Hay varias maneras de ver el mundo en que se vive. Una, muy socorrida, es verlo con categorías políticas: desde la izquierda o desde la derecha. Otra, más atenta a las desigualdades sociales que a las declaraciones y promesas de los políticos institucionales, es verlo desde arriba o desde abajo. Generalmente el mundo tiende a verse desde arriba porque lo que se ve desde abajo apenas llega a los medios de comunicación, a no ser como suceso periodístico o como desgracia. El movimiento antiglobalización trata de ver el mundo desde abajo, con los ojos de los que viven de sus manos o malviven en la peor de las situaciones. Esto no quiere decir que las personas comprometidas en el movimiento sean todas, socialmente, de los de abajo. Sólo quiero decir que, al valorar y calificar el mundo en que vivimos, quienes escriben o actúan en el movimiento se identifican, o tratan de identificarse, con las víctimas, con los perjudicados por la globalización neoliberal en curso. Que ya es bastante.
Habría que remontarse a la década de los sesenta del siglo XX para mostrar cómo surgieron y qué pretendían los movimientos sociales críticos y alternativos que entonces se llamaron nuevos (feminismo, ecologismo, pacifismo. El movimiento antiglobalización es una especie de crisol de lo que hubo antes, subrayando su propósito explícito de superar lo que en su día fueron movimientos de un solo asunto. Su recorrido va desde Chiapas y Seattle a Mumbai pasando por Porto Alegre, Génova, Barcelona, Florencia, etc.
El movimiento quiere ser alterglobalizador, es decir, proponer medidas para cambiar el mundo en que vivimos. Por ejemplo, la Tasa Tobin para el control racional y justo de los intercambios comerciales; la renta básica; la sustentabilidad y o la idea de soberanía alimentaria para combatir el hambre y salir de la miseria.
Cuestiones controvertidas
Algunas de las cuestiones actualmente más controvertidas en el seno del movimiento de movimientos se podrían enumerar de la siguiente forma: si de lo que se trata es de reformar el mundo que conocemos o de cambiarlo de base, como decían los antiguos; si se puede hablar o no de sujeto o de sujetos para ese cambio; si para tal viaje siguen valiendo las alforjas a las que llamamos partidos políticos o más bien se necesita otra cosa, aún indefinida, entre la forma partido y la forma movimiento social; si, decidido esto, el movimiento de movimientos está abocado a mantenerse como un anti-poder que va cambiando capilarmente el mundo que hay sin proponerse tomar el poder o sí, antes o después, tendrá que volver a plantearse aquel viejo asunto de la conquista del poder.
Estas cosas no se suelen discutir de una manera explícita en las asambleas preparatorias de las grandes campañas mundiales en las que participan activamente los afiliados al movimiento de movimientos, tal vez por falta de tiempo o porque se piensa, como pensaron algunos grandes hombres, que primero hay que ponerse en marcha y luego ya se verá. Pero son cosas que están implícitas casi siempre en las decisiones que se toman.
Desobediencia civil es una expresión que resume bien la intención y el espíritu que en otros tiempos se llamaron «revolucionarios». La desobediencia civil lleva el camino de convertirse en la estrategia del movimiento de movimientos. Expresa, por una parte, la voluntad de resistencia ante las injusticias claramente percibidas. Pero en la medida en que no se plantea ya solamente en términos de moral individual, de objeción de conciencia del individuo ante leyes injustas, sino como reiterada propuesta colectiva, ético-política, la desobediencia civil está apuntando también hacia lo que podría ser otra sociedad (con otras leyes, con otra legalidad) o, por lo menos, a lo que podría ser una sociedad realmente «civil» en esta época de la globalización.
Atendiendo a lo que hoy se entiende por desobediencia civil desde Chiapas a Padua pasando por Vieques, Canadá, Seattle, Barcelona y Bilbao, he llegado a la conclusión de que está naciendo un híbrido interesante desde el punto de vista ético-político; un híbrido que despuntaba ya en el movimiento por la paz de los años ochenta del siglo XX, en los peores momentos de la guerra fría. La configuración definitiva de este híbrido intelectual tendría que ver también con el cambio de lenguaje que se está imponiendo en el movimiento de movimientos.
Nueva Internacional
Noam Chomsky y otras personas vinculadas al movimiento de movimientos vienen diciendo que lo que haría falta, en este coro polifónico libertario que se quiere internacionalista y unitario, es una nueva internacional, la V Internacional. La idea me parece buena.
La gran mayoría de los activistas del movimiento alterglobalizador son muy críticos de la democracia representativa realmente existente en este mundo nuestro, en la reducción de la misma a los procesos electorales, en la sobre-representación de los de abajo, en el condicionamiento que representa la tecnificación de la función pública y en el papel que actualmente juegan los medios de comunicación.
Pero lo característico del actual movimiento de movimientos es que no se queda en la crítica de las democracias realmente existentes en el Norte y en el Sur del mundo, sino que puede proponer ya experiencias alternativas que en estos años ha hecho suyas e incorporar, además, las reflexiones de aquellos teóricos de la democracia que van más allá del punto de vista procedimental.
* Francisco Fernández Buey, filósofo y escritor, es autor de ‘Guía para una globalización alternativa. Otro mundo es posible’ (Colección Sine Qua Non. Ediciones B).