La reunión musical (y de lo otro, suponemos venturosas ambas) de estas dos figuras que lo fueran otrora de la canción joven, con una dilatada experiencia en esta profesión tan irregular como farragosa, tanto en los conciertos de todo tipo (antes tenían ambos buen tipo, ahora sólo ella), como en la docencia y en la facundia, ha dado como fruto esta singularidad espacio-temporal musical que han dado en llamar dúocuarteto “Contrafacta”, término que define un uso frecuente en el siglo XVI (son personas evidentemente anticuadas) según el cual se cambiaban a conveniencia los textos de las canciones, con frecuencia de lo profano a lo divino, para no herir sensibilidades ni intereses y contentar a los públicos diversos y caprichosos que acudían (como ahora) a gozarse y regodearse, a vivir en compañía una aproximación a los entresijos del espiritual impulso, a un concierto, en fin. (Ellos le dan, secretamente un significado más comprometido: contrafacta.-contra lo hecho, contra lo establecido…)

La música clásica, flor delicada y exquisita de la excelencia humana, ha sido para ellos motor, combustible ecológico y guía singular para su peculiar tren de la vida. De los primeros “clásicos” en la baja edad media, al renacimiento (¡qué explosión feliz de talento, capacidad y juicio!) pasando por el barroco y con parada en el Pitis dieciochesco español, sin olvidar cómo no, la ópera y la zarzuela (Ella, en realidad, es una diva en toda la extensión de la palabra; él, también) hasta las canciones de los tiempos modernos, nada parece ajeno a su voracidad interpretativa, a su pasión polifonista y a su incontinencia ornamentística.

A la postre han concluido, por ahora, en la portentosa novedad de la vuelta al concierto de cámara, de salón, como de toda la vida, en él pretenden fundamentalmente intentar (a veces con éxito) proporcionar a los que, con evidente inconsciencia, deciden acudir a nuestras proposiciones (no siempre del todo decorosas) gozo espiritual y felicidad plena.

Son del gusto de algunos sus conciertos “a la carta”, otros se gozan con las monografías polifónicas o los recitales al uso cortesano y elegante… un crisol en fin de posibilidades, un calidoscópico paraíso armónico, exuberante y abigarrado, pero sencillo.

¿Qué espacio sideral más feliz y más oportuno para tanta excelencia y maravilla que esta fiesta vuestra, y ahora nuestra, en la que conmemoráis no solo una historia de esperanzada confianza en la condición humana, de compañerismo indeleble, de lealtad inquebrantable con las ideas… sino también (y esto es un poco contrafacta en su acepción secreta) un apoyo indiscutible y entusiasta a iniciativas tan peregrinas como ésta que os proponemos hoy y que esperamos sea de vuestro sublime agrado? ¿Eh?