Desde hace unos años pero especialmente desde que la crisis se está mostrando tal cual es, de civilización, vuelven a demandarse en librerías las obras de Marx y Engels; vuelve a constatarse que no están en absoluto muertos o superados.
Pero hay dos maneras de volver los ojos a los maestros. Una de ellas consiste en el regocijo autocomplaciente de sentirnos confirmados en nuestros postulados vividos como fe.
El «llevábamos razón» se constituye en la única consecuencia a sacar de la realidad que se desarrolla ante nosotros; y a partir de ahí a esperar que los tiempos nos traigan el futuro anhelado. Hecha por nuestra parte la primera apuesta lo demás vendrá por añadidura.
Yo creo, sin embargo que debe ser otra la actitud con la que abordemos las lecciones de estos días. Una actitud que se fundamenta en una decisión personal y consecuente con nuestra historia de organización de lucha por el Socialismo: ¿cómo prepararnos individual y colectivamente para dar las respuestas necesarias? Y es aquí donde nuestra mirada a los clásicos y sobre todo al Manifiesto Comunista cobra un sentido de preparación, de conexión con la fuerza del pensamiento liberador y sobre todo con las líneas de actuación en todos los planos de la actividad política: económica, social, política, cultural, ideológica y ética.
La vuelta al Manifiesto nos sitúa ante la evidencia de una formulación sencilla, clara y sin ataduras de dogma alguno: el capitalismo debe ser sustituido mediante la acción consciente del proletariado y sus aliados y en esa acción los comunistas no tienen otros intereses que los de los oprimidos ni otra característica que tener siempre como guía para la acción que ninguna lucha, ninguna actividad, ningún esquema organizativo tienen sentido si no están indisolublemente orientados hacia el objetivo final: el comunismo.
Desde esta posición, que implica además una renovación de nuestra disponibilidad para incorporarnos a la tarea de militar organizadamente, debemos contemplar la situación, el estado de la herramienta política a la que hemos dedicado esfuerzos, dedicaciones, sacrificios e ilusiones ¿somos en estos momentos la organización adecuada para incardinar en esta época y en esta situación del siglo XXI el proyecto que Marx y Engels presentaban a la Liga de los Comunistas?
Es obvio que nuestra teoría, nuestras luchas y toda nuestra historia se han ido enriqueciendo con aportaciones, ejemplos, experiencias y situaciones que la historia ha desarrollado. Pero en esta hora de singular importancia, de especiales características y acuciante necesidad debemos, si queremos ponernos a punto, calibrar qué cosas, qué estructuras organizativas, qué alianzas, qué modos de intervención política y qué prioridades debemos acometer. El transcurrir de los tiempos pone sobre las organizaciones una pátina que las esclerotiza. ¿Cuál es la organización comunista necesaria para que la crisis se resuelva de otra manera que no sea la de siempre? ¿Qué tipo de militancia? ¿Qué alianzas? ¿Qué papel?
Creo que si de verdad queremos seguir existiendo como comunistas organizados debemos combatir la inercia confortable de la casa segura pero cada vez más deshabitada y buscar con otros comunistas y revolucionarios la identidad comunista adecuada a esta fase.
Planteo esta cuestión no sólo por manifestar una preocupación propia y que vengo manteniendo hace tiempo sino como acicate para que el próximo Congreso de nuestro Partido entre en materia sin miedos, reservas o desconfianzas.