Víktor Orban lleva 12 años gobernando Hungría con mano de hierro. Su mayoría absoluta le ha permitido actuar a su antojo: cambió la Constitución, socavó la división de poderes y recortó libertades y derechos. Y está en disposición de seguir haciéndolo. Este será su cuarto mandato. Con 135 escaños de los 199 de la Cámara, podrá continuar con los cambios constitucionales, que le han permitido controlar todas las estructuras del Estado.

Ayer, 3 de abril volvió a ganar con más de 2 tercios de los escaños, a pesar de que prácticamente toda la oposición, seis partidos que van desde la derecha populista a la izquierda, se unió para hacerle frente. Aún así, la coalición «Unidos por Hungría» sólo consiguió 57 escaños. Su candidato a primer ministro, Péter Márki-Zay, no ha ganado ni en su propia circunscripción. Sumaron la mayoría de votos en Budapest, mientras Fidesz y su socio KDNP se han impuesto en otras regiones de Hungría.

La guerra de Ucrania le habría favorecido a Orbán por identificarle como garante estabilidad con una guerra en su frontera.

Amigo de la ultraderecha europea

Por una parte, Víktor Orbán es la piedra en el zapato de la Unión Europea por sus políticas contra los derechos humanos y sociales, por los ataques a la libertad de prensa y su ley anti LGTBI. Su partido, Fidesz, considera que todo tipo de minoría sexual, étnica o nacional tiene que ser anulada.

Por otra, tiene fuertes vínculos con Polonia, Eslovaquia y Austria, con los que comparte políticas. Es amigo y referente de la ultraderecha europea. Santiago Abascal, por ejemplo, le considera un ejemplo para España y para Europa.

El partido de la Izquierda Europea emitió un comunicado denunciando el sistema electoral de Hungría que dificulta que otros partidos puedan ganar las elecciones.