El uso de la palabra expatriado siempre me hace sentir triste. A muchos les hace sentir diferente y superior pero a mi sólo me evoca tristeza .Es curioso como la humanidad en general y los idiomas en particular son clasistas. Nos gusta etiquetar, nos gusta poner a cada uno en un sitio diferente y nos gusta sentirnos distintos a los que sabemos que no gozan de buen estatus.
Han pasado algo más de siete años y medio desde que con mi familia tuvimos que abandonar España para buscar un futuro mejor en otro país. La crisis económica de 2008 nos golpeó e hizo que perdieramos todo lo que teníamos. Tuvimos que vivir dos desahucios. Nos fuimos arruinados a Alemania.
La primera vez en mi vida que oí la palabra expatriado fue cuando llegue a vivir a Alemania. Resultó que no era un emigrante sino un expatriado. Consulté el diccionario. Un expatriado es “una persona que vive fuera de su patria”. Conozco muchos emigrantes pero ningún expatriado. Todos los que conozco huían de la guerra y la pobreza de sus países. No emigran para vivir la aventura sino para vivir.
¿Quién es expatriado? Encontrar una respuesta concisa y precisa para esta pregunta no es fácil, se adentra en la jungla semántica formada por palabras como expatriado, inmigrante, refugiado o migrante económico.
“Lo sé cuando lo veo”, fue el comentario de un juez de la Corte Suprema de Estados Unidos en su intento de definir la obscenidad. Muchas personas tienen la misma actitud hacia los expatriados: “Sé qué es cuando lo veo”.
En su sentido más literal, expatriado (¡no necesariamente expatriota!) es alguien que vive en el extranjero. Esa es la definición en la mayoría de los diccionarios. Expatriado es “una persona mayor de 18 años que en la actualidad vive fuera de su país de origen”.