Sin duda, la mayor amenaza para la región latinoamericana es la vuelta de la administración Trump a la doctrina intervencionista ‘Monroe’, y aplicándola, el gobierno de los EEUU ha intensificado el acoso a la Revolución Bolivariana con el propósito declarado de derrocar al presidente constitucional Nicolás Maduro y el objetivo no reconocido de apropiarse de la mayor reserva de petróleo del planeta.
El golpe cívico-militar que escondía la ‘operación Juan Guaidó’, cuyo reconocimiento supone una violación intolerable del derecho internacional y una clara injerencia en la soberanía y los asuntos internos de la nación hermana de Venezuela, podemos decir que como tal ha fracasado. Sin embargo está buscándose de forma deliberada un conflicto en la frontera colombiana con la excusa de la ayuda humanitaria. EEUU ha señalado que todas las opciones están abiertas y ha movilizado tropas a la frontera colombiana, Puerto Rico y República Dominicana y ha movilizado varios portaaviones en el Caribe. Por cierto, acompañados de una fragata española ‘invitada’. Todos los presidentes de EEUU han tenido su guerra imperialista y Trump, que tras la retórica belicista contra Irán y Corea del Norte ha descartado un conflicto bélico real con estos países (tras la comprobación de que poseen tecnología nuclear), podría tras su salida de Siria, buscar una intervención contra Venezuela en su mismo patio trasero.
La agresiva campaña contra la Revolución Bolivariana, impulsada como objetivo prioritario del imperio y sostenida desde los grandes medios de comunicación del sistema capitalista mundial, lleva años buscando desacreditar primero y acabar después con un proyecto histórico socialista para sustituirlo por otro autoritario que imponga la agenda neoliberal en ese país. Después de la guerra de Iraq, el pentágono aprendió que antes de intervenir militarmente contra un adversario tenía previamente que empañar su imagen ante los ciudadanos de la comunidad internacional.
El objetivo no es otro que derrocar a un gobierno revolucionario, popular y democrático, para imponer un gobierno derechista que, presidido por Guaidó o por otra marioneta similar, permita a las multinacionales estadounidenses y europeas hacerse con los contratos de una PDVSA que sería inmediatamente privatizada. Desde los beneficios de la estatal PDVSA se han sostenido las políticas públicas que durante 20 años han permitido acabar con el analfabetismo, crear un sistema público de salud antes inexistente, o crear cientos de escuelas, institutos y más de veinte universidades públicas durante el chavismo. El objetivo es acabar con la equidad y la justicia social y buscar un gobierno al servicio de las élites y del imperialismo. Si Maduro seguía ganando, como Chávez, en las urnas, la revolución podía hacerse irreversible, así que había que conspirar contra ella para derribarla.
Por eso a la revolución bolivariana le han tirado con todo: campañas mediáticas permanentes que identificaran a Maduro con un proyecto autoritario, desestabilización política, ‘guerra económica’, golpes de estado y ahora tal vez, un conflicto armado o una guerra regional o imperialista. Por intentar han intentado hasta asesinar al presidente con un dron.
Sin embargo Venezuela y Maduro resisten. El Congreso estadounidense no ha autorizado la intervención, y tampoco la ONU. Detrás de Maduro hay un proyecto con un enorme respaldo popular y democrático. El ejército bolivariano permanece unido y leal. Y más de 100 naciones han reconocido a Nicolás Maduro como el presidente legítimo. Rusia y China apoyan a Venezuela. Y desde la solidaridad internacional se ha respondido con firmeza: exigiendo respeto al gobierno legítimo, exigiendo no injerencia y respeto a la soberanía de Venezuela, apoyando una salida negociada y dialogada al conflicto, y rechazando los tambores de guerra con un llamamiento a la paz que aumentará mundialmente.
Y respecto a la ayuda humanitaria, hay que denunciar que la operación de EEUU, Colombia y Brasil esconde otros fines: es una operación donde se está instrumentalizando la ayuda humanitaria para crear un conflicto en la frontera con Colombia. Por eso la Cruz Roja, la ONU y hasta Cáritas Venezuela han rechazado tomar parte en ella, denunciando su politización. ¿La ayuda la van a repartir los partidarios de Guaidó? Eso supone una vulneración flagrante del principio humanitario de neutralidad definido en la Conferencia Internacional de Viena de 1965 y del estatuto de la Cruz Roja. Baste citar que el coordinador de la supuesta ayuda es Roberto Patiño, opositor e hijo de la directora general de la gran empresa de cervezas Polar, que hace meses acompañó al diputado opositor Julio Borges en una gira europea contra Nicolás Maduro. Lo que se está montando, si no fuera dramático, es un show en la frontera para crear las condiciones de un conflicto donde haya víctimas, y utilizarlo como excusa para nuevas acciones y sanciones contra el gobierno bolivariano. El neoliberal ‘Grupo de Lima’, salvo México, enviará a la frontera colombiana a sus presidentes, con descaro injerencista, y se montarán dos macroconciertos a ambos lados de la frontera. Se están buscando las condiciones para un gran lío, que puede justificar un conflicto mayor.
Desde IU y el PCE rechazamos este acoso político-militar contra Venezuela, sus ocultos intereses económicos, y denunciamos la servil actitud subalterna de Pedro Sánchez, que bajo presiones de los EEUU, decidió encabezar en la UE el reconocimiento del golpista Guaidó desconociendo al presidente democrático Nicolás Maduro. IU y el PCE, unidos al Movimiento de Solidaridad Mundial con Venezuela, nos movilizaremos contra una guerra imperialista contra Venezuela. Apoyamos esa democracia popular y amiga, porque tiene derecho a la soberanía y a la libertad para marcar su futuro y su destino, y mucho más si ese destino se llama socialismo.
Responsable de Política Internacional de Izquierda Unida