No tengo dudas de que políticas públicas como el ingreso mínimo vital se van ir implementando cada vez más. Porque este tipo de subsidios condicionados son defendidos a izquierda y derecha, aunque con importantes matices. Y, como decía el conde de Romanones, “que ellos hagan las leyes, que yo haré el reglamento”.
En los subsidios condicionados suelen darse dos tipos de errores, los falsos positivos y los negativos. Los positivos serían aquellos que no reúnen las condiciones pero pasan las pruebas. En realidad este no es el problema. Soy de los que prefieren un culpable en la calle antes que un inocente en la cárcel. El problema grave son aquellos que sí lo merecen pero no superan las pruebas. Ese error es el grave, ya que puede llevar a muchos a una situación de no retorno. Y ambos errores son comunes, ya que los diseños, desde su base de quien es merecedor, cuentan con muchos sesgos sobre lo que es ser pobre. Sesgos que se multiplican cuando la condicionalidad pide no dejar de ser pobre nunca, siendo sus umbrales para medirlos demasiado exiguos. Y creando así la conocida como trampa de la pobreza.
Además, la digitalización de la administración crea una brecha a la que poca importancia se le está dando, porque también es relevante dónde recibir el subsidio. Sin casi Cajas de Ahorro y con una banca privada que cobra por depósito, muchas de las personas que deberían recibir esta asignación condicionada van a tener problemas para ello al no poder hacer frente a los gastos que acarrean ahora esos depósitos bancarios. Gastos totalmente injustificados y que son un expolio permitido por la autoridad del Banco de España.
El escrutinio administrativo
De entrada, hay una condición: reconocerse como pobre y ponerse bajo el escrutinio de la administración, un escrutinio severo en muchos casos y en el que puede haber una considerable humillación. Hay que reconocerse como alguien sin utilidad alguna, un fracasado, aunque haya subsistido trabajando en negro y sacando una familia adelante, condición habitual de las mujeres dentro de las economías familiares. Reconociéndose además ex-post esta condición, creando ya un contexto que no ofrece oportunidades de salida de esa situación.
Siempre recordaré la visita de la trabajadora social cuando le tramité la ayuda de dependencia a mi abuela. Venía acompañada de un señor de Caritas y echaban pestes de las casas que habían visitado donde vivían familias enteras básicamente de la pensión de los abuelos con todo tipo de problemáticas de drogas y violencia. Y es que no entendían lo que conlleva ser pobre y estar sumido en la marginalidad. Parecía que solo buscaban pobres buenos y educados a los que creían que debían premiar. Eso es caridad con reglamento, no una política dirigida a sacar de la pobreza.
Esperemos que el IMV no caiga en esos errores.
Recomiendo una lectura corta, precisa y que nos traslada a la realidad de los subsidios condicionados, el ya imprescindible sobre este tema Silencio Administrativo de Sara Mesa.
Crítico cultural