Sin embargo, tales datos se refieren al pasado y dicen poco o nada del comportamiento futuro de la actividad económica. El propio INE difunde otros datos muy útiles conocidos entre los economistas como «indicadores adelantados» porque sirven para prever con cierta precisión la tendencia futura de la economía. Cuatro de ellos son especialmente importantes: las «Ventas de Automóviles», las «Matriculaciones de Vehículos de Carga», los «Visados de Viviendas» y el número de «Hipotecas Constituidas». Estas variables nos informan del curso inmediato de la actividad económica, de las expectativas de los agentes, de su actitud ante el consumo y la inversión. Y todos ellos muestran registros cada vez más negativos desde el año 2006. En el cuadro adjunto puede comprobarse el dato más reciente registrado por cada uno de esos indicadores. Todos ellos son peores que los registrados en los meses precedentes y muestran una clara tendencia contractiva en el consumo de las familias y en la inversión de las empresas.
También confirman la crisis del sector inmobiliario, motor de crecimiento del modelo «aznarista» y al que tan receptivos han sido los gobernantes socialistas.
Frente a esta realidad los partidos del «bloque burgués» han entrado en una carrera desinformativa electoralista y antidemocrática porque los ciudadanos necesitan más información y menos marketing. El PSOE está empeñado en negar lo evidente: que la economía va a peor, ante el temor de que, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, un cambio de ciclo económico provoque un cambio de ciclo político. El PP aprovecha la ocasión para exigir otra ración de recortes impositivos que sólo benefician a los más pudientes: una receta neoliberal ya conocida que en los últimos años no ha generado riqueza, sino especulación y exceso de endeudamiento familiar.
A estas alturas la única duda existente es la intensidad y la duración de la crisis que se avecina. Son incógnitas imposibles de resolver en estos momentos pero la hipótesis de un «ajuste suave» parece poco probable.
La generación de valor añadido y empleo se está desacelerando en todos los sectores así que ningún sector ha tomado el esperado relevo a la Construcción como motor de la economía. Por otra parte el entorno es cada vez menos favorable: la crisis de las hipotecas subprima ha hecho mella en la economía estadounidense y en la europea.
Cabe recordar que EEUU y Gran Bretaña han vivido procesos de especulación inmobiliaria paralelos al español. La política monetaria se ha tomado un respiro: la bajada de 0´5 puntos en los tipos de referencia de la Reserva Federal norteamericana y la estabilización de tipos del BCE han estabilizado el ambiente monetario. Sin embargo no podemos olvidar la «asimetría» típica de la política monetaria: una subida de tipos contrae rápidamente la actividad económica; una bajada de tipos tarda varios trimestres en tener un efecto expansivo. Como las economías estadounidense y europea están amenazadas por riesgos inflacionistas (derivados de la especulación inmobiliaria, la especulación de materias primas y del petróleo) y por la debilidad del dólar, es muy probable que antes de que notemos los efectos positivos de la estabilización de tipos, estos vuelvan a subir como estrategia de lucha anti-inflacionaria. Por tanto pocos beneficios podemos esperar de la política monetaria.
En este ambiente de crisis, al que se suma la incertidumbre política provocada por el militarismo de Bush, las principales economías occidentales se están desacelerando. En Alemania, motor económico de la eurozona, el Plan Merkel ha sido un absoluto fracaso y el PIB no despega. En Francia, Sarkozy aporta miedo y estrés, pero ninguna idea nueva distinta del recetario neoliberal: Francia tampoco despega.
Si no crece Europa (principal mercado de las exportaciones españolas), España no puede mantener su crecimiento.
La derecha, la española y la europea, ya se ha puesto manos a la obra para responder a la crisis en beneficio propio: menos impuestos, menos Estado de Bienestar. Ante esto lo deseable es articular una política económica progresista que anime la actividad, que permita incrementar la productividad y, a ser posible, compensar a quienes han soportado sobre sus espaldas el coste de la especulación en forma de enormes hipotecas. Si el cambio de ciclo económico ha de provocar un cambio de ciclo político, que sea a favor de una mayor progresividad fiscal, y de una efectiva vigilancia y sanción de las actividades especulativas.
* Economista
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