La actual crisis condensa el espíritu del capitalismo expresándolo como un constante proceso de desposesión colectiva en beneficio de una minoría dominante. Lo político es sometido a los mandatos del mercado y el Estado es vaciado de competencias. La privatización abierta o encubierta de los bienes colectivos y la conversión de las instituciones públicas en agentes políticos de las entidades financieras pervierten la función social del Estado. Esta crisis representa un aumento exponencial de la dominación social del capital sobre el trabajo. El proyecto neoliberal hegemónico, aprovechando la coyuntura de crisis, devalúa el propio proceso democrático, pone en riesgo al conjunto de la sociedad y cuestiona la viabilidad del actual sistema de “democracia bajo el capitalismo”.
El desolador escenario social que las políticas de austeridad está imponiendo, con la excusa de la crisis, a millones de personas en toda Europa, resulta un genocidio económico por el que la Historia responsabilizará a los y las eurodiputadas que las han consentido, cuando no alentado y defendido. La democracia y la soberanía de los Estados, la propia viabilidad de algunos Estados-nación, se encuentra en una situación límite debido a la cesión de su autonomía fiscal, de su política económica, a instituciones transnacionales al servicio de organismos incontrolados cuyos intereses particulares, que deberían ser públicos, son inconfesables. La soberanía es un principio fundamental de todo Estado nación que la Troika cuestiona sistemáticamente. La Troika supone un riesgo real para el futuro de Europa. La Troika supone una amenaza concreta para la democracia en Europa.
Dentro de la dinámica descrita, opacidad institucional y falta de control democrático, las actuales negociaciones sobre el TAFTA (Transatlantic Free Trade Area) o, en castellano, Tratado de Libre Comercio Transatlántico (TLCT), suponen un paso más, de gran transcendencia, en la desregulación financiera en favor de la entidades transnacionales y de las corporaciones que actúan al margen o por “encima de la Ley”. Del TLCT se desprende la creación de una especie de “OTAN económica”, como la han denominado algunos analistas, que terminaría por desarticular los actuales y escasos mecanismos democráticos de control de los capitales globales. Una nueva entidad público-privado de incremento de la presión de los mercados sobre el Estado, sobre los Estados que conforman la Unión, sobre la ciudadanía europea y también norteamericana. Favoreciendo, una vez más, los intereses del capital frente al trabajo, esencia del proyecto neoliberal, el TLCT continúa la orientación tomada en el tratado de Maastricht e incide en dos territorios conectados estructuralmente: a) Un debilitamiento extremo de las posiciones negociadoras de la población asalariada a escala global, con el mayor recorte de derechos sociales y laborales de la historia reciente, y b) el inicio de un proceso deconstituyente, donde las garantías democráticas quedan suspendidas y las propias instituciones del Estado de derecho son utilizadas contra la clase trabajadora.
La reacción popular, ante ésta ofensiva neoliberal, puede describirse como una repolitización general de la sociedad civil. Durante el proceso de derribo del frágil Estado social al que se ha sometido, principalmente, a los países del Sur de Europa, la correlación de fuerzas se ha alterado sustancialmente. La mayoría social se ha incorporado, paulatinamente, a las múltiples luchas sociales de resistencia en defensa de los derechos conquistados, a las mareas que han recorrido el conjunto de la sociedad civil. Las y los trabajadores han manifestado su rechazo en huelgas generales, en movilizaciones sindicales de masas y en formas creativas, novedosas, de protesta social sin precedentes en nuestro país. Del 15M al 22M pasando por el 29S, un mismo sentimiento de rebelión social y democrática ha inspirado la movilización. España ha vivido en los últimos cinco años el período de conflictividad laboral más alto de su historia. El período más largo de movilización social y manifestaciones ciudadanas de nuestra democracia. La sensación de “Estado de excepción” se ha convertido en generalizada y, a pesar de la reacción represiva del Gobierno, las luchas sociales han ido en constante aumento desde 2011.
Por su parte, mientras crece el descontento social general, los “partidos del sistema” y sus aliados mediáticos se esfuerzan, inútilmente, en minimizar los efectos políticos, inevitables, de su gestión; desgaste electoral y carencia creciente de credibilidad del bipartidismo. Las convocatorias electorales les resultan a ambos partidos, PP y PSOE, un formalismo que ha de resolverse periódicamente para conservar cierto apoyo popular. La capacidad de recubrir la deriva autoritaria del capitalismo bajo formas de participación democrática permite, además, justificar sus medidas desde la legitimidad de las mayorías electorales bipartidistas.
Por este motivo es fundamental, prioritario, para la izquierda social y política romper con la hegemonía bipartidista. Romper la hegemonía bipartidista como primer paso hacia un nuevo proceso constituyente. Romper la hegemonía bipartidista desde la construcción de una alternativa política, desde una revolución social democrática. Romper la hegemonía bipartidista denunciando las políticas de “alternancia” en el Parlamento español y “concentración nacional” en el Parlamento europeo. Romper la hegemonía bipartidista de PP y PSOE significa articular un gran bloque social y político democrático. Un bloque social y político que se enfrente a la Troika y sus sucursales nacionales. Un bloque social y político, como subraya Paloma López en un libro de reciente publicación, que sea capaz de “enfrentar esas políticas y articular respuestas, potenciando la confluencia con diversos agentes, los trabajadores y trabajadoras, sus organizaciones representativas y la ciudadanía activa, consumidores y usuarios, movilizados frente a un poder público ajeno a los intereses de las personas, estableciendo instrumentos para la participación efectiva”[1].
La transformación que necesita Europa no es cosmética sino de fondo. El bloque social y político que necesitamos constituir debe ser el resultado de un proceso amplio de confluencia entre los movimientos sociales y las organizaciones sindicales y políticas que defienden la democracia frente a la extorsión de los poderes financieros. Un bloque social y político que simbolice la resistencia frente a la Troika.
El próximo 25M puede convertirse en el inicio de un nuevo ciclo político en Europa. El próximo 25M o ganan los mercados o gana la democracia.
Nota:
1. López, Paloma, “Un programa, un proyecto”, en Cambiar Europa. Confluencias políticas y sociales en una Europa en crisis. Ed. FEC, 2014.
Cabeza de lista de Izquierda Unida a las Elecciones europeas 2014