Igual que hay vendepatrias, no faltan los . Los que, no por diferencias ideológicas sino por rencor al haber perdido poder, en vez de dejar su partido se quedan en él para hacerle el mayor daño posible.
El caso más grave en la España actual lo tenemos en quien conservó más poder en el PSOE hasta los tiempos de Zapatero, Felipe González. En plena pandemia, no importándole el daño que pueda causar, acaba de lanzar otro dardo envenenado al calificar de locura las graduadas medidas que está tomando Pedro Sánchez a petición de las Comunidades Autónomas.
Váyase de una vez a su gran hacienda en Marruecos, fruto de sus corrupciones, no sólo económicas, o a Colombia, cuya nacionalidad ha adquirido para defender sus manejos subterráneos, entre otras cosas en el Metro de Medellín.
Otro ejemplo de lo mismo es Joaquín Leguina, su gran enemigo desde una pretendida pureza marxista, acallado con la Presidencia de Madrid y lacayo suyo cuando estaba decayendo por su apestosa corrupción. Amiguete ahora de peperos y colaborador fiel del ABC, Leguina acaba de tener el valor de quejarse -contened la risa- de que el PSOE no aprovecha a quienes tienen experiencia, cuando es por lo que hizo entonces y después que sí sería una locura que volvieran a escogerlo.
Sociólogo