En las últimas semanas, el gobierno y, de manera especial, su presidente, han cambiado totalmente su discurso, defendiendo como fanáticos iluminados lo que hasta el día anterior a su conversión negaban. Solo faltó que los organismos directos del capital (BM, FMI, BCE; BE, CEOE…) y los indirectos (UE, CE, medios de comunicación), pusieran encima de la mesa una serie de medidas, preludio de otras que vendrán aún más duras, para que Zapatero, su gobierno y el PSOE hagan lo que les piden y dejen el terreno llano para que cuando el PP gane las próximas elecciones encuentre todo el trabajo sucio hecho.

Ante ello, la huelga general como instrumento concreto para frenar la actual borrachera neoliberal se ha puesto de moda en el debate político y social, para defenderla unos, y para atacarla y ridiculizarla otros, entre los cuales además de patronal, derecha, semiderecha e izquierda torcida, están todos los vividores y mercenarios del sistema.

A mi entender, ¿Cuál debía haber sido el proceso social y político en España y en Europa, desde el año 2007, como mínimo?

«Ante los primeros síntomas graves de la crisis, tomar posición clara y empezar a explicarla en círculos concéntricos cada vez más amplios, hasta llegar a un sector social organizado, o potencialmente organizable.

«Posición y explicación que debía basarse en un análisis, lo más objetivo posible, y en propuestas concretas para hacer frente a los problemas de la crisis capitalista desde posiciones de clase.

«Hacerse las tres preguntas: ¿Cuáles son los problemas? ¿Por qué se han producido? ¿Quién y qué los ha causado? conducirían a un conocimiento de la realidad.

De lo sucedido en los últimos años, solo se podía desprender una explicación: el neoliberalismo como expresión más salvaje del capitalismo, es el responsable. Consecuentemente, el capitalismo no es un sistema capaz de impulsar, desarrollar y gestionar una sociedad mínimamente justa, en la que el equilibrio económico y social, en el interior de cada país, y en general, sea la regla y no la excepción.

La globalización capitalista, los mercados, son el problema, no la solución, desde siempre, y con especial virulencia y desenfreno en el último periodo en el cual el capitalismo que acaba de producir la última crisis ha liquidado incluso las leyes que el mismo sistema puso en marcha después de anteriores crisis. La actual globalización ha permitido que se formasen verdaderos nidos de ladrones -se llaman bolsas, sicav, accionistas, financieros…- en el marco de unas leyes ya hechas para especular con la riqueza artificial frente a la riqueza real. Sobre la injusticia del capitalismo llueve la degradación neoliberal.

Conscientes, durante un breve momento, de su responsabilidad, los causantes de la enfermedad económica y social actual, estuvieron a la defensiva. Al darse cuenta de que no se les ha denunciado, ni combatido, ni encarcelado, han recuperado plenamente su insolvencia, autoritarismo y prepotencia hasta arrodillar a los gobiernos, a los sumisos y a los más críticos. Como siempre, han convertido a las víctimas en responsables y se han impuesto como única alternativa. Gobiernos, partidos y sindicatos han dicho amén, aunque en algunos casos algún sector ha elevado una tímida propuesta…

Pero, en conjunto, ¿cuál ha sido la reacción social, política e intelectual democrática y de izquierdas?

Aceptar que no había alternativa; aceptar el reflotamiento del sistema financiero, sin condiciones. Dejar que salieran los máximos responsables del KO técnico; renunciar a poner encima de la mesa otra alternativa a la del capital, basada en un programa orientado a un control técnico y político de la economía, para crear, iniciar e impulsar un desarrollo progresivamente sostenible, fundamentado en la planificación democrática, sobre la base de las necesidades económicas y sociales reales de las sociedades y las posibilidades de satisfacerlas. Esto, que es siempre necesario, era mucho más evidente hace tres años ante el nuevo y demoledor fracaso del capitalismo y no se hizo nada, o casi nada, para analizar y denunciar lo que ocurría y defender una alternativa. Todo eso sólo podía hacerse de una forma: combinando la frialdad del análisis con la inteligencia de las propuestas y la voluntad de organizar y movilizar a la sociedad. ¿Y ahora qué? El FMI, el BM, la OCDE, la UE, los bancos centrales, el Banco de España, los gobiernos, el PSOE, PP, CIU etc., ya se han pronunciado, ¿Vamos a hacerlo los que sin tener la responsabilidad principal, vamos a pagar las consecuencias? Y ahí viene la Huelga General convocada. Yo que no me lleno la boca de HG, pienso que es necesaria, acompañada de un programa político y sindical breve, claro, conciso, concreto, que la mayoría lo entienda. Pero si antes no hay un proceso de movilización que cree una sabia conciencia de lo que ocurre en una mayoría social y que le haga creer que es posible cambiar las cosas a medio plazo en un sentido favorable a sus intereses y a la solución de los problemas, sería otro fracaso. Hoy no es posible ya buscar alternativas muy posibilistas, para que no empeoren más las cosas; hoy, el necesario pragmatismo e inteligencia para la movilización para otras políticas, debe ir acompañado de una explicación clara de que el capitalismo no es la solución, sino el problema, y que cuanto antes nos pongamos a trabajar para una democracia económica y política real, enfocada al socialismo, más sufrimiento y caos social evitaremos.

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