Cuando hace un año despedíamos desde la lejanía impuesta por el confinamiento al camarada Julio Anguita, lo hacíamos con el convencimiento de que el mejor homenaje que se le podía rendir era mantener vivas sus enseñanzas y continuar su lucha.

Por ello, cuando al año de su fallecimiento pudimos reencontrarnos en Córdoba para darle el reconocimiento que no fue posible en su día, teníamos la obligación de hacer de ese acto una reafirmación del compromiso y reflexionar sobre lo que han sido las aportaciones de Julio Anguita al pensamiento y la acción política.

Desde esa perspectiva, quisiera resaltar lo que considero que son piezas claves en el legado de Julio Anguita: la centralidad de la propuesta programática, la coherencia personal y política y la elaboración colectiva como instrumento para la implicación de la base social en los procesos de transformación.

Desde estos tres pilares, Julio Anguita construyó una nueva forma de hacer política que impugnaba el sistema y así fue entendido por el bloque dominante que no solamente le atacó políticamente sino que trató de descalificarlo en todos los aspectos, incluidos los personales. Pasado el tiempo, nos orgullece comprobar como esas campañas de acoso y derribo no consiguieron privarlo de esa mezcla de reconocimiento, admiración y cariño que Julio Anguita despierta. Incluso en quienes no comparten sus ideas.

Concienciar y organizar

Cuando se elaboraba el programa para las primeras elecciones municipales en Córdoba y ninguna encuesta daba la más mínima posibilidad de obtener la mayoría, Julio Anguita planteo en el Comité Local de Córdoba que había que situarse mentalmente como si ya hubiésemos ganado las elecciones y que no había que hacer un programa para “ganar votos” porque no se trataba de contentar al electorado a costa de descafeinar las propuestas sino de contar la verdad, por impopular que pudiera parecer, que el objeto de la campaña tenia que ser concienciar a la gente de que nadie le iba a resolver los problemas si no luchaba. Por eso había que hacer un programa que conjugara la gestión del día a día con la concienciación y una nueva forma de hacer política en la que el protagonista no podría ser otro que el pueblo, siendo la labor del dirigente la de concienciar primero y organizar después, porque la revolución no se hacía, se organizaba, pero sobre todo había que hacer un programa para cumplirlo.

Frente a los programas elaborados en despachos por gabinetes de expertos y técnicos en márqueting electoral, Julio Anguita planteó desde el primer día la elaboración colectiva, el compromiso con las propuestas.

De esa manera no fue Julio Anguita en aquellas elecciones de 1979 un candidato cómodo ni para la dirección del PCE, que desconfiaba de alguien que no formaba parte de ninguna de las familias internas, ni para su equipo de campaña al que sorprendía cuando en cada acto se empeñaba en explicar literalmente el programa sin alardes mitineros a los que Ignacio Gallego nos había acostumbrado en Córdoba. Y sobre todo cuando terminaba planteando que no pedía el voto sino el compromiso con el programa que acababa de explicar, el contrato que ofrecía a la ciudadanía para construir juntos la Córdoba del Futuro.

Coherencia

Fue su éxito electoral y sobre todo su consolidación en las siguientes elecciones, como uno de los alcaldes más votados y mejor valorados de España, lo que le abrió las puertas a la política andaluza y estatal. Pero que nadie se engañe, nunca fue admitido de buena gana en la política de la villa y corte, siempre fue un cuerpo político extraño que se empeñaba en ser coherente a pesar de los problemas políticos y personales que le podía crear. Coherente con sus ideas, coherente con su forma de ser y de comportarse, coherencia que le llevó a proclamar una y mil veces que por encima de las manoseadas etiquetas de derechas e izquierdas estaba la práctica y que menos izquierdismos de salón o tribuna y más compromiso en la lucha concreta, la del barrio, la escuela y la fábrica.

Por ello con Julio Anguita se podría discutir, confrontar ideas, disentir en cuestiones concretas pero nunca jugar al ratón y al gato, nunca tratar de practicar el trile porque si había algo que Julio Anguita odiaba era a los trileros de la vida y de la política, a quienes usaban la etiqueta de la izquierda para practicar los valores de la derecha.

De esta manera, cuando en el aniversario Julio Anguita ha recibido el reconocimiento de su Córdoba, que lo acoge como uno de sus hijos predilectos, nos corresponde a sus camaradas, a su partido, mantener vivo el compromiso de la defensa de sus enseñanzas que hoy sería entre otras cuestiones defender nuestro programa por el que el pueblo nos evaluará y ser conscientes de que su cumplimiento no depende solo de la voluntad de los máximos dirigentes sino sobre todo de la conciencia que tenga el pueblo de que es necesario luchar e implicarse en la acción política porque solo desde la lucha se podrán hacer realidad las propuestas de mejoras sociales contempladas en cualquier acuerdo programático.

Presidente del PCE