El libro que contiene un relato de nuestra historia alternativo al creado por nuestras élites, que no sólo cuestiona la visión unilateral de nuestra pasividad como sociedad sino que es un incentivo hacia la imaginación de otro horizonte.

Nos ofrece los antecedentes de la lucha en Extremadura, acontecimientos que ayudan a comprender nuestra historia de resistencia. Como el protagonizado por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, el 20 de marzo de 1936, con el asentamiento de 3.000 yunteros y 60.000 campesinos que ocupan unas 3.000 fincas o la Germinal Obrera de Badajoz surgida en 1900 que proponía impartir clases para instruir a los obreros o establecer un sistema de socorros mutuos: los antecesores del actual sistema de seguros sociales puesto que lograron institucionalizar la ayuda mutua al situar como cuestión social la necesidad de cubrir necesidades de obreros enfermos, accidentados o en situación de paro. Podemos destacar también el Congreso Regional de Sociedades Obreras con un programa en el que destacan la voluntad de procurar los medios para que los obreros sean los dueños de la producción, estimular la creación de escuelas laicas y centros de divulgación y promover la cultura y la emancipación de la mujer. La manifestación convocada por la Germinal Obrera de Badajoz congregó a más de mil personas y establecía entre sus peticiones la paz universal, la jornada laboral de ocho horas (con ocho horas de instrucción y ocho de descanso), un jornal justo y el cuestionamiento de la desigualdad.

Otro acontecimiento destacable es la Petición de Bienes Comunales, realizada por la Unión de Fuente de Cantos en 1931, con la intención de recuperar las tierras enajenadas por las leyes de desamortización de 1855 y 1856 que es una de las bases de nuestra situación actual: la apropiación y disposición privada de tierras comunales, que hace que seamos la región con el reparto más desigual de la tierra, 82 de cada 100 hectáreas en manos de unos pocos terratenientes. Esto conecta con el presente desarrollo de nuestra región, siendo la más empobrecida del país.

Podemos hacer mención también a la huelga de 1934, con proclamas que pedían el pago del salario mínimo agrícola y el reparto del trabajo, a lo que se sumaron iniciativas como el establecimiento de créditos agrícolas con fondos para colectividades arrendatarias que se propusieran rescatar bienes agrícolas. Esto adquiere gran importancia para medir el marco de referencia en que se encontraba la región en esa época, con una fuerza organizativa importante. Esto lo muestran los posteriores acontecimientos de marzo y julio de 1936, cuando unos 80.000 campesinos se asientan en diferentes fincas y ocupan 238 hectáreas, según el Instituto de Reforma Agraria(IRA), recogido por el historiador Malefakis.

Existen además datos que muestran la explosión del asociacionismo obrero, fijada en el Censo Electoral Social con 80.000 trabajadores afiliados a sociedades obreras o las cifras de afiliados de FNTT y Unión General de Trabajadores(UGT), con 36.673 afiliados en la provincia de Badajoz y 20.708 en la de Cáceres en 1932. Cabe señalar además que estas sociedades obreras planteaban en su mayoría un orden socioeconómico y político antagónico al capitalismo y el objetivo de socializar la tierra y la industria con la centralidad de cuestiones agrarias con implantación en el territorio. Asimismo se reclamaba una intervención pública sobre el uso que se aplica a las tierras afectadas por el latifundismo mediante un decreto que estableciese el laboreo forzoso o el contrato de un número mínimo de trabajadores en función de las hectáreas poseídas. Algo que contrasta con el actual sistema de subvenciones establecido por la Política Agraria Común(PAC) que premia más la mera acumulación de tierras que la utilidad social y el aprovechamiento de esta.

Lo más destacado de todo el libro, además de su relato histórico alternativo, es la fortaleza de la organización social de los “nadie”, que son los que realmente suelen plantear verdaderos horizontes alternativos, dado que asumen el principio de interdependencia como única vía para su propia prosperidad, un principio que está siendo poco a poco dilapidado por el individualismo neoliberal y que necesitamos transmitir desde nuestros pequeños reductos organizativos de resistencia hacia la sociedad en general porque, como decía Kautsky, la introducción de la cooperación en la producción no es posible más que para elementos que nada tienen que perder salvo sus cadenas, que son elementos que la explotación capitalista ha formado en el trabajo en común. Así podemos ver cómo con la lectura del libro no sólo se muestra una identidad extremeña combativa sino que ayuda a transmitir valores que fomentan la confianza en la colectividad, la necesidad de una comunidad que plantee una lucha colectiva frente a al individualismo que exalta la propiedad individual de los medios de producción y que ha dificultado la “intersubjetividad recíproca” como forma de conciencia de pertenencia a un sector de población explotado que sufre desigualdades en una región que supera el 40% de desempleo juvenil.