Me tienes rodeado de efectos colaterales dañinos para mi equilibrio personal. Ya no te digo lo de la “línea de crédito”, lo de la “política reformista”, o lo de los “ajustes”… “eufemismos” (y es mucho decir) con los que nos cambias la vida y el lenguaje (ya se habla con insistencia de la “neolengua”) que debería describirla con exactitud, para no terminar todos viviendo en la confusión ruinosa de nuestros bolsillos y nuestros espíritus, si es que se puede llamar “espíritu” a esta debacle emocional y moral que soportamos cada día. Me refiero, en este caso, a cómo se viven y se metabolizan las noticias que nos transmites en el seno de estas familias de clase media que tienden a ser moralistas porque aún les dura tu adoctrinamiento y la creencia en valores universales, formulados como verdades absolutas, cuya existencia, ahora más que nunca, es ciertamente dudosa si atendemos a lo que pasa a diario.

Tus medios de comunicación, mensajeros de la desmoralización programada, proponen cada día nuevos motivos de escándalo: Ahora te dicen que el Rey no se va a dejar sacar la foto con el señor Dívar después de haber posado con un elefante y eso provoca un alud de comentarios familiares que te condicionan la digestión de la cena y te hacen escuchar una serie de exclamaciones del tipo “¡qué listos…qué vergüenza!”, como si la vergüenza y todas las virtudes (incluidas las teologales) no fuesen referencias relativas, según cada momento histórico y social (y económico), en vez de estrellas polares inamovibles en su función orientadora.

Pues, en medio de esta desorientación, mi suegra capta una nueva noticia que la ha indignado sobremanera: se trata de la decisión de pagar una prima (elevada y aumentada sobre la que se ofreció anteriormente) a los jugadores de fútbol que nos “representan” en la Eurocopa. Fue oírla y lanzarse a un indignado discurso sobre cómo se puede pagar tanto a unos señores por jugar al fútbol mientras a otros muchos más se les recortan sus ingresos o se retira dinero necesario para mantener actividades de investigación. En vano quise relativizar su encono señalando que, ciertamente, era un asunto que señalaba muy bien la esencia de un mundo desquiciado en el que se paga mejor a los gladiadores que a los artesanos y que no daba para una batalla enconada teniendo, como tenemos, toda una guerra de agresión del sistema contra la inmensa mayoría de la población que, por cierto, se gasta más de lo que puede en acudir a los estadios para aplaudir a esos gladiadores y para sentirse vencedores si ellos ganan. Hay que saber dosificar nuestras fuerzas y dirigirlas a los objetivos principales en vez de meternos en mil escaramuzas contra asuntos en los que la opinión pública puede estar francamente desorientada y dividida.

Pero mi suegra insistía en la trascendencia moral de la decisión y me retaba a no dejar pasar la ocasión de denunciar esta “vergüenza”. Imagínate Derecha, lo que significa que se te abra, en tu propia familia, un frente radical minimalista dispuesto a hacer una cuestión de Estado de cada decisión retributiva. No tuve más remedio que jurar que te escribiría esta carta.

Y puesto ya a ello se me ocurre que mi queja debe encaminarse más sobre para qué te pagan que sobre el hecho de pagar generosamente. Yo supongo que esa prima no retribuye el esfuerzo, ni el “Know How” sino el hecho de defender la “Marca España”… Y me pregunto si no habría que competir en otros sectores con una selección de esforzados que demuestren que se puede hacer un equipo nacional con elementos recogidos de los cuatro puntos geográficos del país. Y no solamente con jugadores mesetarios y periféricos sino con nacionalidades diferenciadas y con escuelas de juego distintas. Creo que el ejemplo de nuestros jugadores y de nuestro fútbol lo podías aplicar a nuestra clase política para que aprenda de ellos y del entrenador, pero tampoco estaría mal que se formasen selecciones de parados, de estafados por los bancos, de mujeres no conciliadas con su propia vida, de jubilados y pensionistas, de cerebros amueblados y, sobre todo, de personas generosas que, con toda su habilidad personal, sepan jugar para el equipo. Y el presidente de la Federación de Fútbol que asesore al ministro de Hacienda para lo de los pagos.

Mi suegra te lo agradecerá.