El acuerdo de la Presidencia de IU para no presentar enmienda a la totalidad a los presupuestos generales de ZP, no puede extrañarnos. En el último Consejo Político Federal, Llamazares repitió una y otra vez que la cuestión no estaba planteada y que todas las alternativas seguían abiertas, o sea, que entendimos que no se iba a presentar una enmienda a la totalidad. La cuestión debería ser algo simple, saber si somos gobierno u oposición, mejor dicho, si somos parte de la mayoría articulada política y programáticamente en torno a ZP o somos una oposición que pretende defender en las instituciones eso que muchas veces hemos repetido en estos años y que hemos sintetizado con el concepto de Alternativa.

Una de las muchas revoluciones que acometió Julio Anguita cuando fue elegido Secretario General del PCE y, posteriormente, Coordinador General de IU fue la de la coherencia, es decir establecer, de nuevo, el nexo entre lo que se hacía y lo que se predicaba. Lo que singulariza a la actual mayoría de IU frente a la etapa anterior ha sido la ruptura de la coherencia hasta límites que dan vergüenza ajena. Ésta es la verdadera cuestión y éste el problema real.

El debate sobre los presupuestos pone de manifiesto, de ahí su importancia, que existe un acuerdo de fondo, no meramente coyuntural entre los supuestos políticos de ZP y la actual mayoría gobernante en IU. La cuestión es, como siempre opinable. Muchos pensamos que una política así concebida y practicada lleva a IU al desastre y se convierte objetivamente en un freno al necesario desarrollo político y organizativo de IU. Sin embargo, desgraciadamente, esta no es la cuestión. Esta supuesta mayoría que sabe, sin embargo, que sus ideas y propuestas no son mayoritarias en la organización, pretende ganar a cualquier precio la próxima asamblea extraordinaria de IU y continuar con los escasísimos resortes de poder interno que van quedando. Queda dicho, la política siempre es opinable y se puede y se debe discutir y posicionarse en torno a ella. Lo que resulta inaceptable y hace imposible cualquier deliberación racional es ocultarla para poder así ganar una Asamblea, al precio de devaluar el debate político, imposibilitar las más elementales relaciones de confianza y, lo que es peor, convertir en eje central de la Asamblea la lucha por el poder interno.