No ha pasado un mes de la llegada al gobierno griego de Alexis Tsipras (muy lejos aún de los 100 días de confianza que se le otorgan a cualquier gobierno), y ya se han reconstituido todas las «santas alianzas» de la vieja Europa.

Maastricht no se hizo en vano, los tratados de desarrollo posteriores no se hicieron en vano, el intento (frustrado) de Tratado Constitucional europeo y la sustitución por el Tratado de Lisboa o «mini tratado» no fueron en vano para los grandes poderes monopolistas europeos. El neoliberalismo quedó instituido como la ideología de una Unión Europea que enterró, no sabemos si para siempre, al sueño de una Europa de los pueblos y, a partir de ahí, esa Europa democrática y social que se construyó sobre las cenizas del nazi-fascismo derrotado en la II Guerra Mundial, está siendo desmontada de una manera planificada por los actores políticos que sirven, como viejos manijeros, a los intereses de clase del capitalismo.

Y es ese el escenario en el que Syriza gana las elecciones en Grecia. Escenario político asimilable a una camisa de fuerza que impide otro movimiento que no sea el de las mangas atadas. Las exigencias del memorándum, la preeminencia del pago de la deuda sobre el gasto social, los límites al déficit de los Estados miembros (¿por qué el 3%?), los planes de ajuste, etc se han aplicado en Grecia con la insistencia de un nuevo fundamentalismo hasta convertir a este país hermano en un experimento social del neoliberalismo que ha querido comprobar el grado de aguante de los pueblos ante el trasvase masivo de las rentas del trabajo a las del capital con una multiplicidad de mecanismos para ello. La pobreza se mastica en las calles de Atenas, mientras que los organismos de los poderosos (Ej: troika), piden más despidos, más recortes de pensiones, más rebajas salariales, más privatizaciones con el sadismo propio de un torturador.

Esta UE no permite otra política que no esté en el guión que periódicamente diseñan los Jefes de Estado y de Gobierno en sus reuniones del Consejo Europeo y que interpretan eficazmente los comisarios de una Comisión Europea negociada por los gobiernos para repartir entre miembros del Partido Popular europeo y del Partido Socialista Europeo. Es decir, las directrices de la Unión Europea (sobre todo las de medidas antipopulares), no vienen impuestas desde Bruselas, como nos suelen repetir, vienen de nuestros propios gobiernos que las acuerdan para aplicarlas en sus países y escudarse en «que vienen de Europa”.

El grado de cinismo es tan grande que parece que los males de Grecia los hayan provocado «esos izquierdistas que prometen cosas que no se pueden cumplir», ocultando que han sido gobierno socialistas y conservadores (y juntos), los que han llevado a la mayoría social del pueblo griego al hambre. Dicho de otra manera, los gobernantes acostumbrados a hacer lo contrario de lo que prometen, acusan al Gobierno de Tsipras de ser unos irresponsables por querer cumplir lo propuesto al pueblo en la campaña electoral. El papel de gobiernos como el español, con actuaciones en la negociación que objetivamente perjudican a su propio pueblo con tal de debilitar, crear contradicciones y desestabilizar al gobierno de Syriza, raya las actitudes golpistas a las que, por desgracia, nos tiene acostumbrados el imperialismo en otras latitudes y, en especial, en América Latina.

Ante esta situación sólo se puede responder con firmeza, desde dentro y desde fuera de Grecia. La Unión Europea no existe como sujeto cuyo objetivo sea construir una realidad política europea. La UE es un compendio de Tratados suscritos por los diferentes gobiernos en representación de los Estados y, por tanto sólo desde los Estados se puede desmontar, el andamiaje sobre el que se ha ido construyendo esta monstruosidad capitalista.

Lo que se concibió como un instrumento del capital monopolista y como un apéndice imperialista, ha sido confundido, a veces, con una organización filantrópica y humanista, y no tuvo que ser nunca aceptado por ninguna fuerza a la izquierda de la socialdemocracia ni, mucho menos, por ningún Partido Comunista. Ni el primer Mercado Común Europeo, ni la posterior CEE (Comunidad Económica Europea), ni la actual UE, alumbrada por el acta única y los Acuerdos de Maastricht (de los que felizmente el PCE e IU se descolgaron), iniciaron el camino de la ansiada unidad europea.

Sólo hay una salida, desde la recuperación, tras los cambios en la correlación de fuerzas en los Estados, de la soberanía nacional, sustentada en una nueva y poderosa SOBERANÍA POPULAR, se puede comenzar a recomponen el tejido productivo destruido, el intercambio comercial y financiero internacional (ahora limitado) y la puesta en marcha de políticas económicas que, sin ser necesariamente socialistas, sí sean antineoliberales y sirvan para comenzar el camino inverso de la destrucción de las conquistas sociales y democráticas.

En el tejado de las fuerzas políticas que nos reclamamos de la izquierda transformadora y alternativa en el conjunto de Europa se encuentra esa pelota. De nuestra valentía para subir a cogerla depende el resto del juego, y, claro está, los jugadores mejor situados, para comenzar a elaborar nuevas reglas de juego, son los compañeros y compañeras de Syriza. En el camino de la rebeldía, nos encontraremos.

Secretario de Relaciones Internacionales del PCE