Dentro de escasas fechas cerraremos el año y llegará el momento de echar cuentas. ¿Cómo nos ha ido el año en ventas de discos? Los datos, ya les aseguro, no invitarán al optimismo. El mercado lleva años revuelto desde que las descargas por Internet generalizaron otra práctica de acceder a la discografía editada.

Hoy no es extraño que alguien te diga eso de «tengo todos los discos de The Beatles», por mencionar un grupo emblemático y cuya casa discográfica regresa por Navidad con la enésima invención de cómo vendernos parte de su repertorio. Luego, la pregunta siguiente ya no es tan fácil de responder: «¿Y te los escuchas todos?» «No, claro, pero me gusta tenerlos».

Creo que de tal visión de la música ya he comentado algo, es decir, el predominio del verbo ‘tener’ o ‘poseer’ sobre ‘apreciar’ o ‘atesorar’. Bien, pues dicho lo cual, por fin he visto en la tienda musical de referencia de Madrid la venta de música en MP3, que era lo lógico. Digamos, si vender discos entre 15 y 20 euros cuesta dios y ayuda, si la rebaja de material de catálogo a 9 euros tampoco tiene mucha salida porque son álbumes antiguos, por qué no editar en formato MP3 buena parte de la discografía de grupos o músicos relevantes en la historia de este arte?

Tiene sus ventajas. Una, toda esa discografía yace en el sueño de los justos almacenando polvo. Desempolvarla es un ejercicio sano y económicamente nada costoso. Dos, por un precio moderado, el comprador se hace con varios LPs en formato digital de una sola adquisición. Tres, si el sello discográfico se estira un poquito, incluye el CD de MP3 en una caja atractiva, con la reproducción fotográfica de las portadas originales, más notas adjuntas en torno a una biografía resumida del grupo o del artista en su tiempo, e incluso fotografías añadidas. Desde el punto de vista del comprador, tiene la comodidad de no descargarte nada por Internet que pueda venir con un virus.

He de admitir que lo que actualmente se puede comprar así se circunscribe a muy pocos grupos o cantantes. Se está haciendo en la esfera del jazz, sobre todo con Ella Fitzgerald o Billy Holliday; con los grandes crooners de la época dorada, tipo Frank Sinatra. Por cierto, ¿no han notado una revisión y rejuvenecimiento de la canción melódica anglosajona en boca de apuestos jóvenes y no tan jóvenes? Merecería la pena otro día hablar de este tema.

Este mes, no obstante, me gustaría despedir este minicomentario con una invitación a lectores y lectoras. Conocido el nivel de crispación con que se vive la política en este país, hasta el punto de convertir a la ciudadanía en ese personaje calderiano de Segismundo en La vida es sueño, ¿qué música le pondrían ustedes de fondo a los vídeos del PP y del PSOE? Piensen en ello.

Por mi parte, este mes traigo a colación tres discos cuya música apacigua las fieras, también las del Congreso, por si contribuye en algo.

Wynton Marsalis es, a mi juicio, el mejor trompetista de jazz de la actualidad. Nacido en una familia, de padres a hermanos, enteramente dedicada a la música, Wynton optó por la trompeta. Posee una sólida formación jazzística y clásica, compaginando ambas facetas con la misma maestría. El disco publicado incluye dos CDs con el Wynton Marsalis clásico, acompañado de la Orquesta de Cámara de Inglaterra, a dúo con la pianista Judith Lynn Stillman o el órgano de Anthony Newman, o bien con el conjunto Eastman Wind Ensamble. Piezas del repertorio clásico de una belleza indescriptible en la trompeta de Marsalis. Para cerrar, seis joyas del Marsalis jazzístico, con el sabor de su Nueva Orleans natal. ‘The Essential’ (Sony/BMG) se me antoja imprescindible, con la necesidad de un segundo volumen con el orden invertido: 80% de jazz y 20% de clásica.

Si leen Chöying Drolma & Steve Tibbetts y el título Selwa (Resistencia), les dejará al pairo, como a mí al principio. Pero, permítanme que les aconseje escuchar este disco por su bien, porque les relajará, les conminará a viajar con la imaginación. Chöying Drolma es una monja tibetana con una voz susurrante, envolvente, delicada y firme a la vez. Steve Tibbetts es un guitarrista quien, acompañado por el percusionista Marc Anderson, le pone fondo sonoro a los cantos según el estilo mantra de la zona más alta del mundo. El disco se editó en 2004 y el sello Resistencia lo publica ahora en España. La colaboración entre Chöying y Steve se retrotrae a 1994, cuando se encontraron en el monasterio de Nagi Gompa, a los pies del Himalaya, donde grabó los cantos de monjas para luego arroparlos con tenues arreglos, publicando así un primer trabajo, Chô. Después vinieron los conciertos y Selwa, que significa ‘claridad’, ‘despertar’ o ‘luminosidad’. Muy aconsejable en los tiempos bárbaros actuales.

Alasdair Fraser es un experimentado y maduro violinista escocés. Natalie Haas es una joven y aventajada chelista de California. En 2004 publicaron a dúo Fire & Grace, obteniendo el premio de ‘Álbum del año’ de la música tradicional escocesa. Ahora, In the moment (Resistencia) es la continuación de ambos, más el piano de H. Cassel y las gaitas de E. Rigler.

El disco es instrumental cien por cien, inspirado en las sensaciones irradiadas por lugares como Salamanca, Tenerife, Pakistán, el Valle de la Luna en California, etc. Piezas compuestas por Fraser o por Haas, al gusto de la música celta en busca de nuevos horizontes. En ocasiones, a un particular no le encaja el acople de ambos instrumentos; en otras, se produce una comunión sublime. En todo caso, bienvenidos discos así para la revitalización de un género que tanto amo.