“El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado”
William Faulkner
El tema que provocó estas notas surgió mientras veía el documental titulado ‘De Interés General’, dirigido por Miguel Ángel Sánchez, que recoge los 16 años de lucha del asociacionismo para convertir el exclusivo campo de golf ilegal del madrileño distrito de Chamberí en la mayor zona verde de esa parte de la ciudad. Muy resumidos, así fueron los hechos: En el año 2007, la Comunidad de Madrid declaró de interés general una cancha de golf en el lugar donde anteriormente se había prometido un parque público. Ello dio lugar a numerosas protestas vecinales y a un conflicto judicial sostenido durante años. Una historia de fe, de solidaridad y de coraje frente a las injusticias del poder, que acabó con el triunfo del movimiento ciudadano, encabezado por la asociación «Parque SÍ en Chamberí«.
El documental está contado en primera persona por sus protagonistas -los vecinos que se movilizaron- enfrentados a antagonistas como Aguirre, su vicepresidente Ignacio González, responsable del Canal de Isabel II, y a algunos secuaces como el antiguo fiscal de Anticorrupción, Manuel Moix. El director incorpora a la película un buen puñado de vídeos de la época, de declaraciones de Aguirre, González… Pero también aparecen documentos que hablan del pasado de este lugar, donde se produjo una gravísima catástrofe laboral.
Así, a las siete y cuarto de la mañana de un caluroso 8 de abril de 1905, Madrid se teñiría de sangre en lo que fue el mayor accidente laboral de la época. En Bravo Murillo, esquina a Ríos Rosas, se hundió la bóveda en construcción del tercer depósito de aguas del Lozoya. Murieron 30 trabajadores y otros 54 resultaron heridos. Al día siguiente, una multitud se concentró en la zona de Cuatro Caminos para protestar. La policía cargó e hizo uso de sus armas, provocando un muerto y catorce heridos.
Según relata el periodista Pedro Montoliú en su libro ‘Madrid 1900’, “el entierro de las víctimas se convirtió así en una gran manifestación desde el Centro Obrero, situado en la calle Relatores, hasta la Ventas del Espíritu Santo. El líder socialista, Pablo Iglesias, se dirigió a los asistentes para denunciar las causas del accidente”. Hacía tiempo que la sombra de la sospecha corría sobre los contratistas que se lucraban ahorrando dinero en los materiales. Hubo varios encausados, pero las defensas lograron imponer la tesis de que sus defendidos habían actuado con honradez.
El siniestro ocurrió dos días después de que se hiciera una prueba de carga sobre parte de la cubierta que había sido construida con hormigón, un material en ese momento novedoso. En el instante del derrumbe, los obreros tapaban con tierra la bóveda que cubría el depósito de 450.000 metros cúbicos de agua, con el que el Canal de Isabel II quería ampliar su capacidad. La cubierta era la de mayores dimensiones que hasta ese momento se habían construido en España: 339 metros de largo por 216 de ancho. Es decir, 73.224 metros cuadrados.
Volvamos al parque. En septiembre de 2016 salía la sentencia que anulaba el plan especial para legalizar todas las instalaciones. Aquella había sido la última maquinación urdida por el Ayuntamiento de Madrid, justo antes de que Ana Botella dejara su puesto a Carmena. A la luz de los acontecimientos, en 2017 la Comunidad de Madrid, siendo presidente Ángel Garrido, decidió no recurrir la sentencia y abrir negociaciones con los vecinos. Casualidades de la vida, la primera reunión tuvo lugar en abril de 2017, el mismo día de la detención de Ignacio González, con la Guardia Civil sacando documentación de las instalaciones del Canal de Isabel II.
Superadas las primeras reticencias, el Canal se sigue reuniendo con «Parque SÍ en Chamberí» para planificar la futura zona verde que sustituirá a las instalaciones ilegales del campo de golf, ya demolidas. Han sido varias las organizaciones que han propuesto diferentes actos de memoria en recuerdo de las víctimas de aquella tragedia que fue el hundimiento de la bóveda del tercer depósito. Cuando el espacio de homenaje quede materializado constituirá un necesario y sano ejercicio de reconocimiento colectivo, ya que pese a la gravedad y al fuerte impacto que tuvo en aquel lejano 1905, lo cierto es que a día de hoy el accidente es desconocido para la inmensa mayoría de los madrileños. Dicho al modo de Alfredo Zitarrosa, “hay olvidos que queman y hay memorias que engrandecen…”