Ahora que todo el mundo le quiere, ahora que es usted el más progre de ambas orillas del Atlántico capitalista, que viene a Europa y queda estupendo después de visitar los campos de concentración nazi y los campos de masacre en Normandía, recordando a los que murieron por luchar contra la barbarie o porque la barbarie luchó contra ellos, ahora que se propone reformar o paliar los aspectos más duros de las políticas de sus antecesores en el cargo de Imperator Mundi, porfa, señor Presidente, ahora que nos pone de ejemplo en el mundo de cuando éramos Al Andalus y tolerantes, tómese la molestia de venir a Ehpaña, que ya no es Al Andalus ni Hispania ni la madre que no la iba a reconocer, según nuestro Alfonso Guerra, y, más concretamente, a Badajoz, porque allí una gente como la que armó lo de los campos de concentración y exterminio en Alemania y otros lugares de la vieja y culta Europa, unos españoles nada tolerantes, parecidos en ideas y métodos a la gente contra la que tuvo que luchar su abuelo en Normandía, tomaron la decisión de fusilar a unas mil doscientas personas contra la tapia del cementerio de la ciudad recién conquistada. Y ahora, después de negarse sistemáticamente a recordar los hechos, el PP que gobierna la ciudad quiere construir un traspantojo para que el paredón desaparezca de la vista de los demás tal cual ha desaparecido de su memoria.
Si usted pidiera explicaciones a su amigo D. José Luis, este tendría que explicarle que antes, el PSOE había permitido que desapareciera la plaza de toros donde nos cortaron orejas y rabos a los malos de la antiEspaña, que éramos nosotros o cualquiera que ellos consideraran acreedores del castigo. Porque no te mataban, a veces, por tus ideas, te mataban para que no llegaras a tenerlas, para que el pueblo no pasara de una intuición a una certeza y de allí a una acción. Había que dar un escarmiento y se lo dieron a los concienciados y a los que pasaban por allí, con tal que nadie dijera «éste es de los nuestros», o sea, que si habías sido criada respondona, o asalariado reivindicativo, te llevaban al paredón o a la plaza de toros para quitarte de en medio y para que los demás supieran que los señoritos, los que mandan, no se andaban con tonterías y que no convenía soliviantarlos con amenazas de redistribución de la riqueza o de socializar la propiedad de los medios de producción.
Señor Obama, eso es sembrar el terror y ustedes están contra los terroristas y sus encubridores. Pues fíjese como está el patio de mi casa que, mientras usted puede ir con la señora Merkel a poner una coronita y a pronunciar sensatos y sentidos discursos en el propio campo de concentración y exterminio, mientras va con el señor Sarkozy a la playa (de Normandía para recordar a los que se quedaron para siempre en ella, y llevan a los supervivientes e, incluso, al actor que representaba a uno que no sobrevivió) a nosotros nos van a poner en Badajoz un muro para que no veamos el matadero.
Ande, Sr. Obama… Ya supongo que está usted muy ocupado pero ya que nos pone a los españoles de alguna época como ejemplo de tolerancia, venga usted a hablar con nuestra derecha bifronte, con Don Mariano y Don José Luis y dígales que el pasado de España no puede ser de un color exclusivo, azul o rojo. Usted, que tiene un color excepcional en la política norteamericana, dígales que no podemos ser daltónicos desmemoriados, olvidar y ocultar el rojo político y el rojo de las salpicaduras del paredón, que hay que recordarlo todo y superar el dolor de los recuerdos con la explicación, el análisis y un proyecto de convivencia que no te lleve a sospechar que te están exigiendo silencio a cambio de una vida que no puede ser tuya hasta que los demás no te acepten tal y como fuiste o como eres, y que lo que eres tiene una historia detrás que no se puede olvidar.