Ahora que Don Mariano se dispone a tomar las riendas de este carricoche de caballos desbocados y ruedas a punto de salirse de sus ejes, la prensa de siempre adquiere un tono mucho menos acelerado, menos catastrofista, más «comprensivo» sobre las causas de los males de la Patria. Ya es cosa de Europa y de doña Angela Merkel. Zapatero ya puede irse a descansar en paz.

Además de concederse todo el tiempo del mundo (hasta marzo, incluso) para poner en marcha medidas como Dios manda, y lo de la deuda sube y baja y ya no parece que sea culpa de nadie en concreto, Don Mariano exhorta a los suyos y nos exhorta por extensión a que no hagamos nada de lo que tuviéramos después que avergonzarnos. Y esto lo dice con el señor Camps sentado en el banquillo y con el señor Urdangarín sintiéndose casi «indignado», según explica su abogado-portavoz. Vaya juegos de palabras para escuchar y leer mientras te preparas el ánimo para asistir como teleadicto con síndrome de abstinencia al mensaje del Rey Juan Carlos en estas fechas tan entrañables. No quiero hurgar en la herida pero los guionistas tienen un marronazo de discurso que solventar.

Hablando de mensajes retorcidos, el de la indignación del Sr. Urdangarin sigue la escuela del anuncio de Moviestar, engorrinando la imagen del 15M, aunque con el efecto colateral dañino de que los desparpajudos publicistas han provocado una ofensiva contrapublicitaria que da mucho que hablar en Internet y de la que Moviestar no sale con buena imagen.

Claro que, como nos estamos volviendo tan fatalistas, tan derrotados y tan cínicos, al final no se vislumbra el efecto liberador de las palabras bien dichas y colocadas, cada una en su sentido primigenio, sin colorantes ni espumantes, sino más bien la acumulación de palabras sin sentido y sin ilusión que generan el discurso de un fracaso.

Digo fracaso para el discurso convertido en algarabía (preciosa palabra a pesar de su connotación despreciativa hacia una lengua bella y lógica) por tanta pelea superflua, tanta declaración inoportuna, tanta opinión faltona y tanta sensibilidad a flor de piel, mira que bien, ahora que no vamos a tener dinero para tratamientos reparadores.

Tan es así que estoy por reivindicar la voz de Cayo Lara aunque sé perfectamente que es la antítesis de la telegenia. No tiene mala pinta pero despinta del modelo estético imperante. Es decir, que cuando aparece en televisión no puede competir desde la misma perspectiva estética con los demás que se presentan como líderes mediáticos, gastando él esa reciedumbre que parece que le va a salir por las costuras de la chaquetilla aunque no dé imagen de gordo sino de labrador currado. Pero sí tiene algo de valor incalculable: parece lo que es y lo que es lo reconoce cualquiera porque no está disimulado: es un hombre de pueblo y del pueblo, un campesino, un manchego del montón, un español medio, un ciudadano de a pié. Algo tiene, además, que le beneficia: no se le vé disfraz alguno. Y, sí se le ve que, con su «torpe aliño indumentario», que diría Machado, dice sencillamente y con palabras nada rebuscadas lo que piensan muchos: por ejemplo, que lo del día 6 de diciembre es una farsa y más en las circunstancias actuales. Y si la Casa Real anuncia que va a decirnos en qué se lo gastan, les responde que vale y que «a buenas horas, mangas verdes». Lástima que haya que agradecérselo a don Iñaki.

Lo que dice Cayo Lara (porque lo dice IU) es lo que dicen una buena parte de españoles que se han tomado la molestia de salir en apreciable cantidad a las calles y plazas a manifestarse. No me parece mala cosa que el Coordinador muestre con palabras y hechos que IU coincide con ellos, porque ellos desconfiaban de que algún partido los representase y una forma de representar es demostrar en la práctica, con gestos y acciones políticas, que dentro y fuera del hemiciclo no se coincide con los usos y abusos cortesanos, que se está en el Congreso para otra cosa que para darse homenajes y parabienes. El Sr. Bono, por poner un ejemplo distinto, también manchego pero disfrazado de Rosita la Pastelera (figura clásica en el parlamentarismo español), sí que cumple con las reglas del sistema y practica con soltura las reglas cortesanas.

Lo que Cayo Lara diga tendrá más importancia cuando se junte con lo que haga en el hemiciclo y con lo que lleve y traiga del hemiciclo a la calle. Habrá que esperar un poco pero yo creo firmemente que esta vez sí que hay equipo para competir: El tiempo y lo que seamos capaces de aportar cada uno de nosotros será lo que muestre si la larga marcha de IU puede llegar a constituir un amplio frente de resistencia, mejorar su credibilidad política y recuperar (o mejor, fabricar) una imagen de izquierda natural pero culta, popular pero sencillamente elegante, de saber estar en todos los frentes sin que las formas impongan un traje prefabricado por otros.

Y dicho esto, estoy convencido de que IU necesita todas las palabras y todas las voces. Muchos portavoces y muy diversos, cada uno con sus palabras y todos en un discurso común. No solo en el Congreso sino en la calle.