Del pinchazo de la burbuja al infarto de la economía real

La crisis financiera internacional ha descorrido el velo que cubría una situación mucho más complicada, la de la economía real. Esta a su vez se entremezcla con graves problemas medioambientales y de recursos. La emergencia ha llegado a un punto tal que la ortodoxia económica ha sido aparcada sin miramientos y los Estados se han lanzado a inyectar sumas astronómicas de dinero público – los impuestos del futuro – para impedir el colapso del sistema bancario. Las finanzas son las venas por las que circula el capital en su movimiento perpetuo en pos de la acumulación, su colapso es cómo un infarto para el capitalismo.

Las estrategias elegidas son parecidas pero hay matices. De una u otra forma, los Estados sostienen a la Banca supliendo las reservas que se han volatilizado con la especulación y la desconfianza mutua generalizada. Poco importa el motivo aparente de esa repentina pérdida, el fondo es que hay una crisis de la economía real, es decir que los beneficios ni están ni se les espera a corto plazo. Eso hace que el capital financiero, cuya finalidad es movilizarse buscando beneficios, no valga nada.

En EEUU, donde desde la segunda guerra mundial se practica el intervencionismo sin complejos, el Estado además está dispuesto a inyectar dinero directamente en la economía real para cebar el circuito. No ocurre lo mismo en la UE, donde todos miran a Alemania esperando que se mueva mientras que ésta espera a su vez que sean los demás. Todos intentan salir exportando a los demás y pagando los salarios más bajos posibles.

España: con treinta años basta

En España la situación es muy difícil. Tenemos más paro y el mayor déficit comercial. El endeudamiento es excesivo, incluso la propia Banca española debe a la europea pues el ahorro no bastaba para financiar la orgía de «ladrillo». Aquí no hay hipotecas «basura» sino promotores «basura». El riesgo inmediato está en esas promociones sin vender que se han financiado con dinero que ahora hay que devolver a los bancos europeos. Pero el verdadero problema es que la economía se ha parado y el motor de la construcción ya no sirve. No hay más remedio que «cambiar de modelo». Lo que no está tan claro es hacia qué.

El «guru progresista» Krugman lo ha dicho: «España tendrá que reducir salarios y precios». La plataforma reivindicativa de la CEOE con acento de Princeton. La misma fórmula que se lleva repitiendo los últimos treinta años y tras la cual se oculta el fracaso de la democracia española: la persistencia de esta caspa de banqueros, especuladores y parásitos coronados que no han sido capaces ni de crear empleo suficiente ni de dotar al país de una economía productiva mínimamente presentable. Treinta años de ajustes ya bastan.

Una oportunidad
para cambiar el rumbo

A estas alturas todo el mundo sabe que la salida de la crisis será a través de la política, con los Estados asumiendo el puesto de mando. La hegemonía neoliberal se ha basado en un consenso entre los objetivos de las grandes finanzas, las expectativas de las clases medias seducidas por el espejismo financiero e inmobiliario y la pasividad de la clase trabajadora anulada por veinte años de reconversiones, bajo la amenaza constante de la flexibilización y las deslocalizaciones y endeudada hasta las cejas.
La crisis del neoliberalismo puede ser también la ocasión para una nueva hegemonía.

En España la debilidad objetiva en la que se encuentra el sector financiero, la cúpula del bloque social reaccionario que se alzó, o mejor dicho, mantuvo el poder tras la transición, proporciona una oportunidad. Una oportunidad para emprender las reformas democráticas que a lo mejor no traen el socialismo pero si pueden acercarlo, mejorando de paso las condiciones de vida, la igualdad y la relación con la naturaleza.

La empresa no es sencilla. El modelo económico actual se sustenta en el poder del bloque dominante y los límites de la Constitución de 1978 son las salvaguardas de ese poder. La falta de democracia económica, la dominación de género, los destrozos ambientales se manifiestan de una forma concreta en el caso español precisamente por la persistencia de ese bloque. Por eso la alternativa tiene que ser fundamentalmente política.

El PCE ha conocido y enfrentado en su historia con acierto situaciones, sino iguales, que planteaban retos parecidos. Ha construido su política en base a llamamientos en pro de nuevas alianzas para solucionar problemas reales de la sociedad española disputando el poder a los poderes que históricamente han bloqueado el desarrollo hacia una sociedad más justa y libre.

Por una salida democrática:
politizar la crisis

Salvando todas las distancias, nos encontramos ante una situación que reclama el mismo tipo de respuesta. Respuestas a los problemas inmediatos: ¿qué alternativa a los cuatro millones de parados, más si contamos a las mujeres atadas al «invisible» trabajo de los cuidados? ¿cómo frenar e invertir el descenso hacia los infiernos del deterioro urbano y ecológico irreversible? ¿qué hacer con un millón o más de viviendas vacías? ¿en qué emplear a miles de jóvenes ahora condenados a la precariedad y el subempleo? Y respuestas a los problemas a medio plazo: hacia el cambio energético, la producción centrada en las necesidades sociales, la regeneración de los tejidos económicos locales, la democracia económica, la expansión de la cultura y el bienestar.

Se trata de un proyecto político que tiene que ser capaz de derrocar el poder de las viejas estructuras y, por tanto, de extender y profundizar la democracia. No una democracia abstracta sino una democracia del trabajo, de género y ecológica. Así como la segunda república fue la expresión del esfuerzo para superar las viejas dominaciones ante la crisis de la Restauración, la tercera será la institucionalización de ese nuevo impulso.

Un esfuerzo político que habrá de plantear el problema del poder financiero, empezando por las Cajas. Que tendrá que dar la batalla por la democratización de unas estructuras estatales al servicio de las viejas y nuevas oligarquías. Que deberá mirar la cuestión nacional con nuevos ojos teniendo presente la división territorial del trabajo. Que enfrentará el neomercantilismo de la UE con una propuesta de desarrollo armónico y solidario, bandera de una izquierda europea solvente.

La crisis económica ha desencadenado ya, y lo seguirá haciendo cada vez más, un archipiélago de luchas y resistencias. ¿Qué puede unir a los trabajadores que se oponen a los EREs, a los estudiantes contra Bolonia, a los empresarios innovadores con vocación productiva, a las mujeres que ven que ellas pagarán doble, a los enseñantes, los sanitarios, los agricultores, …? El PCE e IU deben abrirse a la discusión sobre las alternativas e impulsar la politización de la propuesta. La crisis económica debe dar lugar a la impugnación del «capitalismo feo» español para convertirse en una crisis política. Ahí está la refundación.

* Director de la Fundación
de Investigaciones Marxistas