No es un hecho aislado, es la culminación de todo un proceso. Las imágenes de las cargas policiales en la Universidad de Barcelona y aledaños, han sido ampliamente difundidas por los medios. Como siempre se han buscado los archimalvados enemigos, antes hace años, éramos los «rojos» hoy son los estudiantes «antisistema». Luchar contra la agresión, levantar la voz contra leyes injustas es ser «antisocial». Desde las tribunas televisivas, los deformadores de la opinión pública anatematizan contra las movilizaciones estudiantiles, cuando al conflicto que perdura desde hace muchos meses se le ha hecho oídos sordos, la respuesta política es la represión. Hemos vuelto a ver imágenes olvidadas y que nos han hecho viajar en el túnel del tiempo a decenas de años atrás. Cerca de 100 heridos se han contabilizado en este aquelarre represivo, peligrosos manifestantes antisistema disfrazados de pacíficos turistas japoneses, han recibido una buena ración de jarabe de palo, más de 30 periodistas fueron golpeados, la mayoría debidamente acreditados. La información se ha convertido en objetivo central de las fuerzas policiales (ser periodista en Catalunya se va a convertir en una profesión de riesgo) viandantes, familias enteras golpeadas, niños de corta edad heridos, es este el balance de las cargas policiales, cuerpo dirigido por el Conseller Joan Saura de ICV, representante de un gobierno de «izquierdas» que incapaz de resolver el conflicto político opta por la vía represiva.

La deriva política del gobierno «tripartito» de José Montilla alcanza niveles de paroxismo, el pasado 10 de marzo, en el círculo empresarial de la «Caixa» que reunía la flor y nata del los representantes empresariales, así como del gobierno de coalición, el presidente hacia profesión de fe neoliberal; proponía como solución a la crisis, la desregularización del mercado laboral, el co-pago de las medicinas, la energía nuclear, la privatización de la enseñanza a través de la LEC, etc. El silencio de los otros socios de gobierno EUiA -IU y ERC ha sido clamoroso, se limitaron a señalar que el jefe del ejecutivo había ejercido de líder político. La patronal catalana, la derecha más reaccionaria alabó la intervención. Es este el marco donde se desarrolla el conflicto contra Bolonia. La «izquierda institucional» ha asumido, con matices aunque no lo cuestiona en el fondo, el discurso liberalizador. La coalición IC-V-EUiA cada vez más escorada, atada al cargo institucional, se muestra incapaz de generar un discurso alternativo más allá de las hueras declaraciones, se ve imposibilitada para estructurar una opción antagónica al modelo existente, una alternativa social creíble que retome el pulso de la acción política. El descrédito de estas opciones políticas acentúa la desorientación en el seno de las clases populares que les han dado apoyo históricamente. En el horizonte se avientan ya cambios drásticos en la correlación de fuerzas parlamentarias.

Mención aparte ha sido la posición de EUiA frente al conflicto, el dualismo que recorre la organización entre el trabajo institucional y la «pata» social, se resuelve cuando no hay hegemonía social, siempre en perjuicio de ésta y en beneficio de aquella. Así, mientras miembros de la coalición eran golpeados, desde la más alta dirección se ordenó no pedir la dimisión del Conseller Saura, auténtico responsable político de la acción de los «mossos d’ escuadra». La manifestación que tuvo lugar días después demostró el nivel de contradicciones de la política catalana frente al conflicto. Mientras las fuerzas policiales controlaban el centro de Barcelona con un despliegue de cascos, escudos, vallas antidisturbios nunca vistas, mientras la radio y las televisiones creaban una sensación de angustia, intentando desalentar a los manifestantes, éstos respondieron de forma ejemplar en una gran manifestación lúdica y pacífica, desorientando a las fuerzas policiales que preparadas para la represión de cualquier incidente, se vieron totalmente sorprendidas. Hoy al hilo de estas líneas los seis partidos presentes en el Parlamento catalán han acordado dar su apoyo al Plan Bolonia, sin ambages, sin careta, las presiones que ha recibido la coalición ICV-Euia han dado sus frutos. Hoy es un triste día para la izquierda catalana.