Cuando Jorge Mario Bergoglio alcanzó el papado de Roma lanzó la proclama que pretendía simbolizar su mandato: “Una Iglesia pobre y para los pobres”. Por supuesto, consagrarse a la pobreza no es ninguna novedad en una Iglesia que lleva dos mil años afirmando su total dedicación a la salvación de las almas descarriadas, la alimentación de los pobres y la curación de los enfermos. Otra cosa muy diferente es predicar con el ejemplo. Porque, pongamos por caso, también el FMI dice pretender la erradicación de la pobreza y las desigualdades. Incluso Obama y Kissinger obtuvieron el premio Nobel de la Paz por su supuesta contribución a la concordia mundial. Y llevándolo a la exageración, Felipe González y los suyos se proclaman socialistas, obreros y españoles, por citar algunos casos paradigmáticos de incoherencia hiperbólica.
Es de suponer que cuando Jesús de Nazaret pronunció el llamado Sermón de la montaña no imaginaba, ni de lejos, que su congregación llegaría a convertirse en la actual multinacional vaticana. Lo expresó gráfica y genialmente Miguel Gila en uno de sus extraordinarios monólogos cuando habla sobre el Vaticano: “¡Menudo negocio montaron y empezaron con un pesebre!
Y, sin duda, monseñor Rouco Varela es uno de los mejores ejemplos de una vida consagrada a los pobres y necesitados. El consejero delegado del Vaticano para España en los últimos años se ha ido a vivir a un ático de lujo de 375 metros cuadrados, después de ejercer de okupa durante meses en el palacio arzobispal de Madrid. El pisito está valorado en 1,2 millones de euros y la diócesis ha invertido otro medio millón en su reforma. La máxima de Rouco -fundamentalista católico donde los haya- es poco más o menos la siguiente: “Bienaventurados los pobres, porque con sus necesidades pagarán mi piso”.
Aunque los ejemplos de “una Iglesia pobre y para los pobres” son múltiples. El obispo de la diócesis alemana de Limburg, Franz? Peter Tebarz? van Elst, gastó 31 millones de euros en renovar su residencia. El escándalo generado por el asunto le llevó fuera de su país… a un puesto en la Santa Sede.
Sin salir de Alemania, nos encontramos que la diócesis de Colonia posee un patrimonio que supera con creces al de su casa matriz. Si el patrimonio vaticano está cifrado en 2.640 millones de euros, la economía de su filial alemana alcanza los 3.350 millones de euros, en el que no se cuantifican los tesoros de su catedral. De hecho, dispone de la astronómica cantidad de 2.300 millones de euros en inversiones financieras.
Tampoco es novedosa su destreza en la economía especulativa. En España, tres órdenes hicieron negocios con sus respectivas Sociedades de inversión de capital variable (SICAV): La Orden de la Inmaculada Concepción, (3,5 millones de euros); Las Hijas de la Caridad (5,4 millones de euros) y los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios (11 millones de euros a través de la SICAV Finanzas Querqus).
Pero lo más cachondo ha sido el anuncio realizado por el cardenal australiano George Pell, responsable de Economía de la santa sede, del hallazgo de “cientos de millones de euros” en cuentas bancarias que no figuraban en los balances contables. Es decir, anunció la amnistía fiscal vaticana para hacer aflorar millones de euros de dinero negro que no tributaban.
Con esta escuela, no es de extrañar que en los últimos meses hayan trascendido públicamente una buena cantidad de escándalos vinculados a la santa madre Iglesia. Y en todos ellos, un cóctel en el que casi siempre se mezclan dos ingredientes que parecen casar mal con los votos de castidad y pobreza que dicen defender los pastores del rebaño: el dinero y el sexo.
Si no, que se lo pregunten al llamado “clan de los Romanones”, integrado por curas fundamentalistas y ultraconservadores de Granada que consumaban abusos sexuales en lujosos pisos y un chalé de su propiedad. El propio Papa de Roma llamó personalmente al exmonaguillo que denunció los hechos para pedirle perdón por los abusos recibidos. O pueden preguntárselo a la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, que tenía su sede en un lujoso chalé de Oia (Pontevedra) llamado «Las murallas de Jerusalén», epicentro de una trama acusada de estafa, asociación ilícita y abusos sexuales.
Por no hablar de los cepillos de las iglesias, una de las mayores fuentes de dinero negro. El ladrón del Códice Calixtino de la catedral de Santiago de Compostela escondía 2,4 millones de euros procedentes del cepillo de la basílica, que habría ido acumulando en casa entre los años 2000 y 2012. ¿Cuánto ingresan al año si no echaban en falta esas cantidades? Parafraseando a Tip y Coll, el próximo día hablaremos del Banco Ambrosiano. Una banco con dinero de las mafias, las drogas y el tráfico de armas para los pobres.
— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?