Agravado encima por sus imprudentes y repetidas frases sobre nuestros problemas territoriales, el Papa Francisco ha dicho a radio COPE que no sabe si España está reconciliada ya con lo ocurrido en la última guerra civil. Bergoglio, además de ser argentino, ha vivido en España y sabe muy bien lo que pasó: porque si murieron muchos clérigos, aunque no cogieran las armas contra el pueblo, como hicieron algunos de ellos, fue porque la Iglesia estaba plenamente identificada, hasta el punto de proclamar que era una “Cruzada”, con el golpe de Estado y guerra de los ricos, a los que Jesús condenó repetidamente.

A pesar del tiempo transcurrido, el Papa ha vuelto a reabrir una y otra vez las heridas al canonizar a esos “mártires”; testigos sí, pero de la perversión de su organización. Es decir, porque eran, como si llevaran su uniforme, (cualquiera que fuera su pensamiento íntimo), militantes del grupo de los traidores al Evangelio. Y ahora viene ese jesuita -17 años con ellos dan para conocerlos bastante- a hacerse el tonto, diciendo que no sabe por qué sigue el conflicto que él mismo ha avivado. ¿Cabe mayor fariseísmo, mayor aproximación al grupo de los que acabaron crucificando al Maestro? Nada más natural y sano que, con mayor conocimiento de los hechos y mayor sentido ético, los españoles estemos abandonando masivamente su ciego rebaño.