Ahora que la guerra y la extrema derecha amenazan nuevamente Europa, conviene recordar con admiración las luchas de aquellas mujeres que se anticiparon a denunciar los peligros que se cernían sobre el continente en los años 30 del siglo pasado; aquellas que más tarde se enfrentaron personalmente contra la barbarie fascista. Muy especialmente a las compañeras y camaradas del Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo que, aunque posteriormente recibió distintas denominaciones, siempre tuvo claro el objetivo común de abrir espacios para los derechos de las mujeres.

Cuenta Dolores Ibárruri, nuestra Dolores, que a mediados de 1933, por indicaciones del Comité Mundial de la organización, intentaron reunirse con las mujeres del PSOE para crear una delegación en España. Para ello consiguieron una cita con la diputada y escritora María Martínez Sierra en su propia casa. Como anécdota, Dolores señala que el portero de la elegante mansión donde residía la dama socialista les impidió pasar por la puerta principal, obligándolas a entrar por la puerta de servicio por no ir correctamente vestidas. Finalmente les recibió otra mujer.

Con las mujeres comunistas y la colaboración sincera y cordial de muchas mujeres republicanas y algunas socialistas, se constituyó el Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, cuya presidencia honorífica recayó en Catalina Salmerón, ejerciendo la presidencia efectiva la propia Pasionaria. La organización llegó a estar integrada por 60.000 mujeres y sus comités se extendieron por las principales ciudades y pueblos de toda España. Aunque la organización fue declarada ilegal por su apoyo decidido a la Revolución de Asturias de 1934, se transformó en Organización Pro Infancia Obrera para centrarse en la ayuda a las criaturas huérfanas de las víctimas de la represión.

La infatigable actividad de las mujeres antifascistas continuó. El 10 de noviembre de 1935, Dolores fue la protagonista principal del “gran mitin contra la guerra y el fascismo” celebrado en el estadio de Lavadores (Vigo), con la asistencia de 20.000 personas procedentes de toda Galicia. Días después, viajó a Asturias, donde ya había sido detenida el año anterior, acompañada por la joven Juanita Corzo, ayudante de laboratorio y de familia de anarquista. Juanita acabó militando en el Partido y sería condenada a muerte en 1938 por trabajar con Pasionaria, aunque la pena le fue conmutada por treinta años, de los cuales cumplió diecinueve en las cárceles franquistas. Dolores y Juanita se llevaron con ellas, de Asturias a Madrid, a doscientas criaturas huérfanas de mineros represaliados por su participación en la Revolución de 1934. En la capital fue detenida de nuevo y encarcelada hasta el 6 de febrero, diez días antes de las elecciones donde sería elegida diputada del Frente Popular por Asturias. Su primera acción como diputada en el Congreso fue personarse en la prisión de Oviedo y abrir personalmente las celdas de los presos represaliados que se habían sublevado exigiendo su liberación. Se estaba forjando la figura de Pasionaria como símbolo universal de todas las mujeres combativas y antifascistas del mundo.

Aquellas mujeres que lucharon incansablemente por la paz debieron implicarse decididamente en ganar una guerra, pagando muchas ellas con su propia vida.

Se dio la paradoja histórica de que aquellas mujeres que lucharon incansablemente por la paz debieron implicarse decididamente en ganar una guerra, pagando muchas ellas con su propia vida. Así lo hizo, por ejemplo, la dirigente comunista Lina Ódena, secretaria general de la Agrupación de Mujeres Antifascistas que el 14 de septiembre de 1936, viéndose rodeada por legionarios y falangistas en un control de carretera y antes de caer prisionera del enemigo, sacó su revólver y se suicidó disparándose en la sien. “¡Lina querida! Mis ojos se empapan de lágrimas y no me avergüenzo de mi llanto, porque lloro por ti”, escribió Dolores en Mundo Obrero.

Durante la larga noche de piedra del franquismo, muchas mujeres más continuaron su lucha. Fueron generaciones de mujeres que quisieron cambiar el mundo de base y se enfrentaron cara a cara con el poder. Lo hicieron con valentía, con decisión, con aplomo, jugándose la vida. No tenían Twiter ni ofrecían ruedas de prensa, lo hicieron únicamente con la fuerza de sus manos, de su palabra y de sus ideas. Y fueron capaces de mover los resortes del sistema capitalista y patriarcal. Estarán siempre en nuestra memoria.

— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?

Ejemplar de la revista Mujeres, órgano del Comité Nacional Femenino contra la Guerra y el Fascismo | mcu.es