Estoy convencido que la inmensa mayoría de los lectores de Mundo Obrero han preferido, por cierto sentido de estética política, la victoria de Obama; salvo eso, no hay ningún otro aspecto positivo en dicha elección; por lo menos eso me ocurre a mí. Sin embargo los medios de comunicación, tanto en los titulares de periódicos y revistas como en las cabeceras de los informativos de radio y televisión, han transformado esta noticia en la anunciada parusía de Jesucristo para el final de los tiempos. Desde el anuncio del cambio mundial hasta el llamamiento a un acto de fe colectiva pasando por la deificación del ya hoy Presidente electo de USA, no se han escatimado ditirambos, lenguaje hiperbólico, mesianismo cutre o graves adulteraciones de la realidad. Han creado el mismo grado de terremoto emocional que el conseguido por Orson Welles con su ficción radiofónica sobre la invasión de los marcianos en 1938.
Bien es cierto que esta borrachera de loas desenfrenadas, aleluyas y desmadres verbales pudieran casi entenderse por la marcha de un individuo de la calaña de Bush, el cual, por otra parte no es sino la cabeza de un iceberg que inunda corrompiendo la ética, la moral, la política y el derecho tanto en USA como en el resto del planeta. Sin embargo y pasado el momento de la noche electoral se impone retomar el análisis y rescatarlo de la orgía mediática.
Los intereses de los lobbys, cartels, truts y sionismo que estructuran la maquinaria administrativa de USA así como los «valores patrióticos» que conforman el imaginario colectivo, inmensamente mayoritario, saben perfectamente que no pueden en esta hora legitimarse, hoy por hoy, con un candidato republicano sea cual fuere éste. La historia nos enseña tanto en el mundo como en España, cómo determinadas políticas de ajuste, reconversión o reestructuración del sistema capitalista se hacen mejor si el responsable máximo llamado a hacerlas está encumbrado por una fuerte corriente de simpatía o por una aureola de figura excepcional.
A las 48 horas del triunfo del senador Obama comienzan a plantearse las cautelas, prevenciones y reparos con que la realidad debe ser abordada. El propio electo ya ha advertido que no va a ser fácil; lo que ocurre es que no ha dicho lo qué va ser difícil y por qué. Ahora se trata de conducir la ensoñación organizada hacia las orillas de la resignación, el conformismo y la inhibición. Están anunciando el fin de fiesta. La manipulación mediática comienza a dar un giro desde la alienación en el espectáculo montado hasta la ubicación en el «realismo» más inoperante.
Creo que el nuevo mandatario de USA se nos va revelar dentro de unos meses como un continuador de la política actual pero con gestos amables difundidos por una batería de medios de comunicación entregados, vendidos y perfectamente implicados en el ajo. El tiempo dará o quitará razones.
Nos corresponde a los que dudamos de este «milagro» mantener una actividad de lúcida memoria a fin de alertar a las poblaciones sobre los instrumentos de generar ensoñaciones que una y otra vez adormecen las conciencias. Para nosotros las elecciones en EEUU acaban de empezar; aquí no puede pasarse página ya que cuando se olvida la Historia, ésta se vuelve a repetir. Nuestra tarea nos obliga a mantener nuestro propio orden del día político. Quien marca la agenda domina. Recordemos la situación de la UE y los edulcorados, falaces y bobalicones discursos, editoriales y comentarios que nos situaron ante las puertas de la Arcadia. ¿Qué dicen ahora?
Los cambios que EEUU y el mundo necesitan sólo serán posibles si el voto ciudadano está organizado más allá de la coyuntura electoral. Los poderes fácticos (y Obama comulga con ellos) no se retiran a sus cuarteles tras las elecciones.