Más de cinco millones de almas se rompen día a día los cuernos buscando un empleo que no existe; miles de personas luchan por no perder su vivienda en un desahucio; un millón ochocientos mil hogares tienen a todos sus miembros en paro y el país paga más de cien millones diarios en intereses por una deuda pública que ya supera el 100% del PIB en 2015. Son algunos datos incontestables que retratan la realidad social y desmienten la falsedad de la recuperación económica pregonada por la propaganda de Rajoy.

Pero, afortunadamente, no todo son malas noticias: una pequeña aldea de irreductibles sabandijas resiste incansable los efectos de la crisis. Más que resistir, hacen su agosto durante todo el año aprovechando las dificultades y estrecheces económicas de aquellos mortales que aportan las plusvalías para financiar sus lujos. Y es que, como decíamos en sus comienzos, en esta crisis los millonarios no se lanzan por la ventanas: ahora utilizan la recesión como “una ventana de oportunidad” para aumentar sus beneficios. Lo destacó hace unas semanas Juan Rosell, el caradura-jefe de la patronal CEOE: «los ricos están aguantando muy bien la crisis».

Según una consultora multinacional, desde 2008 la cifra de individuos que poseen más de un millón de euros en España se ha incrementado en más de 50.000, de los cuales 17.000 se han convertido en millonarios en el último año. En este mismo periodo, el desempleo aumentaba en más de tres millones de personas.

Mientras las improductivas y perezosas cigarras malgastan su tiempo deambulando por las oficinas del INEM, mascullando improperios contra Rajoy o parasitando los albergues municipales, las gráciles hormiguitas del IBEX-35 invierten sus ahorrillos en Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV) para garantizar la buena marcha de la economía.

Si alguien había dado por muertas las famosas SICAV tras los anuncios de su declive estaba equivocado, porque estos estupendos instrumentos de inversión colectiva crean nuevamente tendencia y desfilan con fuerza por la pasarela de los productos especulativos. Si en algún momento las pérdidas de las SICAV pudieron generar el espejismo de su desaparición, la amnistía fiscal obró el milagro de devolver la vida al monstruo.

El volumen de las SICAV ha crecido un 53% desde julio de 2012. Sólo en 2014 se constituyeron 240 y en lo que va de 2015 se han constituido 75 más, según datos de la CNMV. En estos momentos existen más de 3.300 sociedades y su patrimonio bate récords con más de 36.000 millones de euros que tributan fiscalmente al 1%, mientras el resto de sociedades lo hacen a tipos de entre el 25% y el 30%. En 2014 se superaron por primera vez los 450.000 accionistas y partícipes, aunque acostumbran a ser lo que en el argot bursátil denominan “mariachis”, personas de paja que cumplen la función de sumar su nombre para cumplir el requisito numérico legal y permitir a grandes inversores constituir las sociedades de las que en realidad son únicos beneficiarios. Beneficiarios con nombre y apellidos, en todo caso.

La mayor SICAV del país es Torrenova, que opera con 1.093 millones de la familia March, los descendientes directos del contrabandista del Mediterráneo, el mecenas bélico del bando franquista. Le sigue en la clasificación Morinvest, con 494,94 millones de Alicia Koplowitz. Con la medalla de bronce les acompaña en el podio Soandres, la sociedad perteneciente a Sandra Ortega, la hija de Rosalía Mera y Amancio Ortega, con 402,52 millones. En cuarto lugar se encuentra la farmacéutica familia Gallardo, con 386,05 millones invertidos en Elitia. En quinto lugar aparece otra sociedad gestionada por March Asset Management: Cartera Bellver con 355,95 millones, seguida de cerca por la SICAV Allocation, con 337,88 millones de la familia Del Pino, máximos accionistas de Ferrovial, que poseen varias sociedades de inversión. Una de cada tres nuevas sociedades la gestiona Bankinter, que en mayo de este mismo año poseía 392.

En resumen: el que no tiene una SICAV es porque no quiere porque sólo necesita la calderilla de 2,4 millones de euros y un mínimo de 100 colegas que actúen como inversores. Los trabajadores de Coca-Cola, por citar un ejemplo, en lugar de pleitear para mantener su trabajo en una multinacional símbolo del imperialismo yanqui podrían contribuir al desarrollo del país con una sociedad inversora: todo es cuestión de atrevimiento. Como el que le sobra al gobierno y a los 31.484 defraudadores que regularizaron 40.000 millones de euros beneficiados por la amnistía fiscal.

Hay mucho sinvergüenza ahí fuera esperando expropiaciones, aunque seguramente por bocazas merezco aplicarme la Ley Mordaza.

— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?