciones de trabajo, la inestabilidad y la incertidumbre se ven agravadas en nuestro conflicto por una plantilla caracterizada por una edad media en torno a los 55 años, mujeres que se han incorporado a la vida laboral desde cero con casi 50 años y que, por tanto, no llegarán a los años de cotización necesarios para tener una jubilación digna con lo cual algunas de ellas se verán obligadas a prolongar su edad de jubilación. En este sector, en perspectiva histórica, comparecen compañeras especialmente vulnerables como víctimas de violencia de género, separaciones traumáticas, viudas a edades tempranas con importantes cargas familiares, falta de formación, etc.

En estas condiciones de degradación laboral que sufren, la precarización de su trabajo es sumamente fácil para las empresas ante la debilidad sociolaboral de las compañeras.

Pero están aquí, siguen defendiendo sus puestos de trabajo y resistiendo ya que, si el mundo laboral es una jungla para todos, para ellas es mucho más difícil aún. Sólo desde la lucha sindical podremos mejorar nuestras condiciones laborales y de vida.

La brecha es un abismo

La brecha para nosotras tiene muchos apellidos, es otra trinchera en la que tenemos que pelear en cada uno de nuestros conflictos laborales.

Para nosotras la brecha no es sólo salarial, también es laboral y social, es un muro contra el que nos tenemos que batir nosotras y tenemos la necesidad de hacer entender a los compañeros y compañeras de nuestro centro de trabajo -aunque no sean de nuestra empresa- que esta es una batalla más de toda la clase trabajadora.

La brecha es salarial no porque de forma inmediata haya una rebaja en nuestras nóminas por el hecho de ser mujer, sino porque tras 20 años de hacer su trabajo en la Universidad de Huelva al incorporarse hombres a la plantilla (72 mujeres / 8 hombres), a ellos se les coloca inmediatamente en categorías profesionales de Especialistas y Peones Especializados mientras que a ellas se les mantiene en la categoría de No Especializadas. Esto se traduce en diferencias salariales de entre 100 y 200 Euros/mes que se proyectan al futuro en forma de cálculos de pensión de jubilación y desempleo. Las mujeres tendremos siempre peores pensiones y prestaciones que ellos.

La brecha es laboral porque se nos condena a la imposibilidad de promoción laboral. Se discrimina a nuestras compañeras en las categorías inferiores a pesar de tener ampliamente demostrada su capacidad laboral, se hace por parte de las empresas una división sexual del trabajo en el que los más precarios y penosos se les asignan a las mujeres y a los hombres se les aparta de ellos. Fregar suelos y fregar baños no es trabajo para hombres, a pesar de que salarialmente están por encima de ellas.

La brecha es social porque esta circunstancia laboral y salarial se traduce en nuestro día a día como trabajadoras, pero se proyecta también hacia el futuro en nuestras bases de cotización. Nuestras pensiones y prestaciones siempre serán más pequeñas que las de ellos fruto de esta discriminación salarial y laboral. Además, nosotras soportamos las cargas familiares con nuestro propio trabajo de cuidados, llevamos sobre nuestra espalda a los menores, a nuestros mayores y dependientes, a nuestras parejas fuera de horario laboral.

Nosotras demostramos minuto a minuto nuestra capacidad en nuestro trabajo y, fuera de nuestra jornada laboral somos la pieza fundamental para la permanencia y reproducción de este orden social injusto. Y nos plantamos. Nos plantamos ante la injusticia salarial, laboral y social que se ceba con nosotras y os llamamos a todas, pero también a todos, a que os suméis a esta lucha que mantenemos todas, tajo a tajo, centro de trabajo a centro de trabajo.