Hace unos días, el productor musical Carlos Jean escribió un tuit en el que sugería la posibilidad de que Rosalía sea la artista más importante de la historia de España. Como era de esperar, no solo por el contenido del tuit, sino por el funcionamiento de la propia red social, su comentario dio pie a un acalorado debate sobre la validez misma de la afirmación y sobre otros candidatos a ostentar el título.

Fueron muchos los nombres que entraron en liza, desde Montserrat Caballé hasta Julio Iglesias, pasando por Camilo Sesto, Alejandro Sanz, Rocío Jurado, Raphael o Lola Flores, entre otros. Además, también hubo quien amplió el concepto «artista» a algo que fuese más allá de la música y propuso a Pablo Picasso o Miguel de Cervantes. El debate, infructuoso como todos los que aspiran a crear un ranking partiendo de la subjetividad, estaba servido.

Pero ¿y si pudiésemos ordenar ese debate alejándonos de la concepción capitalista del arte? ¿Y si utilizásemos baremos que no tengan nada que ver con la cultura de consumo? Me refiero, lógicamente, a olvidarnos de listas ordenadas según el número de discos vendidos, que dejan fuera muchas formas de la expresión artística, incluso a artistas del ámbito musical pertenecientes a otras épocas, dada la evolución del sector. La relevancia o irrelevancia de un artista debe estar, en mi opinión, por encima de estos parámetros.

A mi juicio, hemos de repensar el arte fuera de esa cultura de consumo propia del sistema capitalista y acudir a aquello que hace de una expresión artística algo útil para la sociedad. Aquello que nos humaniza. Quizá este replanteamiento nos permita hallar algo de luz entre tanto tuit.

En primer lugar, debemos definir qué significa ser importante. Carlos Jean respondió a esta pregunta con la siguiente afirmación: «Que innova, que es llamativa, que ofrece alternativas, que se le escucha en el mundo entero con una propuesta atrevida y en muchos casos original. Que ha conseguido más que muchos en muy poco tiempo… sigo?». Ante esa aseveración, que tiene más que ver con el I+D+I y la competitividad que con la cultura, volvemos a hacernos la pregunta de si es útil para la humanización social y de dónde surge la expresión que nos ofrece cualquier artista.

EL MENSAJE, LA CLASE SOCIAL Y LA HERRAMIENTA PARA TRANSFORMAR LA REALIDAD

En segundo lugar, e intentando responder a la pregunta anterior, debemos tener claro que todo tipo de expresión artística es fruto del trabajo, por lo que podemos dar por hecho que posee un valor, tanto de uso como de cambio. Pero además, y esto no es baladí, también podemos asegurar que es un canal de comunicación que transmite información e ideas desde el emisor (artista) hasta el receptor (quien observa, escucha…), lo que resulta de especial relevancia, pues el mensaje o idea que se envía estará condicionada por la clase social a la que pertenezca (o para la que trabaje) el o la artista, quien, por mucha virtud que contenga su obra, no deja de ser un ser social. Es decir, el arte no es inocente, sino una herramienta llena de ideología con capacidad para transformar el presente y el futuro, tal y como escribió Gabriel Celaya al respecto de la poesía.

Por ello, para valorar la importancia de un artista, resulta interesante poner el foco en lo que su obra ha aportado o aporta al conjunto de la sociedad y cómo influye sobre ella, cómo la humaniza. Este planteamiento excluye de manera taxativa la concepción capitalista del arte, en la que el ser humano pasa a ser un consumidor que disfruta del arte comercial como si fuese «soma», esa droga de uso cotidiano cuyo consumo potenciaba el orden establecido en Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley.

Así pues, demos un giro y pensemos en la importancia del arte en base a su utilidad como herramienta para transformar la realidad y elevar la conciencia de la mayoría social, atendiendo al pensamiento de Friedrich Engels en El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (1876), sobre la idea de que «fue la mano la que creó el cerebro y no viceversa». Quizá esta concepción pueda ayudarnos, como se señalaba anteriormente, a participar en el debate generado por el tuit de Carlos Jean desde una óptica diferente, desde una visión marxista.

A partir de aquí, el debate sigue servido, y corresponde a quienes lean este artículo ponerles nombre a las mujeres y hombres que, valiéndose de distintas formas de expresión artística, han contribuido a la construcción de una sociedad mejor. Mientras lo piensan, disfruten del arte, especialmente de ese con capacidad de transformación social, de ese que para Carlos Marx es un trabajo superior en el cual el ser humano despliega sus fuerzas esenciales y las objetiva o materializa en un objeto «concreto-sensible», y que constituye la expresión más alta dentro del proceso de humanización, porque, a mi juicio, eso es lo verdaderamente importante, y no la elaboración de una lista que siempre atenderá a pasiones subjetivas.

Área Ideológica del PCA-Málaga