Si la C con la A hace ca y la K con la A hace ca, una de las dos está de más…», le decía el personaje de Nieves a su padre Paco el Bajo en una escena de Los Santos Inocentes. Y la reflexión de la muchacha, tan obvia por otra parte, abría las puertas de otro mundo, tan nuevo como incomprensiblea ojos del padre analfabeto.
Algo parecido me pasa a mí cada vez que hay elecciones y tras éstas hay que nombrar a un nuevo presidente de gobierno. El sentido común me dice que el jefe del partido que las gane es quien automáticamente ocupará el cargo. Pero no. Resulta que el partido ganador designa a uno – que es siempre su jefe – y se lo cuenta al rey de los españoles. Entonces el rey de los españoles – yo como soy de tierra de piratas no lo asumo como tal – dice: «Me he dado por enterado de la voluntad de mis súbditos y comoquiero y soy el rey, ahora voy y nombro presidente a fulanito», siendo siempre fulanito el jefe del partido ganador. Entonces me asalta la misma duda que al personaje de Nieves. Si el electorado elige al presidente y el rey de los españoles – y suegro de su yerno – elige al presidente, uno de los dos está de más. Y siendo así, ¿quién sobra, nosotros o el rey?
Todo esto parece una tontería y lo será, pero cada vez que veo que el jefe del partido ganador se reúne con sus mandarines y nombra a un presidente del Congreso y luego el presidente del Congreso se va a la Zarzuela y le dice al rey de los españoles que propone como presidente del país a quién le ha nombrado a él como presidente y el rey se lo piensa y al cabo de pocos días llama al jefe del partido ganador y le dice que le nombra presidente del país, se me ocurre lo que nos cuestan tantas idas y venidas, no sólo porque ninguno de los antes mencionados mueva un dedo si no hay pasta de por medio, sino por el gasto que suponen escoltas, coches oficiales, recepciones, dietas, B.O.E., invitados, vino español o ruedas de prensa.Y total, ¿para qué?, ¿para decirnos lo que ya sabíamos?
Otra cosa sería que el rey de los españoles,cuando recibiera al presidente del Congreso, se mesara las barbas – si las tuviera -, adoptara un gesto inteligente y,con mirada clara y dicción perfecta, le dijera que no le daba su real gana designar a quién quieren sus súbditos, sino que va a nombrar a quien a él le salga de sus reales partes o narices, que para el caso es lo mismo.
Entonces sí. Entonces sí que merecería la pena consultarle y gastarnos todo lo que nos gastamos en semejante pantomima. Sería como ir a ver una buena película de suspense en la que hasta el último momento no se sabe quién es el asesino. Pero de esta manera, no. De esta forma es como pagar una entrada por ver en tu casa el DVD del Rey León cada vez que tu niña pequeña quiera verla, que es todos los días y a todas horas.
Así que, dado que en este asunto,o sobra el electorado o sobra el rey de los españoles, propongo que afrontemos la realidad y ya que, por culpa de nuestra mala cabeza, estamos en crisis y tenemos que ahorrar y evitar el despilfarro, hagamos un cambio radical. O el rey se borra del mapa y nosotros decidimos y designamos al presidente del país, sin más intrigas que el resultado de nuestros votos, o nos borramos nosotros y le dejamos toda la tarea al monarca.
Eso sí. En caso de la segunda opción, él a trabajar y nosotros nos quedamos con los palacios, los yates y con la asignación real, gastos aparte y todo libre de impuestos.
La familia, príncipes, princesas, duques, duquesas, infantes e infantonas, se la dejamos, que para él lleva.
Y además, son todos muy feos.