Su obra todavía permanece casi desconocida en España. Una obra que abarca campos diferentes del conocimiento humano, entre la que sobresalen títulos como La vejez de Sarmiento, Ambición y angustia de los adolescentes, Humanismo burgués y humanismo proletario y Educación y lucha de clases.

La trayectoria intelectual de Aníbal Ponce, como señala Luis Reissig comprende tres etapas, que se corresponden con la significación y trascendencia histórica de tres ciudades: Buenos Aires, París y Moscú.

Buenos Aires era para Aníbal Ponce la ciudad liberal de los hombres del 80. Entre 1920 y 1925, en la ciudad rioplatense colabora con su maestro, José Ingeniero, en la Revista de Filosofía. También participa en la Unión Latinoamericana, una de las primeras organizaciones antiimperialistas del continente. Mientras tanto, su formación filosófica, vinculada a la corriente positivista, encuentra su propio límite, que superará con el conocimiento del marxismo.

En 1930 pronuncia una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, con el título “Los debates de la inteligencia”, en la que establece los fundamentos teóricos del compromiso moral de la izquierda. Aníbal Ponce, alejado de toda actitud panfletaria, con el equilibrio estilístico que siempre le caracteriza, enuncia los deberes del intelectual para consigo mismo y para con los demás, al mismo tiempo que establece la relación entre la teoría y la revolución. Conocedor del desarrollo histórico, el pensador argentino advierte de las servidumbres del intelectual ante los reclamos del poder. Afirma Ponce que mientras que aguarde una dádiva, aspire a un favor, cuide de una prebenda, seguirá revelando todavía la marcha insegura y en la voz cortesana el rostro profundo de la antigua humillación. Por esta razón, el intelectual debe ejercer como norma directriz de su conducta el culto de la dignidad personal; es decir debe evitar todo lo que pueda merecer un reproche, todo lo que pueda significar una obsecuencia. Pero el intelectual no sólo deberá alcanzar una moral individual irreprochable, sino que ofrecerá el aliento y la doctrina al nacimiento del hombre nuevo desde un conocimiento profundo de la realidad social y desde su sorda rebeldía.

DE PARIS A MOSCÚ

París era un centro de agitación intelectual a mediados de los años veinte. Como otros escritores latinoamericanos, Aníbal Ponce viajó a París en 1926. Francia era la “encrucijada de Europa” para la mayoría de intelectuales, y su referencia cultural y política. Aníbal Ponce da testimonio de esta actitud: Libertadora de América, Francia siguió marcando el Norte… Con ideas de Francia se hizo la revolución, con ideas de Francia se volteó la tiranía. En resumen, Francia era para los escritores, el modelo de europeización que eliminaría los lastres del colonialismo español en Latinoamérica.

Posteriormente será Moscú la ciudad de su definitiva epifanía. Su encuentro con los avances de la revolución es una de las experiencias más edificantes y gratas de su vida. En una carta a Luis Reissig escribe: Hace dos días que he llegado a Moscú. Estoy deslumbrado, optimista, dichoso. He pasado en la URSS los mejores días de mi vida, y regresaré a luchar con una confianza absoluta en los ideales que me son queridos.

A su regreso a Argentina comienza una etapa de agitación intelectual entre los estudiantes. En el Colegio Libre de Estudios Superiores imparte varios cursos cuyos contenidos fueron publicados años más tarde. Entre estos se encuentra “Humanismo burgués y humanismo proletario” que para Agosti es un libro conmovedor porque representa el punto culminante de su lento y doloroso proceso de autoformación, así como “el testimonio de una conciencia”. También es importante su curso sobre Educación y lucha de clases en el que Aníbal Ponce explica las relaciones dialécticas de los diferentes sistemas educativos con sus respectivos sistemas de producción en el transcurso de la Historia.

En 1936 corrían malos vientos sobre Argentina. Destituido de su cátedra de Psicología, calumniado, fue al fin desterrado por haber defendido la verdad “contra los mismos que pueden castigar”. Su temprana muerte cercenó un vida y una obra cuya situación y perfiles habían quedado antes definidos.