Las autoridades sanitarias estadounidenses y británicas afirman que sus respectivos países sufren una “epidemia de soledad”. En EE.UU., el país que lleva más de un siglo exportando al mundo su “american way of life” por la vía de la acción militar y la colonización cultural, más de la mitad de la población adulta considera que nadie les conoce realmente y un 46% afirma sufrir soledad. En el Reino Unido, la exprimera ministra Theresa May llegó a crear un ministerio contra la soledad, que ella misma definió como “la triste realidad de la vida moderna”.

Siguiendo la máxima de “donde existe un problema, hay una oportunidad de negocio”, los yanquis han creado ya las primeras empresas para comerciar con la soledad, con soluciones tan variadas como organizar fiestas donde se pagan 20 dólares por dar y recibir abrazos, u ofrecer paseantes de pago para acompañar a personas que viven solas. Una de las empresas con más clientes se llama Rent a Friend y alquila amigos por horas. Por cada sesenta segundos de colegueo el cliente paga entre 10 y 50 dólares. Cuenta con una variada oferta de actividades a desarrollar: “Puede alquilar un amigo para pasar el rato, ir a una película o un restaurante, o alguien que le acompañe a una fiesta o evento. Alquile a un amigo para que le enseñe una nueva habilidad o pasatiempo, o para que le muestre una ciudad desconocida”. Imaginemos a un guiri alquilando un amigo de Vox para enseñarle su ciudad y tragarse un rosario, una cacería o la visita a un cuartel de la Legión; y, encima, pagando.

El capitalismo convierte a sus propias víctimas en una oportunidad de negocio y, por supuesto, también hace negocio con la estupidez. Fomenta empresas que viven de poner parches a las consecuencias derivadas de su propio funcionamiento, para cerrar un círculo perverso. Y, cómo no, son las personas que sufren la pobreza las principales víctimas de la soledad; un resultado directo, en la mayoría de las ocasiones, de las situaciones de precariedad, de pérdida de empleo o desahucios. El estado de California presume de ser la quinta economía del mundo, pero tiene el mayor índice de pobreza de Estados Unidos, y su capital Los Ángeles cuenta con 60.000 indigentes que viven diariamente en la calle. Es la cara más visible del capitalismo. Una pobreza que ya era denunciada hace casi un siglo por Woody Guthrie en sus canciones, cuando se acompañaba por aquella guitarra convertida en un arma que mataba fascistas. En San Francisco, una persona de cada cien carece de techo. En Nueva York, denominada capital de la soledad, seis de cada diez personas viven solas.

El paulatino envejecimiento de nuestra sociedad contribuye a agravar el problema de aislamiento en las personas mayores. En España, más de un millón viven en completa soledad, y su número aumenta cada día. Esta situación propicia la dramática aparición de personas halladas en sus casas tras llevar varios días muertas. En Japón hace décadas que a este fenómeno lo denominan “kodokushi” o muerte solitaria. En 2017 apareció el cadáver momificado de una mujer gallega de 56 años que llevaba siete años muerta en su propia vivienda y en Galicia han llegado a darse diez casos en un solo mes este mismo verano.

Esperemos a ver cuánto tardan unos espabilados con gomina y fachaleco en decir que les da pena la soledad que sufren los “viejitos” y montan unas cuantas empresas para sacarles los cuartos. Y mientras, el Estado continúa sin un presupuesto digno de tal nombre para la dependencia, sin servicios sociales dignos, sin residencias públicas para las personas mayores y sin vergüenza. Así nos luce el pelo.

— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?